Los tigres rampantes del escudo de la Casa de Aldawen parecían verme fijamente mientras sostenía el sobre en mi mano temblorosa.
El contenido en el interior era algo certero para mí, aún cuando el sello seguía intacto. Porque la única razón por la cual tendría ese sobre en mi casa era debido a la lista.
Rumores se habían esparcido en mi círculo de mi posible posición en aquella lista y aunque mis esperanzas siempre estuvieron altas, siempre existió esa incertidumbre de que tal vez no tenía todas las cualidades para ser elegida.
Por mucho que me había esforzado esos últimos años, por cultivar a pulso una imagen perfecta, uno nunca sabía lo que la vida realmente deparaba. Porque el destino tenía formas divertidas y crueles de hacerte ver tu posición, aún cuando esperabas algo diferente.
Sentí el temor apretar mi corazón y decidí que era mejor sentarme, para solo enfocarme en el peso de aquel sobre en mis manos y no en mis piernas temblorosas.
Cuando me acomodé en mi sofá, tomé una respiración profunda intentando controlar mis nervios, y rompí el sello. El contenido de aquel papel blanco no fue de ayuda para controlar a mi corazón.
Sus Majestades los Reyes tienen el honor de invitar a Dyna de Epecto, quinta en la lista, a la celebración del nombramiento de Su Alteza Real el príncipe heredero Mael de Aldawen, nuevo protector de la corona, a realizarse el día 4 de junio a las 19:30 hrs en el castillo de Pantol.
Un grito de sorpresa brotó de mis labios e instintivamente me paré de un salto, volviendo a leer la parte que me importaba de todo ese mensaje formal.
«Quinta en la lista».
Era parte de la lista.
Gualter, mi perro, entró corriendo a la sala de estar y lo miré fijamente. Él ladeó su cabeza, sin comprender por qué había gritado de la nada y lo único que pude hacer fue arrodillarme a su altura y abrazarlo.
—Estoy dentro, chico. Soy parte de la lista —murmuré contra su pelaje y él solo dejó que lo abrazara, sintiendo que necesitaba aquello para que todo se asentara en mí.
Para hacerme sentir que no era un sueño, sino mi realidad.
Cuando pude sacudirme la estupefacción que me había embargado, di un paso atrás y miré nuevamente la carta. Se veía inofensiva en mi mano temblorosa, pero yo sabía que aquella información cambiaba toda mi vida.
Y me acercaba cada vez más al propósito por el cual había trabajado tantos años.
Tomé mi celular y marqué de inmediato a mi padre.
Al tercer tono respondió.
—¿Y? —preguntó, sin necesidad de saludarme.
Tanto él como mi madre sabían que si la carta no llegaba hoy, era porque no había quedado en la lista.
Seguramente se sentía tan ansioso como yo, o tal vez más.
—Estoy dentro.
—¡Lo sabía! —Mi madre gritó y alejé un poco el celular, para evitar que reventara mis tímpanos—. ¿En qué puesto estás?
—Quinta.
—Buen puesto. Neutral, pero en un lugar adecuado. —Mi padre sonaba conforme y eso provocó que una sonrisa se perfilara en mis labios—. Estaremos ahí en media hora y asegúrate de llamar a Valeska para que también se nos una.
»Estos cinco días que quedan serán cruciales para la recepción y percepción que la gente tendrá de ti durante el banquete.
—De acuerdo.
Mi padre no dijo otra palabra y solo cortó la llamada.
Era un hombre práctico y aunque ya estaba acostumbrada a estas alturas de mi vida, a veces quería que fuese un padre más cariñoso conmigo.
Sin perder tiempo, llamé a Valeska, mi relacionadora pública, y ella dijo que estaría en mi casa en veinte minutos.
Teniendo poco tiempo antes de que mi tranquilidad fuese perturbada, solo me dejé caer en mi sillón y Gualter se unió a mí. Acurrucado a mi lado, apoyó su cabeza en mi muslo y yo le acaricié el pelaje mientras veía nuevamente esa carta.
Quinta en la lista.
Seguía sin creerlo.
Los Tosanos de Epecto se sentaban erguidos en mi sala de estar. Ambos con una taza de té entre sus manos, escuchaban con atención el plan que Valeska había creado para los siguientes días, mientras que esperaba en silencio a que hablaran.