Aleris del Infinito

Capítulo 13 - Acorralados.

Una especie de pérgola en ruinas los esperaba a unos pocos metros, solo que en lugar de representar el altar soñado de más de una pareja de novios bien podía ser una imagen extraída de la pesadilla de un lunático. Ornamentada con ramas secas con el aspecto de dedos huesudos, molduras de madera vieja y resquebrajada y bañada en una pintura que se intuía desagradable y de mal gusto, aun cuando fuera como parte de alguna intención para provocar algún sentimiento. En el medio se erigía la figura de un sacerdote con una sonrisa diabólica que invitaba con un brazo extendido, a pararse frente a él. En la otra mano llevaba una suerte de biblia pequeña. Todo permanecía inmóvil, pero a Aleris le pareció estar viviendo una calma precedente a la tormenta.

—Luke, ¿estás tratando de proponerme algo?
El chico quedó desconcertado con la pregunta hasta que entendió el chiste y sus mejillas se encendieron.
—No, tonta. Nunca voy a ser de esos que se arrodillan con un anillo en la mano. Son patéticos.
—Bueno, era solo un chiste, ya sé que nunca se te ocurriría. Ni a ti y a unos cuantos, supongo.—luego de decirlo se mordió la lengua, había olvidado el motivo de su última discusión, que casi coincidía con esas palabras de disparador.
—No, no quise ser grosero. Sabes que soy tu amigo y…

Antes de poder completar la frase, un ardor le quemó la boca. Una rama le había azotado la cara y las hojas ásperas se le pegaron a la lengua. Trastabilló pero sin llegar a caer, Aleris comenzó a gritar cuando vio que la rama era sostenida por alguien alto y muy fornido. Luke levantó la vista y se encontró con la de un exaltado Santiago que se preparaba para dar un nuevo golpe.

—¡Espera! Pelearemos si es lo que quieres! Pero nada más déjame soltar a Aleris, no quiero que se lastime.
—¡No! ¡Luke, no me sueltes, te matarán si lo haces!
—¡Cállate!—dijo Luke con la mayor firmeza que la chica escucharía de sus labios—Voy a soltarla, ¿de acuerdo?

Santiago no hizo ningún movimiento para detenerlo. Luke se acercó al césped para que Aleris se apoyara sin hacerse daño.

—No, por favor, te lastimarán.
—Tranquila.

Luke se acercó y le dio un beso en la frente. No supo por qué lo hizo, pero le gustó verla tan preocupada. Y para ella a su vez ese beso tuvo gusto a despedida. Fue raro para ambos. Luke se incorporó y sacó lo que pudo de su escuálido pecho para enfrentarlo. Pero el muchachote no estaba solo, dos muñecos más lo acompañaban con cara de chicos malos, entrechocando puños en un cliché que en otras circunstancias se hubiese visto divertido, quizás si la salud física de otro fuera la que estuviese en riesgo.

—¿Siempre usas armas tan sofisticadas?—dijo señalando la rama que Santiago aún tenía en la mano. El grandote la tiró enseguida como si de repente se diese cuenta de que lo hacía ver muy tonto.
—Voy a molerte a golpes. Y luego tal vez utilice la navaja para llevarme un souvenir.
Detrás, sus compañeros rieron tontamente.
—Muy bien, dame lo que tengas.

Santiago encaró decidido, cuando lo tuvo enfrente le tiró un golpe que esquivó sin problemas. Hubo una segunda vez en que Luke pudo ensayar una finta y el puño de su rival fue a dar a un árbol, abriéndole los nudillos. Pegó un grito de dolor a lo que Luke respondió con una carcajada. Santiago no podía permitirlo, se lanzó con la mayor velocidad al ataque y rodeó el cuello de su rival con las manos, haciéndolo caer. Se sentó sobre su abdomen y comenzó a asfixiarlo. Luke se iba poniendo rojo.

—¡Basta! ¡Por favor, te lo pido, mi padre te dará lo que quieras pero déjalo en paz! ¡Vas a matarlo!—Aleris se veía angustiada con el brazo estirado, derrumbada en el césped y sin poder moverse. Los dos secuaces permanecieron quietos. No podían intervenir en una pelea que aparentemente estaba liquidada. Tampoco estaban seguros de querer ser cómplices de asesinato. Parecían estar en trance o corto circuito. Luke estaba a cinco segundos de exhalar su último suspiro cuando el cielo bramó sobre ellos. Santiago dejó de presionar para mirar hacia arriba. Luke aprovechó para tomar una bocanada de aire, no tenía fuerzas para quitárselo de encima. A la oscuridad de la noche se la habían sumado nubes extrañas, veloces y densas. Se formaban con excesiva rapidez. Líneas de brillantes relámpagos asomaban por detrás. Durante unos segundos todos quedaron hipnotizados con el espectáculo.
De pronto, las nubes se fusionaron al medio y formaron una silueta descendente, algo así como un ave gigante que se acercaba a la tierra flotando con suavidad. La composición gaseosa se iba desprendiendo y revelando la verdadera naturaleza de esa criatura que aún no se parecía a nada que los presentes hubiesen visto antes. Luego, lo que podía ser un hombre alado de grandes proporciones que doblaba en tamaño a Santiago, culminó su descenso con lentitud. Iba enfundado en un traje negro y llevaba una máscara del mismo color, con puntas de hierro. Mientras llegaba al suelo, sus alas se convertían en una capa harapienta que en apariencia, sustentaba su falta de gravidez.
Tocó tierra a varios metros de los contendientes y continuó caminando hacia ellos. Extendió el brazo hacia uno de los inútiles ayudantes que había sacado un cuchillo. El chico levitó y acompañado su cuerpo de un gesto de aquel fantasma voló hacia la copa de un árbol y cayó a la hierba. El hombre de negro señaló al otro y también sin tener que tocarlo lo enterró dejando solo su cabeza afuera. La figura siguió avanzando y con el mismo gesto separó a Santiago del malogrado Luke. Volvió a estirar una vez más el brazo terminado en un guante metálico, pero esta vez para alzar al chico que casi muere asfixiado, estrechando su mano. La máscara era bastante espantosa, parecía estar formada de algo que despedía una especie de brillo independiente de la luz natural. Su voz sonó suave, pero firme.

—Ve a ayudar a tu amiga.


Luke asintió y fue corriendo al auxilio de Aleris. Prefirió quedarse a su lado hasta ver que pasara en lugar de echarla una vez más sobre los hombros.
La silueta se paró en medio de los tres contendientes abatidos.



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En el texto hay: fantasmas, fantasa, amor adolescente

Editado: 28.09.2022

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