Alcancemos las estrellas

EPILOGO

Yo realmente tenía un problema. No era con mi familia, con mi soledad o con mi frialdad. Después de seis años de la muerte de mis padres me di cuenta que el verdadero problema era conmigo misma; con mi inseguridad, mi autoestima, o simplemente mis pensamientos. Me di cuenta que, en realidad, fui yo quien eligió estar sola, alejándome de todos por miedo a ser dañada.

El verdadero problema siempre fui yo. Porque no supe agradecer todo lo bueno que tenía, porque a pesar de todo lo malo siempre alguien estaría ahí, apoyándome. Porque Sarah fue una de las mejores personas que la vida me pudo dar. Porque, ahora más que nunca, podía comprender que las cosas malas siempre arrastra algo bueno detrás.

El verdadero problema siempre fui yo, porque tenía la mala costumbre de odiar al mundo y a la vida por mi miserable situación, pero no hacía nada para cambiarla. Y en ese momento, cuando estaba ya con toga y birrete, me di cuenta de algo más importante aún; Los problemas y los errores no son más que oportunidades de seguir creciendo. De seguir viviendo.

- ¿Por qué tan sola? – Fue su voz la que me trajo de vuelta al mundo real. La que me hizo sonreír con todas mi ganas.

- Quizá porque nadie se detiene a hacerme compañía. – Fue mi respuesta, y él también sonrió cuando rememoró una de nuestras primeras conversaciones.

Por eso, divertido, respondió.

- Pues tal vez, si no intimidaras tanto, alguien estaría más dispuesto.

La carcajada que solté fue lo que más se escuchó en el campo, donde, minutos atrás, había sido nuestro acto de graduación. Sus manos tomaron las mías y las dejó así, al aire, admirándolas con una sonrisa.

- Ahora en serio… - Volvió a hablar. – ¿Qué haces tan alejada de todos?

Mi vista volvió al paisaje, donde no hacía más que mirar la rama de los árboles en movimiento por el viento, o los pájaros volar en un vaivén sobre las montañas. El mirador estaba tan alejado de las personas que me fascinaba, no había nada fuera de lo común, pero era extrañamente reconfortante. Me relajaba sentir algo tan banal como la brisa recorrer mi piel.

- Solo estaba pensando. - Era tan solo una forma de decir, una manera corta de explicarlo… Más qué pensar, estaba recordando. – Pensaba en mis padres… ¿Qué pensarían de mí a este punto?

De pronto sentí cómo su brazo se acomodaba alrededor de mis hombros, Zac solo me abrazó fuertemente a él y dejaba descansar mi cabeza sobre su pecho.

- Estarían orgullosos de ti. – Mencionó en seguida. – Te graduaste con honores, lograste atravesar las adversidades, y aunque aún queda mucho por vivir, sé que podrás lograrlo… Ellos estarían muy orgullosos.

Respiré profundo, esperando con todo mi ser que sus palabras tuvieran algo de cierto.

Antes de poder decir nada más, el resto de los chicos se unieron a nosotros, felicidad extrema por nuestra meta cumplida. Una chica llamada Ashley invitándonos al After-Party, mientras que Jane y Ridge, abrazados, le escuchaban atentamente. Yo no tenía ganas de fiestas, por eso en cuanto Zac me miró a los ojos, él supo exactamente mis pensamientos. Él me sonrió de vuelta, mostrando las mismas ganas que yo.

Así que ambos nos despedimos de los chicos, Zac de su familia y yo de Sarah. Sin perder más tiempo nos fuimos directo a la bahía; ese sitio que había sido testigo de todos mis pensamientos y deseos, que fue testigo hasta de mi primer beso. Y era bastante loco si lo pensaba, el sentirme así de completa, cundo hace apenas unos meses no era más que un ser de decepciones y aflicciones. Después de mucho tiempo, al fin me sentía feliz, y la sensación era tan gratificante que el solo pensarlo hacía que me dieran ganas de llorar.

Sonreí de nuevo cuando dejé mis ojos en Zachery, quien tenía los suyos perdidos en la inmensidad del océano. Sonreí porque mis nuevos sentimientos estaban claramente relacionados con él, en su forma de ayudarme, de hacerme creer en mí misma. Y ahí lo descubrí. Me percaté que nunca había necesitado a alguien que me ayudara a ser mejor, al contrarío, necesité a alguien que me ayudó a ser más “Yo”. Me ayudó a mostrarme tal cual soy, sin falsos rostros ni mascaras de por medio.

- Siempre he pensado que el océano se parece mucho a las personas. – Murmuró él de la nada, aún sus ojos estaban en el mar. – Yo solo lo miré, atenta y esperando a que continuara. – Porque siempre hemos creído que lo sabemos todo acerca de él solo por lo que vemos. Pero en realidad, en lo profundo guarda tantos misterios. Así como nosotros.

- El océano es impresionante. – Respondí.

- Cada persona también lo es, solo que no nos esmeramos en verlo.

Sin pensarlo me acerqué hasta él, acurrucándome en su pecho. Y se sentía tan bien poder actuar libremente, poder expresar lo que sentía con gusto, porque sabía que no debía tenerle miedo a mis propios sentimientos.

Y eso también lo descubrí esos días. Que todo tiene su tiempo, y que cada cosa que ocurre es por algún motivo. Porque yo ya había descubierto el mío. Mi motivo era ser feliz. Porque vinimos al mundo a ser reales, no perfectos. Y es el dolor lo que nos hace reales, cada uno de los fracasos en el camino, y también los problemas. El amor nos hacer reales, nos hace sentir vivos.




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