5 meses pasaron desde el accidente, aunque para mi, fue un milagro. 5 meses de peleas, discusiones, arreglarlo todo y olvidar. El mojigato aún no me ha querido decir su nombre, por lo que le empecé a decirle vagabundo con techo, no le gusto mucho. Intente decirle papá entonces decidió que prefería vagabundo con techo.
Muchas cosas además de las antes mencionadas sucedieron. Le enseñe que mantener su casa limpia no lo hacía menos hombre, que comer los bordes de las pizzas no causa la muerte y que si en realidad quería impresionar a la doctora debía buscar un empleo. Con respecto a la enseñanza final, no parecía haberla tomado con buena receptividad. Le encantaba fortalecer el sistema defensivo de las corporaciones importantes. Eso es a lo que se dedica.
No fue una sorpresa que digamos, algo así me imagine. Todos los días mirando al ordenador, era pornografía, o era hacker. Después de todo estos meses decidió que tenerme en casa todos los días lo mataría por estrés lo que lo hizo inscribirme en el instituto Bleman. Le agradezco a las monjas haberme enseñado bien. Luego de hacerme una prueba de suficiencia, la cual pasé con excelente nota, me colocaron en el año adecuado según mi nivel educativo (5 año).
Asiendo la prueba, y mientras meditaba algunas de las preguntas, por la ventana del aula noté la mirada sutil de una hermosa chica, una leve sonrisa llena de cariño me hizo pensar que tal vez ella quería ¿conocerme?, esto era nuevo para mi, nadie quiso hablarme antes, lógico ahora que lo pienso, a decir verdad yo tampoco hubiese querido acercarme a un chico sucio y mal oliente para entablar una conversación.
Sus ojos de color aceituna trasmitían una hetera sensación de calidez, como si en su alma hubiese amor capaz de darte el calor necesario para que tu cuerpo mantenga la temperatura ideal, unas largas pestañas evitaban que el más mínimo sucio entrara a esos perfectos luceros, nuestras miradas seguían conectadas, noté la leve coloración que sus hermosos pómulos iban tomando, los labios rosados que presumía fueron elevando sus comisuras al mismo tiempo que sus ojos se achinaban un poco dejándome ver la primera sonrisa genuina que alguien me había trasmitido.
Ese momento fue mágico. En mi abdomen parecía tener una pradera completa llena de flores, mismas, que en sus pétalos, asemejaban poseer cientos de mariposas que alzaron el vuelo al sentir esa hermosa sonrisa,
un saludo nervioso con la mano fue lo único que alcance hacer.