Había alguien en mi espejo que se parecía a mí, más no era yo. Aquel inhóspito brillo en mis ojos me confirmaba que ya desde hacía bastante había dejado de ser yo. Mi sonrisa ya no se marcaba, mi semblante estaba decaído y esa chispeante expresión que solía tener ya se había esfumado. No existía. Un leve vistazo a mi reflejo me hizo comprender quien ya no era, y en quien me había convertido.
— Alice, es hora que vayas a clase. — El irritante chirrido que soltó Margaret, mi tutora legal, fue el que me sacó de mi ensoñación. Me di otro leve vistazo en el espejo, comprobando haber cubierto bien los pequeños cardenales que se formaron en mi frente y alrededor de mi ojo izquierdo, no era muy fanática del maquillaje, pero en esa ocasión me venía como anillo al dedo.
Por desgracia los moretones se notaban bastante, pero ya no podía hacer nada más al respecto, así que solo solté un profundo suspiro para después salir de mi habitación dando un portazo. Margareth me esperaba en la cocina, tan solo para darse el gusto de repetirme como por quincuagésima vez lo inútil que era, el obstáculo que no le permitía gozar de "su riqueza". No obstante, lo que ella parecía ignorar era que, la fortuna que tanto se jactaba de tener, era en realidad, el patrimonio que mis padres dejaron tras su muerte.
— ¿Alice, cariño, vas a desayunar? — Escuché preguntar cuando iba de salida. Sarah. La única persona que parecía tener corazón en esa casa, era el ama de llaves, pero para mí fue la persona que me ayudó a sobrellevar la muerte de mis padres.
Mostrándole una pequeña sonrisa de agradecimiento, negué su propuesta y me apresuré en montarme al auto que me llevaría al instituto. Uno de los mejores de la ciudad, y el más caro también.
¿Pero de que me servía? ¿De qué rayos me servía estar en uno de los mejores colegios, si estaría completamente sola?
No servía de nada el dinero, si cuando llegara a casa lo único que esperaban por mí, eran los maltratos de Margareth. Porque no, me negaba a llamarla "tía" cuando eso era lo menos que demostraba ser. Siempre le importó solo el dinero, y a esas alturas, no había cambiado en nada.
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La clase que tenía a primera hora se había cancelado por ausencia del profesor, por eso todos los que tomaban la clase conmigo se habían dispersado en el jardín principal del instituto, algunos reían y hablaban, mientras que otros solo se limitaban a escuchar los absurdos comentarios del dúo de amigos más popular del colegio; Ridge y Zachery.
Yo también estaba allí. Solo que nadie me notaba, o simplemente preferían ignorarme. Nunca le tomé demasiada importancia a eso porque me daba igual, o al menos eso era lo que me quería obligar a creer. Barrí mi mirada en el jardín mientras dejaba mi espalda caer en el tronco del árbol, los ojos de Jane se toparon con los míos y, casi al instante, se acercó a mí.
— Hey... ¿Cómo estás? — Preguntó con simpatía. Ese era uno de los mayores motivos por el cual Jane le agradaba a todos, su simpatía hacia cualquier persona sin importar qué. Era lo más cercano a una amiga que había tenido, no hablábamos todo el tiempo y tampoco hacíamos pijamadas ni nada de eso, pero era bastante agradable que siempre buscara alguna conversación conmigo. Aunque claro, también era la novia de Ridge.
Me aclaré la garganta y di paso a la sonrisa más honesta que podía mostrar.
— Todo bien, gracias por preguntar. — Desvié la vista por algunos segundos, sin poder sostenérsela. La incomodidad se estaba haciendo presente, por eso decidí que también debía poner un poco de mi parte, eso para demostrar que no era la chica antipática que los demás decían que era. — ¿Tú? ¿Cómo estás?
Jane se sobresaltó por un segundo, no esperando que siguiera con la conversación cómo la mayoría de las veces. Cuando me miró devuelta formó una resplandeciente sonrisa, feliz de lograr tal hazaña.
— Estoy bien, gracias. Oye, está noche saldremos con los chicos a pasear por ahí, me preguntaba si querías venir.
Decir que me sorprendió habría sido una atenuación. Su manifestación me sorprendió tanto cómo me llenó de dudas, y es que no era para nada normal que una chica cómo ella me invitara con sus amigos. Una de las mayores características de Jane era su gran simpatía hacia las demás personas, sin embargo no lo entendía del todo, no podía comprender cómo ella, con lo desagradable que fui muchas veces, aún seguía dispuesta a mostrarme su amabilidad.
No podía evitar mostrarme escéptica, con mis ojos exageradamente abiertos y mi sonrisa nerviosa haciendo aparición, y es que para mí no era nada fácil confiar en los demás. Por eso fue que me disponía a declinar amablemente su oferta, sin embargo cuando apenas abrí la boca, su novio exclamó su nombre, llamándola.
— Lo siento, Ridge me está esperando. Pero si quieres piénsalo y luego me avisas.
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Editado: 15.05.2019