Aldawen

CAPÍTULO 10

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Me quedé pasmada ante su declaración.

Es verdad que había visto la curiosidad en su mirada cada vez que nuestros ojos se encontraban, pero no tenía idea que se sentía atraído por mí.

Pensé con cuidado mi respuesta, intentando no mostrar el nerviosismo que me embargaba.

—Participé del baile y acepté su solicitud para la cita de hoy teniendo aquello en cuenta, Su Alteza. Sé que esta unión nace del beneficioso para ambas familias, pero nunca me he cerrado a que aparezcan sentimientos más genuinos. —Intenté que no se percatara del agarre tenso que tenía en su brazo—. Lo que intento decir es que estoy dispuesta a forjar un futuro a su lado, Su Alteza.

Y, sorprendentemente, mis palabras eran sinceras.

Había llegado con una resolución de acero, que rápidamente fue despojada por la expectativa y el nerviosismo de estar en la presencia del príncipe heredero. Todo lo que había ensayado simplemente desapareció y cada vez que nuestros ojos se encontraban, temía que fuese capaz de ver mis verdaderos sentimientos.

Algo parecido había sucedido el día del baile.

Solo la presencia del príncipe real había logrado que cada fachada perfectamente construida se desmoronara.

Me sentía inestable frente a él.

Y aquello me aterraba porque significaba que podía poner en riesgo todo el plan de mi familia.

De alguna forma, no estaba en esa posición solo por mis esfuerzos ni por suerte, sino por el trabajo que mis padres habían puesto en mí.

Me habían forjado y criado de tal forma que encajaba a la perfección en el papel que la corona buscaba.

Era una creación de mi familia y por ende no tenía derecho de decidir por mí misma ni tampoco dejar que mis propios sentimientos se interpusiesen en el plan generacional de la casa de Epecto.

Y era esa misma razón la que hizo que mi hermana diera un paso atrás, para yo ocupar su lugar.

Quiso más de lo que podía obtener y aquello le costó la expulsión de nuestra familia.

Yo no podía seguir el mismo camino porque Hale había tenido la dicha de tener un repuesto: mi persona.

Si yo también le daba la espalda a la guía de mis padres, todo se desmoronaría.

Era la esperanza de Epecto y no podía dejar que mis sentimientos egoístas arruinasen todo.

Ese tren de pensamientos fue lo que necesité para volver a enfocarme en lo importante.

Ganarme el corazón del príncipe y utilizarlo a mi favor.

—Confío en sus palabras, señorita Dyna —dijo el príncipe, esbozando una sonrisa que brilló en sus ojos—. Espero que no se arrepienta una vez que comience a cortejearla abiertamente.

—No sucederá, Su Alteza. Una vez que decido algo, no doy vuelta atrás.

Y era verdad. Una vez que ponía mi mente en algo, no había forma de cambiar de opinión.

Seguimos caminando por el gran jardín en un silencio cómodo. Escuchaba el trinar de las aves en los árboles que nos rodeaban y aunque sabía que estábamos siendo vigilados por personal del palacio, me alegraba que nuestra primera cita fuese en la privacidad de ese lugar.

No estaba segura si hubiera podido soportar el escrutinio de la prensa y las personas en algún lugar público, aún si fuese cerrado para el príncipe heredero.

Al menos sabía que nada saldría de este lugar.

—Espero que no haya tenido una semana difícil por la prensa. Me siento responsable por toda la presión mediática puesta en usted —dijo el príncipe y yo negué con la cabeza.

—No es su culpa, Su Alteza. No fue sencillo adaptarme a esta nueva realidad, pero no es nada que no pueda soportar.

—Supongo que pertenecer a su casa ayudó en algo.

Definitivamente.

El escrutinio de la prensa iba mucho más allá que solo acampar fuera de mi casa y seguirme a todos lados. Los paparazzis y periodistas comenzaron a comunicarse con toda mi red cercana, intentando buscar alguna noticia que no se supiese públicamente.

Sin embargo, mis padres habían hecho uso de sus conexiones para que todos los medios de comunicaciones solo se enfocaran en mí, dejando de lado las demás personas.

Lo agradecía

Sabía que aquel gesto no se realizó por el bienestar de los demás, sino para evitar que cualquier dato comprometedor de mi persona fuese sabido, más lo seguía apreciando.

Eso significaba que no tenía que preocuparme porque mis trabajadores fuesen hostigados por la prensa solo por el hecho de trabajar conmigo.

—Sí, Su Alteza. Aunque debo decir que es a un nivel que nunca antes había experimentado. —Rodeamos una pequeña fuente, para adentrarnos en un camino delimitado por altos arbustos llenos de diversas flores—. Me hace admirar mucho más la vida que ustedes tienen. No debe ser fácil vivir de esta manera.

Vi el encogimiento de hombros del príncipe.




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