Otro churro tieso cómo el asfalto de aeropuerto encontré en aquel basurero frente al super, junto con algunas papas cocidas aparentemente en buen estado, «Nada mal» pensé.
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Mi inocencia fue recompensada con retortijones, fiebre alta, nauseas, dolores abdominales etc. De repente empecé a ver todo brillante, caminaba mareado, vueltas y más vueltas daba todo a mi alrededor, hasta que puf... de golpe caí al piso. Sentía como mi vida lentamente se iba de mi ya exhausto cuerpo, lo último que pude ver antes del desmallo fueron un par de tenis frente a mi rostro, luego de eso nada, sólo oscuridad.
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Un pitido que se cortaba y luego volvía me fue despertando poco a poco, mis ojos parecían dilatados por que la luz proveniente del techo me causaba mucho dolor, al levantar mi mano para bloquearla, me di cuenta del verdadero color de mi piel (soy morenito) no recordaba el día en que mis manos estuvieran tan limpias, parecían las manos del príncipe de Inglaterra, claro sin las joyas, el color o lo percudido.
Muevo hacia un lado la lampara que casi cocinó mis ojos dándome cuenta que me encontraba en un Hospital. «Vaya, debo enfermar más seguido» pensé al ver la tele, sentir esa comoda camilla, el aire acondicionado y la bandeja de alimentos, todo un paraíso, hasta que la enfermera que parecía ser la hermana fea de Merry Popins se acercó con una aguja que asemejaba a la punta de la torre Eifel, (bueno.... no era para tanto, tenia el tamaño del dedo medio, mismo que le mostré cuando me dijo que pelara mis nalguitas).
Rayos esa mujer fue una bruta, me inyectó tan mal, que a mi pompa derecha sólo le faltaban los números 144 y el # para pedir saldo, la desequilibrada mujer se fue con una sonrisa de oreja, en ese momento... sentí temor, (bruja). Dolorido por la dosis de... (no se que me inyectaron pero dolió igual que la vitamina B12 que me ponían en el orfanato, así que diremos fue eso) vitamina B12 y lentamente siendo llevado a mi mundo favorito (el de mi imaginación) me quedé dormido.
Era difícil no hacerlo, nunca había sentido una cama ni almohada tan cómodas, el frió del aire acondicionado era genial y las sabanas gruesas y suaves me parecieron mejor que los periódicos orinados del parque, en ese momento de mi vida logré saborear por primera vez lo que era sentirse ´´bien´´.