Aldawen

CAPÍTULO 8

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La escolta de la familia real esperaba fuera de mi residencia, junto con una horda de paparazzis aguardando cualquier destello de mi persona para dejar aquellos flashes libres.

Durante mi vida había experimentado muchas situaciones donde tenía que permanecer con un rostro amable cuando empujaban cámaras en mi cara, pero no se comparaba al mar de personas que habían comenzado a acampar fuera de mi casa desde que se había filtrado en la prensa que el príncipe real me había invitado a una cita en el palacio de Pantol.

Por eso, aunque intentaba permanecer tranquila y serena, mi estómago se había mantenido en un nudo constante desde la noche anterior.

Perfilar una sonrisa tranquila ante todas las personas que habían invadido mi sala, para prepararme para la cita, se había sentido todo un desafío. Mucho más responder con una voz serena a todas las preguntas que mis padres dirigían hacia mi persona.

Porque ese día era importante.

Todos lo sabían, pero para mi familia era mucho más que solo ponerme en una posición para ser la siguiente reina consorte de Yartes.

Significaba cumplir el deseo del sobreviviente a la rebelión que sacó a la Casa de Epecto del trono.

Significaba un cambio a como se conocía la realeza en la actualidad.

Por esa razón era primordial que mi papel fuese impecable en aquella cita.

De ello dependía un plan que se había traspasado de generación en generación.

—No olvides todo lo que te hemos enseñado, Dyna —susurró mi padre, frente a mi puerta cerrada. La seriedad en sus ojos siempre lograba que se me erizaran los vellos del nerviosismo—. La esperanza de nuestra casa está puesta en ti.

Asentí, lista para enorgullecerlo a pesar del miedo en mi estómago.

—No le defraudaré.

—Bien. Hora de actuar.

Abrió la puerta de mi casa y yo salí al fresco día de junio. El sol estaba en lo alto en el cielo despejado, y la pequeña brisa que soplaba era agradable.

Utilizando un vestido simple color violeta, mis brazos estaban al descubierto, junto con mis tobillos. Gracias a ello mis tacones del mismo color relucían. Mi cabello estaba alisado tras mi espalda, mostrando los pendientes largos que llevaba gracias al peinado simple que me habían hecho.

El maquillaje también era sutil, pero lo necesario para ocultar las ojeras que habían aparecido luego de mi falta de sueño por los nervios.

En mi bolso de mano llevaba maquillaje para retocar cuando fuese necesario, mi cepillo de dientes, perfume y mi celular. Y en mi otra mano llevaba un abrigo blanco por las dudas.

A pesar de la distancia podía ver los flashes disparados hacia mi persona y me acerqué con paso firme a las puertas cerradas de mi valla de metal.

Los días que siguieron luego del baile que había compartido con el príncipe, hubo un flujo constante de periodistas fuera de mi hogar, siguiéndome y monitoreando cada cosa que hacía. Sin embargo, ahora sentía que el número se había triplicado.

¿Acaso todos los paparazzis del país estaban fuera de mi casa en ese momento?

Había sido soportable los flashes golpeando mis ojos los últimos días, pero ahora me dificultaba caminar manteniendo una vista clara en mis pasos y en lo que estaba más allá de mí.

Aún así, mantuve mi rostro tranquilo hasta que llegué a la puerta.

Del auto salió un hombre trajeado, que me hizo una pequeña inclinación de cabeza.

—Señorita Dyna. Soy Enzo y hoy seré el encargado de llevarla al palacio de Pantol.

—De acuerdo.

—Déjeme ayudarle.

Abriendo la puerta, él se encargó de que nadie pasará más allá mientras yo cerraba el cerrojo.

Aunque no era la mayor de sus preocupaciones. Gritar las diferentes preguntas en mi rostro sí.

—¿Ha estado en contacto con el príncipe Mael, Dyna?

—¿Es verdad que es amiga de los príncipes de Elish?

—Una fuente nos dijo que tuvo un altercado con la señorita Jedyth durante el baile. ¿Es verdad?

—¿Ha hablado con su hermana acerca de su cita con el príncipe el día de hoy?

Dejé que Enzo me llevará hacia el auto negro, dónde agradecí la tranquilidad del interior. Aún podía ver los flashes a través del vidrio polarizado, pero era lo suficientemente tenue para no perturbarme como lo había hecho hace solo unos segundos atrás.

Enzo entró al auto y lo encendió, comenzando a conducir con cuidado al principio, para evitar arrollar a todas las personas que se agolpaban alrededor.

Aumentó la velocidad y con rapidez salió de mi vecindario.

No fue necesario ver hacia atrás para saber que todos nos seguían y solo intenté calmarme en los asientos traseros.

Necesitaba concentrarme en lo importante. Después de todo, no podía estropear ese día.




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