Albino: Bajo la cubierta de sangre Ii

Capítulo XVI: Imprevistos

IMPREVISTOS •

IMPREVISTOS •

 

La fuerte ventisca acompañada de la nieve espesa no me dejaba ver más allá de mi mano. Trataba de abrirme paso entre la escarcha, pero me era difícil hacerlo, la nieve llegaba por encima de mis rodillas y por más que quisiera correr y alcanzarlo era imposible, mis piernas apenas podían moverse.

No sentía el dolor punzante del frío, aunque tenía un enorme dolor en lo profundo de mi corazón.

—Whoa… —gemí con una expresión dolorosa al tiempo en que cubría mi rostro para tratar de evitar la nieve.

Me negaba rotundamente a darme por vencida. Ya lo había perdido una vez así que… no, no iba a renunciar a él por algo como esto y no iba a hacerlo.

Con la mínima visibilidad que tenía apenas pude alcanzar a mirarlo. Itan no estaba tan lejos de mí, pero por alguna razón cada vez que me acercaba se sentía como si un enorme hueco nos separa.

—Por favor… —supliqué con lágrimas en los ojos—. Itan, no te vayas. Por favor… regresa.

Pero no era como si me estuviera escuchando. Él continuaba caminando sin mirar atrás, su ancha espalda parecía estar tan lejos pero al mismo tiempo tan cerca que era imposible tocarlo, entonces, mientras lo seguía hubo un instante en que él se detuvo, mi corazón también pareció hacerlo.

Descubrí mi rostro y lo miré con más atención mientras el viento me golpeaba.

—¿Itan? —inquirí su nombre cuando él se giró unos 90 grados a su derecha.

El viento sacudió sus ropas y sus cabellos.

—No… —susurré apenas, sabiendo lo que significaba.

Aquella simple palabra me caló hasta lo profundo de mis huesos, era como si una parte de mí supiera que una vez que él se diera vuelta jamás volvería verlo.

Itan, por su parte no mencionó ni una sola palabra, pero sus ojos serios lo hicieron por sí mismos. Su rostro lleno de severidad y despotismo, pronto me envió una cruel sonrisa, el borde de su boca apenas se había curvado hacia un lado y fue entonces que sus labios se abrieron.

No estaba segura si lo que él había dicho era cierto, pero… el movimiento de su boca había sido tan claro.

“Adiós, Lea”.

Eso era lo que él había dicho. Fue como sentir mil cuchillas clavarse dolorosamente en lo profundo de mi alma. Me negaba a perderlo, no quería hacerlo. Sus ojos, su voz, su rostro inexpresivo.

—¡No, Itan! ¡¡No!! —le grité una vez más.

Está no era una clase de despedida, sin embargo, esta vez, él solo me ignoró. Regresó al frente y levantando una mano, su cuerpo se esfumó.

✤✤✤✤✤✤

—¡No, Itan! ¡¡No!! —grité tan fuerte cuando al fin pude abrí los ojos.

Todo me daba vueltas así que toqué mi cabeza y la apreté esperando a que la sensación se desvaneciera, pero no era como si tuviera alguna clase de poder mágico. Era estúpido sentirme así. Se suponía que era un maldito vampiro, sin embargo, lo cierto era que también sufría.

Dejé escapar un largo suspiro.

Eché la cabeza hacia atrás y cerré mis ojos mientras me repetía que solo había sido un horrible sueño, que Itan no se había ido, que no estaba muerto y que jamás me dejaría, que él estaba vivo en alguna parte de estas tierras y que me estaba esperando.

No obstante, todavía me preguntaba:

¿Cuánto tiempo más me tomaría el encontrarlo, el alcanzarlo? ¿Días, meses, años? ¿Cuánto tiempo más tendría que pasar para que olvidara todo?

¡Maldición!

Quería que alguien me ayudara a superarlo, a olvidarlo incluso, a recuperarlo.

Cubrí mi rostro y fue entonces que al hacerlo… reaccioné.

¿En dónde diablos me encontraba?

Traté de hacer memoria, pero solo tenía en mi cabeza imágenes borrosas, tragué duro y me dolió, inmediatamente toqué mi cuello, lo tenía vendado así que sin pensarlo me descubrí y corrí hacia un espejo que tenía al frente, fue en ese momento que al mirar la cicatriz lo recordé.

—¡Mierda! —balbuceé con una áspera voz.

Me costaba trabajo hablar y respirar. Esa maldita vampiro casi lograba matarme, sin embargo, el que lo haya casi logrado no me importo, sino que lo más me preocupo fue lo que vi después antes de desmayarme.

¿Qué rayos habían sido esas extrañas criaturas?

Era consiente sobre la existencia de los lobos, pero además de ellos, no creía en nada más que no hubiera visto. Apreté mis ojos con fuerza y traté de tranquilizarme. No solo había visto a una horda de vampiros ser atacados y destrozados, también había visto algo más que simples lobos entre los arbustos, trague duro. Si no hubiera sido por él... no sé en dónde estaría ahora.

Mi cabeza punzó.




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