Y que arrebatadores eran hasta los sueños, nos hablaban en código cielo, mientras volabas y te doblegabas a sentirte débil y contar tus miedos, y convertirlos en esas mismas puntadas llamadas sueños, cada que Elm pasaba una prueba iba pensando diferente, no como debía, pero en tanta deriva todo se hacía inevitable; todo lo que corría por sus venas eran escombros, miradas a la lejanía y un par de paradas.
Cuatro conversaciones se juntaban, se perdían entre ellas y el universo, el silencio era el máximo oyente, los pájaros y su cántico lo hacía más especial, más profundo y más trazante al lienzo, los huesos tronaban, los golpes solo discutían entre sí, y la primera conversación comenzó a hablar, contaba como su pasaje por las derivas lo habían vuelto un cristal a punto de bombear miles de vidrios y desvanecerse en la basura, y se iba inquietando por la nostalgia, y los recuerdos que siempre dolían como el desamor y la lluvia cuando mojaba el dulce cuerpo y sus eternas siluetas y curvas; y como se veían caer, derrumbar y tumbarse en los arrecifes infinitos; esos sueños se desvanecían, se formaban nada y huían hacia las tinieblas, y marcarse en esas fotos llamadas recuerdos, que aunque destruían nos enseñaban a creer e imaginar lo inesperado.
La guitarra desentonada gritaba, pero sonreía porque sabía que era un delirio, un cuerpo perfecto que besaba desde los oídos hasta el alma, así eran los sueños.
La segunda conversación conspiró para abrazar a la primera que hablaba de quebrarse ante la sinfonía y las luchas que solo se fueron y se perdieron en un abrir y cerrar de ojos, plasmado y en silencio profundo era de la única forma que podía sentirse, leía los exclamados suspiros que recitaba la primera, era como caminar en la misma dirección y de pronto, la segunda habló y talló palabras que traumaban y daban miedo... eran las 3 de la tarde y extraños siglos se juntaban, uno frente al otro sin decir nada se miraban, ¿te has fijado como la lluvia se une al mar? Pues así era lo que estaba pasando, y se acababan de conocer, pero algo había para sentirse así.
El bullicio de la ciudad desapareció, los autos no hacían ruido, las personas se congelaban, y todo era solamente viento pintando la piel de frío, ambos comenzaron a dar pasos y se iban acercando más lento que los años y mientras eso pasaba los centímetros se convertían en nada, quedaron uno frente al otro, los dos corazones explotaban, muy acelerados dibujaban eternidad bajo el diseño de Fernando Yort, los corazones hablaban, y se perdían, volaban y soñaban más hasta convertirse uno solo.
Una canción sonaba, los acordes de guitarra eran los que más se pronunciaban, era romántica, y trazaba ideas de extraños que convertían la oscuridad en epifanía y besos eternos, pero después de tantos segundos el uno frente al otro, uno de ellos levantó su mano lenta, sigilosa y llena de vida, para apagar la radio y tomar su mano, pero de pronto se desvaneció en un fuerte soplo, y solo se quedó varado en la sinfonía de la brisa, y la ausencia que dejaba tragedias y muros indestructibles, la radio se volvió a encender, y entendió que donde estaba era su cuarto, y solo se había transportado a "los sueños".
Eran las 3 de la madrugaba, no de la tarde como creía, si recordaba que apagó la radio, pero si se encendió, ¿quién la encendió? porque sonaba, y daba miedo, y de pronto la señal se perdió, y sonaba tan horrible, su cuerpo se volvía tenso, temblaba y quería morir
¿morir?
¡Sí, morir! y todo tenía sentido, aunque no pareciera descifrable; la lámpara que acompañaba a un costado de la cama se apagó por unos instantes, un viento lo golpeó profundamente, y hacía frío, mucho frío, y todos sabían que a esas horas podría estar pasando algo paranormal, lo inimaginable era aterrador, y movía hasta el alma.
Un mundo de posibilidades desde el menos uno hasta la lluvia que secaba y esa madrugada daba tanto escalofrío que nadaba en lava ardiente que quemaba, que destrozaba y seguía quemando hasta derretirse; temblaba y creía que venían a traer su alma, pero solo era algo que no existía, y como se creía anteriormente, era algo que tenía sentido y podía ser descifrado, pero… si se hundía en eso, hasta el sueño se espantaba al punto de parecer un delirio o un viaje sin final de deambular por pasajes y caminos aterradores; componiendo canciones que hagan sentir mejor era una excelente forma de tranquilizar el alma, la lámpara se había apagado por unos instantes y aunque parecía algo fuera de lo normal, solo era un foco mal colocado que tenía una luz delirante que moría por segundos si no seguía donde realmente pertenecía, todo eso dejaba una primera faceta que nutriría los palpitares, y es que no podrás resaltar tu luz si no estás donde tu corazón necesita estar, un frío profundo se había desatado, como si fuera el demonio o unos labios que soplaban el efímero y nostálgico lugar, lugar que denotaba perfección en sus siluetas sabor a miel, pero solo era el aire que entraba por la ventana semi abierta y que producía erizar la piel, tensar el cuerpo y abrazar la eternidad y una pizca de locura; después de todo, las cosas volvían a su lugar y hacía falta entender porque la radio se encendió y pronunció esa canción; las respuestas solo parecían absurdas, ella sola se encendió, el viento la encendió, o estaba encendida, pero no se escuchaba por la mala señal, ó alguien que no era dueño del cuarto ni de la vida la encendió y perforó esa idea de algo fuera de lo normal o de lo que pudiera existir.