—Ya están aquí por nosotros, chico —le dije a Gualter, viendo a través de mis ventanas resguardadas por los visillos.
Fuera de los muros de mi casa estaba apiñado un gran grupo de hombres con cámaras profesionales, esperando mi salida.
Sabía que sucedería, pero me había impactado ver que ya estaban ahí afuera, cuando bajé a las seis de la mañana a beber un poco de agua. De vez en cuando alzaban sus cámaras con largos lentes en dirección a mi casa, seguramente buscando algún movimiento en el interior.
Era algo bueno que tuviera vidrios reflectivos.
No había forma de que fuesen capaces de verme en mi bata, con mi cabello desordenado y con mi cara al desnudo.
Gualter me miró, agitando su cola en desespero y supe que ya no podía mantenerlo por mucho más tiempo en el interior.
—Ya sé, chico, ya sé. Pero antes de salir debo arreglarme. No queremos que todo Yartes me vea en este estado, ¿no?
Antes de dirigirme al baño dejé funcionando la cafetera, porque algo a lo cual no podía rendirme era a mi café matutino. Al ver mi rostro en el espejo me percaté de los círculos oscuros bajo mis ojos, a mi cabello enmarañado y a mis labios pálidos.
También le faltaba humectación a mi piel.
Sí, definitivamente no quería que todos me vieran así.
En diez minutos había logrado controlar mi cabello, limpiar y humectar mi rostro, agregar un poco de corrector a mis ojeras y darle color a mis labios. Ahora lucía como una persona más viva.
La bata que utilizaba era una que me habían regalado la navidad pasada y que nunca había tenido la oportunidad de utilizar. Hecha de algodón, era más fresca de lo que pensaba, y el color celeste le sentaba bien a mi tono de piel.
Sirviéndome café en mi taza, di dos respiraciones profundas antes de abrir la puerta. De inmediato escuché el sonido de los flashes dirigiéndose hacia mi persona, pero no miré al lugar dónde estaban los fotógrafos.
Solo vi el correteo de Gualter por mi jardín, mientras yo me acomodaba en un sillón individual que tenía bajo techo. Dándole un sorbo a mi café, hice mi mejor esfuerzo para parecer tranquila, aún cuando lo único que podía escuchar esa mañana fresca era el sonido de las cámaras y no el trinar de los pájaros, como estaba acostumbrada.
Debía acostumbrarme, después de todo.
Una vez que fuese elegida como la prometida del príncipe real y me convirtiese en su esposa, ese sonido sería algo constante en mi vida.
No solo un par de cámaras que solía enfrentar cuando participaba en eventos de beneficencia, sino muchas de ellas, constantemente siguiéndome, aún cuando yo no quería.
Mientras pronto hiciera las pases con el hecho de que ya no tendría privacidad, mucho mejor.
Seguí bebiendo mi café, viendo como Gualter bajaba su intensidad hasta que se sentó a mis pies. Su lengua estaba afuera mientras respiraba con rapidez.
—¿Ya agotaste tu energía, amigo? —Le acaricié su cabeza y el solo ladró en afirmación—. De acuerdo. Es momento de arreglarnos y salir.
El sonido de las cámaras me siguió todo el camino hasta mi puerta y cuando cerré esta tras mío, por fin sentí que podía respirar con normalidad. Con mi perro nos quedamos mirando e involuntariamente dejé escapar una risa seca.
—¿En qué demonios me metí, Gualter?
Él solo ladeó su cabeza y dudé que mi perro me diese alguna respuesta.
Lo restante de mi día fue acotado. Mientras dejaba que Gualter comiera y bebiera en la cocina, me di una ducha rápida para comenzar a prepararme para un nuevo día trabajando.
Sin embargo, mientras me secaba el pelo me pregunté cómo sería esta dinámica con los paparazzis.
No tenía dudas que había otro grupo esperando ya en mi lugar de trabajo, pero los que estaban aquí, ¿me seguirían? ¿O solo estarían satisfechos con las fotos que me habían tomado recién comenzada la mañana?
¿Y luego de eso? ¿Cuándo intentase ir a comprar? ¿Sería capaz de dar un paseo tranquilo por el vecindario con Gualter? ¿O tendría que estar siempre atenta a mis alrededores, para evitar cometer algún error al relajarme?
—Ni siquiera has salido. No puedes estresarte por algo que ni siquiera ha sucedido —murmuré, comenzando a aplicar mi maquillaje—. Sí. Solo me enfocaré en lo de ahora y luego veré como proceder.
Manteniendo aquel monólogo interno mientras terminaba de arreglarme, logré relajarme lo suficiente para que se mostrase.
Ya lista, con Gualter fuimos a mi garaje y até su correa a los asientos traseros. Sentándome en el asiento del conductor, tomé una respiración profunda y abrí las puertas. Vi a lo lejos como los flashes se dirigían en mi dirección, pero solo me enfoqué en conducir.
Abrí el portón eléctrico y con cuidado saqué el auto, intentando no pasar a llevar a los hombres abarrotados que empujaban sus cámaras contra los vidrios.