Alex tenía los ojos bien abiertos al igual que su boca, que, sin embargo, no dejaba de tiritar de frío. Daniel tuvo una oleada de dolor por la incertidumbre que le provocaba la situación.
—¿No vas a continuar? ¿Supongo que no terminará todo allí, verdad?
—¡Claro que no! Dame un respiro, no quiero que me falle la memoria y luego tenga que corregirme, le quita el efecto. ¿Cómo te trata el frío? No dejes de mover los dedos de las manos y de los pies, debes evitar que se congelen para que después no te duelan.
—Estoy bien, ¿vendrán a buscarnos?
—Supongo que sí, déjame echar un vistazo, ¿me prometes no salir?
—De acuerdo, pero no tardes.
Daniel abrió la puerta de la camioneta y se deslizó como pudo, la nieve caía con menos fuerza pero sin cesar. Lo invadió una gran desesperanza hasta que le pareció ver algo en el árbol que antes no estaba. Se acercó tratando de no hundirse más de lo necesario, le costó casi un minuto para hacer apenas 7 u 8 metros. Cuando por fin llegó al árbol caído, pudo divisar bien un jirón de tela oscura que colgaba de una de las ramas. Trepó como pudo para poder llegar a tomarlo, aún con el tronco horizontal, le quedaba muy alta, pisó una de las ramas a mitad del tronco y pudo tomar la tela con dos dedos. Cuando lo hizo la rama cedió y cayó hacia atrás, la nieve le hizo un colchón perfecto así que no sufrió golpes al quedar de espaldas. Tenía la tela en su mano derecha. Se incorporó como pudo, casi sin aliento y volvió hacia la camioneta. Alex se estiró para abrirle la puerta, seguramente porque vio el esfuerzo que hizo.
—¿Estás bien, papá?
—Si, creo que un poco de nieve y un árbol caído todavía no pueden con tu viejo.
—¿Qué es eso?
—¿Este trapo? Bueno, no estaba antes en el árbol, ¿o sí?
—No, ¿puedo tocarlo?
—De acuerdo.
—Mira, tiene el logo…
Daniel no había notado un sobreimpreso que tenía la tela en un extremo.
—¿Logo? ¿Sabes de qué es?
—De la casa de juegos, mami me lleva a elegir algunos para mi consola.
—¿Juegos? Me parece familiar, ahora que lo dices.
El hombre sabía que eso se trataba de una señal, no podía ser que apareciera enganchado al árbol y no lo hayan visto. Y ahora lo del logo que su hijo reconocía, si bien podía ser una especie de coincidencia, no entendía de qué tipo. Ya no les quedaba casi agua, la batería de la luz iba mermando y el frío era cada vez más insoportable.
—Papá, quiero saber qué pasó con Aleris y Luke. Por favor.
Daniel miró a su hijo con auténtico amor, supo que sabía que la situación era realmente grave pero su preocupación era no morir sin saber el final de la historia.
—Muy bien, quizás Aleris quiera ayudarnos mientras sigo mi relato.
***
Tony llegó a las puertas del parque con cierto revoltijo estomacal. Todo esto le producía una incomodidad extrema y desde hacía tiempo tenía por regla alejarse de lo que lo sacara de su zona de confort. Pero esta vez no podía hacerse el tonto, muchas cosas convergían para que esté cerca de su sobrina y de paso pueda aclarar esos detalles tan sobrenaturales que lo estaban acechando. Luego de ver la foto con esa presunta Aleris que no podía ser ella de ninguna manera, recibió el llamado de dueño del nuevo centro de recreaciones. En tono muy cordial no tardó en citarlo para una entrevista de trabajo. Al principio lo invadió una oleada de alegría y optimismo, pero ahora frente a ese mamotreto siniestro, no podía sentir algo siquiera parecido.
Luego de golpear con un manillar en forma de garras atenazadas apareció en breves instantes la imagen de una mujer amable, pero de mirada triste. Hizo una seña para que pase sin emitir palabra. Tony la siguió y una vez dentro, no pudo dejar de recorrer con la vista la decoración gótica, con algunos accesorios de dudoso buen gusto pero efectivos a la hora de causar intimidación.
Al llegar a la puerta del despacho de Rusnak, la mujer le hace una nueva seña indicando que pase. Su anfitrión se incorporó de su sillón para darle la mano y al mismo tiempo le ofreció asiento y una bebida. Tony aceptó lo primero, no quería tomar algo que acentuara su malestar.
—Hace dos días conocí a su sobrina, señor, déjeme decirle que es una persona muy especial.
—Lo sé, realmente uno se olvida de su problema de salud al rato de estar con ella. Incluso de la edad, siempre termina dándome algún consejo ella a mí y no como debiera ser, a la inversa.
—Así debe ser, créame que no soy de los que aceptan sugerencias de niños, pero Aleris me cautivó desde el primer momento y no pude más que aceptar la suya para entrevistarlo. ¿Tiene experiencia con público en cantidad?
—Algo, he trabajado más que nada en lugares pequeños, bares y ese tipo de sitios.
—Muy bien, no habrá problemas. Pero en realidad lo que me interesa saber es si está dispuesto a que lo ayude a construir su rutina.
—¿Y eso, cómo sería?
—Rusnak se echó hacia atrás, cruzando las manos por detrás de la nuca.
—Hablo de convertirlo en un ilusionista de renombre, mi amigo. Algo que solo requerirá de su real deseo de ser una celebridad.
—¿Y por qué yo?
—Me acaba de dar la clave, no es conocido masivamente, sabe de lo que hablamos cuando decimos magia e ilusionismo y supongo que su artista interior estarán brincando de alegría con esta oportunidad que le darán reconocimiento y ovaciones garantizados, ¿no es así?
—La verdad, casi suena a que yo debiera pagarle…
Rusnak rio con ganas.
—Valoro su sinceridad. Definitivamente, no me presentará dificultades al negociar su sueldo.
—¿Eso será un problema?
—Para nada. O al menos eso creo —abrió un cajón y sacó una chequera. La extendió a su invitado— Escriba el número. Sin miedo. Piense en eso como un pago mensual.
Editado: 28.09.2022