Las cosas para Santiago no salieron tan bien aunque Diana terminara dándole algunas caricias en las heridas que le propinara Luke. El grandote se dejaba arrastrar muy fácil para el lado de la violencia, pero la mayoría de las veces terminaba siendo un instrumento útil a los intereses de distintos “autores intelectuales” que resultaban impunes. Diana así lo entendía y no dejaba de usarlo merced a mimos muy sutiles y livianos a modo de recompensa. Esta vez ni siquiera compensó al pobre aceptándole una cita, pero no lo necesitaba para tenerlo aún bajo su ala.
Esa tarde fue a visitarlo a su casa porque sus amigos le habían dicho que estaba muy golpeado. La recibió su madre, una señora mayor rolliza de trato agradable, pero cuya mirada al recibirla no fue de mucha aprobación. Quizás por esa tendencia de la morocha de reducir su vestimenta a un par de ínfimos recortes de tela a pesar de que su cuerpo requiriera de bastante más.
—Adelante, niña, le avisaré que viniste, está en su cuarto.
—Disculpe, ¿no podría darle la sorpresa? No sabe que vendría y toda esta desgracia la soportó por mí.
—¿Eres su novia?
—¡Qué más quisiera! Dios escuche su voluntad.
Con los años, Diana aprendería que fruncir la boca formando una trompita serviría para derretir a unos cuantos chicos, pero a las madres les sonaría una alarma con implicancias levemente diferentes. No obstante la dejó pasar.
Santiago yacía en su cama con los ojos cerrados, el torso descubierto y tapado hasta la cintura. Tenía apósitos en la cara y en un hombro. Rasguños en los brazos y un moretón en el estómago. Aun así se lo veía atractivo, Diana pensó que si fuese un poco más inteligente y menos arrastrado tendría posibilidades con ella. Se recostó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. Santiago comenzó a moverse, algo confundido, hasta que la vio.
—¿Diana?
La chica abrió los ojos como si recién despertara y le regaló la mejor de sus sonrisas. Le costaba muy poco lucir bellísima.
—Hola guapo. ¡Qué noche me hiciste pasar, mira como quedaste!
Santiago intentó despegar sus labios para decir algo, pero todos sus sentidos aún seguían embotados por los calmantes que le dieron para soportar el dolor.
—¿A… anoche? No recuerdo. No entiendo…
—Bromeo, tonto. Pero no dejo de valorar lo que hiciste por mí.
—Está bien, tal vez en mi lugar hubieses hecho lo mismo.
La analogía no era aplicable en absoluto, pero a Santiago se le daba bien recitar frases hechas con sentido poco oportuno.
—Está bien, ¿cómo te sientes? ¿Quieres que te prepare algo? ¿Un té?
—No, gracias. Mi madre me despierta cada cinco minutos para ofrecerme lo mismo.
—Uff, pobre santa, ¿quieres dormir? Te estoy molestando, volveré más tarde.
—No—dijo casi agonizando en el tono.—Creo que me ayudas a mejorar estando al lado mío.
—Eres un dulce.—elogió Diana estampándole un beso en la punta de la nariz. Santiago creyó con eso que alucinaba por los calmantes.—Pero no me quedaré mucho tiempo, quiero que te recuperes.
—Quizás… cuando mejore… ¿Podamos salir? En la palabra “salir” se le aflautó la voz. A ella le enterneció ese patetismo.
—Mi vida… ¿Pretendes conquistarme ganando el cinturón de peso completo? Vaya que eres viril. Pero quizás te ayude a que ganes la contienda de una sola vez y esta princesa ceda a tus encantos por toda una noche, ¿qué te parece?
—¿A quién hay que matar?
Diana largó la carcajada.
—No mataremos a nadie, pero si jugaremos duro. Me duele ver a mi fortachón lastimado, me hace hervir de bronca, ¿y a ti? ¿No es justo que quien hizo esto reciba su merecido?
—Sí, aunque puedo entender que se haya enojado.
—¿Lo dices en serio? ¿Qué fue lo que le dijiste que justifique esto?
—Insulté a su amiga… o novia, no sé qué significa para él. Pero dije “tullida” refiriéndome a Aleris y no le gustó. Se nota que la quiere. No lo culpo.
Diana transformó su sonrisa en una mueca de disgusto. Una cosa había sido escuchar lo sucedido de una chismosa en el parque y otra de boca de uno de los protagonistas. Ahora no tenía dudas de que la enferma también debía pagar.
—No creo que la quiera tanto, creo que es una manipuladora que se vale de su enfermedad para dominarlo. Mira que ha logrado que lo justifiques, ¿te das cuenta? Ella ni siquiera estaba presente y logró que la defienda a golpes, esa pequeña monstruo es un peligro. Es demasiado perversa.
Santiago se reincorporó ayudándose de sus codos, no estaba tan convencido de los argumentos de Diana, pero no podía dejar de sentirse hechizado por su energía. Todo en ella le parecía hermoso, hasta su furia incontenida.
—¿Y qué propones?
A Diana se le iluminó el rostro.
—Un asalto. Tus amigos podrían ayudarnos, solo los asustaremos un poco, unos golpes a él, quitarle las muletas a ella, dejarla sin ayuda… cosas no tan graves, pero que los desesperen, que los asusten, que los hagan pagar. Si fuese en plena calle tus amigos pueden quedarse con el pequeño botín que lleven encima, ya sabemos que los Douglas no pasan hambre y nada que les quiten les traerá algún problema.
—Diana, Aleris Douglas solamente sale con su padre a hacerse estudios, y si fuese a cualquier otro lado no lo hace con nadie más que con él. Luke la visita en su casa, pero nunca la vio fuera de ese lugar.
—Eso veremos…
Santiago se la quedó mirando.
—¿No quieres saber?
—Sí, estoy esperando que me digas.
—Luke le prometió a Aleris que la llevaría en una salida clandestina a ver el centro de recreaciones. Solo ellos, a mitad de la noche.
—¿Y cómo lo sabes?
—Luke tiene pocos amigos, dos a los que pueda llamar así. Uno de ellos, el más cercano, es amigo de mi hermano. Y mío también con el tiempo. Lo suficiente como para traerme el chisme.
—¿Únicamente amigo?
—¡Ay, pero qué celoso! Si fuese otra cosa no te lo contaría, bobo. Te diré algo más, tu madre me preguntó si yo era tu novia…
—¡Qué metida! ¿Y qué le dijiste?
Diana se mordió el labio inferior, tenía estudiadísimo el efecto que causaba en los hombres.
—Que nada me gustaría más en el mundo—se estiró para darle un pico en la boca sin que el chico pudiese reaccionar.—Me voy, cuídate mucho que te necesito. Te estoy llamando.
Esa noche Santiago tuvo sueños deliciosos y tremendas pesadillas, ambos con la misma compañera.
Editado: 28.09.2022