Mi nombre es Albert Matheus. Mi juventud no fue de color rosa, si tuviera que escoger un color para asignarle a mi vida escogería el carmesí.
Estuve en un orfanato desde que tenia 1 año, maté a mi perro (por accidente), nadie quería adoptarme por ser el niño más excéntrico del lugar. Está demás mencionar que a mi único amigo lo veía todos los días frente a mi espejo, se llamaba Larry, fue un gran sujeto, él murió hace tanto tiempo que no puedo recordar ni como era, las monjas fueron de lo peor (sólo con migo) y me rompí una pierna tratando de evitar que un camión matara a mi perro.
Me lancé a correr hacia el pequeño Migles que estaba en medio de la vía, logre empujarlo al otro carril. Cosa que no fue tan buena idea por que un carro que venia en dirección contraria lo termino atropellando, mientras el camión hacia sonar a mi pobre pierna igual que cuando masticas Doritos, me duele recordarlo.
A los 15 años de edad, decidí escaparme de ese horrible lugar, buscar nuevos horizontes, Aventuras, nuevos amigos (en realidad, hacer algún amigo) y no lo se tal vez, ser feliz para variar. Ja, la mente incrédula de un pequeño que aún cree en los finales felices.... Bueno, esos si existen, pero sólo en algunos salones de masajes.
Unos días, después de haber escapado del orfanato me topé con un hombre sentado en la banca donde dormía indiferente a su alrededor. (1 hora estuve frente a él esperando que levantara su culo de mi cama). Después de varias horas me di cuenta de que en realidad ya se había percatado de mi presencia.-¿Que quieres niño?-Musitó sin despegar la vista de su laptop. ¿como alguien podía llegar a ser tan descortés?.
-Señor con todo respeto esta usted sentado en mi cama, ¿podría moverse?-Ash, las monjas fueron las causantes de mi forma de hablar tan educada. Ni siquiera alzó la mirada, este sólo sonrió tecleando su computador como si fuera un concurso de velocidad en el que ganaba aquel que rompiera el teclado primero.-No-Hijo de su madre cornuda, me hizo esperar más de 10 minutos la respuesta que terminaría siendo NO.
Ah bueno. Decidí no acabar con la vida de aquel hombre utilizando el churro que planeaba comerme, (estaba tan tieso que fácilmente pude a verlo aniquilado con él). me senté junto a el sujeto mirando de reojo lo que con tanto afán tecleaba.