Había mucho movimiento en el jardín de los príncipes reales.
Todo el personal de mi parte del palacio estaban cerciorándose de que todo estuviese a la perfección en el monoptero de mi jardín.
Aprovechando que la primavera se iba y el clima agradable del verano se acercaba, decidí que lo adecuado sería tener mi primera cita con Dyna de Epecto en el jardín, rodeados de la naturaleza y el silencio.
Dándole otro vistazo a la mesa solitaria con dos sillas, intenté demostrar una tranquilidad que no sentía.
Porque decir que estaba nervioso era algo poco.
No había sido capaz de tener un bocado durante todo el día, debido a los nervios apretando mi estómago, y sentía que en cualquier momento vomitaría por la agitación en mi interior.
Toda la semana había estado enfocado en mi trabajo para la corona y había ayudado a distraerme. Sin embargo, mientras más días pasaban, menos lograba olvidar mi cita con Dyna.
Y mucho menos ignorar su presencia.
Porque, aunque lo intenté, lo único que no pudo irse de mi mente fue la persona con quién compartí mi primer baile.
A sus ojos. A su expresión en blanco que poco dejaba a entrever. A su voz tranquila y dulce. A lo que me hizo sentir con el pequeño toque de manos que tuvimos.
Y tampoco ayudaba que todos hablaran de ella. Tanto en el palacio como fuera de el.
Ese mismo día había estado lleno de expectación por su llegada. Podía ver los rostros de todos a mi alrededor y comprendía como se sentían.
Yo estaba igual.
Ansioso por verla. Por hablar con ella. Por solo estar en su presencia.
Aunque me hubiera gustado solo estar los dos, esta privacidad fue lo mejor que pude conseguir para nuestra cita.
El cocinero junto con los ayudantes de cocina estaban listos para cuando llegara, junto con los relacionadores públicos del palacio, que esperaban al lado de Jordan.
Sabía que estarían a una distancia adecuada, dónde nos dejarían platicar con tranquilidad, pero solo pensar en sus miradas en nosotros me incomodaba.
Porque imaginaba que Dyna no podría relajarse por completo con aquello.
Aún si tenía más experiencia lidiando con las formalidades de la nobleza, el protocolo que se trabaja al interior del palacio era algo completamente diferente.
Solo esperaba que todo esto fuese suficiente para que se abriese un poco.
Lo que más quería era conocer más de ella.
Escuchar de su propia boca cosas que estaban plasmadas en su informe.
—Su Alteza Real. —Una voz me sacó de mi trance y me volví a uno de los trabajadores, quién hizo una pequeña reverencia—. La señorita Dyna de Epecto ha llegado.
Un escalofrío de expectación subió por mi espalda y yo le asentí, intentando mostrarme lo más sereno posible.
—Que entre.
—De inmediato.
El hombre desapareció en el edificio, solo para volver segundos después con la mujer que ocupaba mis pensamientos.
Utilizando un recatado vestido violeta, con tacones a juego y un peinado simple que dejaba a ver su rostro, me robó el aliento.
Verla caminar hacia mí con tanta confianza me demostró cuánto pertenecía a ese lugar.
No lucía fuera de lugar.
No. Es casi como si hubiera nacido para estar ahí, frente a mí, dentro de los muros del palacio.
Sus ojos se encontraron con los míos y me decepcionó un poco ver la seriedad en ellos.
Aunque era de esperarse.
Me aseguraría de derribar cada muro que tuviese, hasta finalmente conocer que residía en su interior.
—Su Alteza Real —dijo Dyna, realizando una reverencia cuando pocos centímetros nos separaban—. Es un honor estar en su presencia.
Y también me encargaría de que dejase de lado toda esa formalidad. Al menos cuando estuviésemos juntos.
—El honor es mío, señorita Dyna. —Me acerqué y ofrecí mi brazo—. ¿Vamos? Decidí que sería una buena idea comer al aire libre. Espero que sea de su agrado.
—Lo es, Su Alteza. —Enlazó su brazo con el mío y caminamos hacia el monoptero decorado—. Es un hermoso jardín.
—Me alegro que le guste. Es el jardín de los príncipes reales, así que solo estaremos nosotros junto a algunos trabajadores. —Rodeamos el pequeño lago, caminando entre los arbustos recortados—. Imaginé que le gustaría tener privacidad y esto es lo mejor que pude lograr. Discúlpeme.
—No es necesario, Su Alteza. Comprendo sus circunstancias. Agradezco que haya pensado tanto en nuestra cita. —Dyna miraba alrededor con un pequeño brillo de asombro y eso me hizo sonreír—. Es un hermoso lugar. Estoy segura que tendremos un día de lo más agradable.
Oh, desde que ella había llegado que mi día se había vuelto agradable.