Astrid escuchó el alerta de la alarma de proximidad que solo sonaba en su teléfono o equipo móvil más próximo. Encendió el monitor de vigilancia y pudo ver el preciso momento en el que Luke y Aleris
ingresaban por el alambrado. Presionó el intercomunicador para llamar a Rusnak.
—Señor, tenemos intrusos. Son dos niños, no aconsejo que libere a los perros o los reprima con algún recurso clase 2, podría traernos más problemas.
Rusnak encendió su propia pantalla, ya casi estaba a punto de marcharse a su departamento cuando surgió la novedad. Coincidía con su secretaria, no convenía utilizar ningún medio de fuerza y que luego el pueblo entero clame por su cabeza antes de abrir.
—Los veo desde aquí, Astrid. No se preocupe, me encargaré personalmente. Vaya a descansar.—cortó y miró hacia la pared. Era lo más parecido que podía permitirse en ver a su socio a la cara.
—Te lo advertí, uno de esos chicos es la hija de Douglas. Es casi una inválida, pero fue capaz de conseguir a un vasallo que la traiga en andas. Esa niña es aún más poderosa que su padre. Debemos acabar con ella, Rusnak.
—No podemos hacer semejante cosa. ¿Quieres que nos cierren el centro antes de inaugurarlo? ¿Sabes las consecuencias que traería la muerte o desaparición de la hija de uno de los miembros más importantes de esta comunidad? Piensa un poco en por qué me necesitas en momentos como este.
La sombra guardó silencio unos instantes. La lógica de Rusnak era innegable.
—Muy bien, pero debes ocuparte de ella cuanto antes.
—Por supuesto, de hecho si observas el monitor, verás que tengo una excusa perfecta para acudir a su encuentro en persona. La pantalla estaba partida en seis imágenes, en dos de ellas aparecían tres figuras más traspasando el alambre cortado. Iban al encuentro de los invasores anteriores, los venían siguiendo sin que quepan dudas.
—Necesitaré de tu ayuda. Hoy tengo ganas de volar.—dijo Rusnak rematando la frase con
una risa exagerada.
Editado: 28.09.2022