Estuvieron casi toda la tarde charlando, ideando una estrategia para pasar de ser las presas, a ser cazadores. Grace había mencionado que tenía algo para dicho objetivo, así que tuvieron que ir hasta su domicilio que se encontraba a varias cuadras de ahí. Poco tiempo después arribaron a la zona donde se encontraba el objeto que les serviría para sus planes. En aquella tarde, casi como a las cuatro, las mariposas hicieron acto de presencia con su vuelo, fueron muchas de ellas que se adueñaban del bello jardín. Se distinguían de otros grupos por su color negro y amarillo, además de superar en número a las otras.
—¡Qué hermosas! —destacó Arthur la belleza de las mariposas.
—Nunca las había visto por aquí —comentó Grace— ¿de dónde vendrán?
Pronto se alejaron, llevándose con ellas una porción de alegría que provenía de su encanto.
Los jóvenes caminaron hasta el mejestuoso pasillo porque había algo increíble por descubrir, aunque ellos aún no lo sabían, a excepción de Grace quien les anunció lo siguiente:
—Quiero que me sigan. Lo que les voy a mostrar está en donde se hallan los libros.
Los chicos estuvieron de acuerdo, y siguieron sus pasos. Al cruzar por aquel lugar se sentía la magia recorrer por tu piel, una sensación indescriptible. Solamente debías vivirla, sin necesidad de intentar explicarlo.
Al llegar a la gran estructura de estanterías, Oli dijo:
—Podría entrar aquí mil veces y sentiría el mismo asombro.
—Pavel se preocupó mucho por hacer de este sitio algo magnífico —informó la chica.
—Y lo logró —aseguró Arthur.
—Bien. Quiero que me acompañen, entraremos adentro —pidió Grace a sus amigos— Lo que mora dentro de esta ciudad de libros es algo muy poderoso, por lo tanto, requiero de su prevención, ¿cuento con ustedes?
—Cuentas conmigo. No haré nada que nos perjudique —garantizó el niño, al igual lo hizo su par.
—Está bien, entonces vengan conmigo.
En el interior podías encontrar historias de todo tipo, con grandes personajes que superaron sus límites, villanos terribles que opacaran a la felicidad con su malicia, hombres y mujeres que dieron lo mejor de sí por un amor, poemas que alimentan el alma, y una gran lista más de obras. También habían objetos como; relojes viejos, anillos, brazaletes, armaduras, y varias diademas.
Ya casi en medio de todo, la muchacha detuvo el paso, tal parece que había llegado al punto que ella conocía. Justo en frente ella se hallaba una espada clavada en el césped. El arma lucía sublime; la hoja parecía nueva, brillante, en el canal tenía un color diferente que se parecía a la de una esmeralda, mientras que la cruz y el puño eran doradas, y en el pomo tenía un zafiro azul que encajaba perfectamente.
—Nunca había visto una espada tan hermosa —habló Oliver.
—No te dejes guiar por eso. Es demasiado peligrosa —advirtió la joven.
—¿Puedo sostenerla por un momento? —consultó el niño.
—Claro, pero por nada del mundo toques la hoja, o será tu fin —hizo otra advertencia Grace.
—¿Por qué no debo tocarla? —preguntó este.
—Es algo desconocido para ti, difícil de comprenderlo, solo no lo toques.
Arthur siguió el consejo de ella, y la sostuvo con mucha precaución. El canal comenzó a brillar al igual que el zafiro, estos acontecimientos asustaron al muchachito quien soltó el arma para que cayera violentamente sobre el suelo.
—Ten más cuidado —le pidió la muchacha agarrando la espada, y poniéndola de nuevo como estaba.
—¿Cuál es la historia de ese objeto?, ¿por qué es tan arriesgado tocarla? — pidió una explicación Oli.
—Tendré que explicárselos para que podamos usarla contra ellos. Les pido que escuchen.
Los muchachos se sentaron en el pasto para escuchar a su compañera, mientras ella también se acomodaba.
—Esta espada es del inmoral Jules —empezó a decir— Ahora, se preguntan; quién es Jules, cómo sé de su existencia, y lo más importante, por qué se encuentra aquí su pertenencia, pues todo se remonta a unos cuantos años cuando mi padre aún estaba conmigo. Él en uno de sus recorridos por el bosque halló entre las hojas muertas lo que hoy se encuentra en este sitio. Intentó alzarla, lo que no sabía es que al tocar su piel este lo quemaría, no solo eso, sino que fue tan dañino que no pudo levantarse, lo dejó tendido en el suelo frío de aquella mañana.
»Unas horas después unas personas lo ayudaron. Lo llevaron al hospital, y estuvo internado casi una semana, nadie supo que le pasaba, tampoco despertaba, hasta que una noche lo hizo. Gritaba, no paraba de gritar, hablaba de Alba, de un tal Jules y un Rey malvado.
»Unos días después lo dejaron ir. Llegó a casa para escribir todo lo que en sus sueños había visto».
—¿Alguna vez te comentó esos sueños? —le interrumpió Arthur.
—Deja que termine su relato y después te quedará todo claro, si no es así harás tus preguntas —le reclamó el joven Báez.
—Continuo... sí, me los confesó. Comentó sobre un hombre que encontró la forma de ser inmortal, nadie nunca supo cómo lo logró. Los guerreros más distinguidos lo respetaban, era muy bueno con la espada, y en las batallas no había nadie como él. Confiado en su inmoralidad defendía la tierra de Alba con honor en los años más crudos de la guerra.
»Dicen que el arma que usaba le pertenecía a un Albaniano que mandó a los magos una gran oferta para que le pudiesen un hechizo, pero este acto lo condenó a la perdición, un día lo encontraron sin vida, accidentalmente su mayor tesoro le había hecho un corte.
»Mi padre también dijo que el vil ejercito que quería someter a los Albanianos se dieron cuenta que no podían matar a aquel sujeto, así que un día planearon una emboscada para atraparlo. En un campamento lo sorprendieron, pero no solo los súbditos, según Pavel el Rey de las bestias también se encontraba ahí, fue quien derrotó a Jules. Lo arrastraron al infierno de Alba, y allí se quedará encadenado, para siempre, mientras que su espada se perdió con el tiempo, hasta que mi papá lo encontró. Aquel hombre fue conocido como Jules el inmortal».
—Si este objeto pertenecía a otro lugar, ¿cómo llegó hasta aquí? —cuestionó Oliver.
—Yo tampoco lo sé. Mi papá volvió donde lo había hallado, y lo trajo. Dijo que era mejor así, es muy poderosa.
—Tal vez fue lo mejor.
—También lo creo.