Luego de recorrer el lugar en silencio, podía decirse que si algo unía a esa familia tan particular era el asombro. Si bien Martin Douglas había viajado y conocía atracciones turísticas pensadas para divertir, entretener y sorprender a todos los targets de personas y grupos de personas disponibles, lo que Rusnak había logrado con ese parque en tan poco tiempo era más que asombroso.
—Me pregunto cuando terminaremos de recorrer todo esto, parece interminable—arrojó Aleris, sin reflejar desánimo o cansancio. Su padre la miró satisfecho, no era sencillo deslumbrar a esa niña.
—La verdad, princesa, no creí que esto fuese tan magnífico. Vale la inversión que se ha hecho, aunque me pregunto si el rédito será el proyectado en esta zona.
Sara puso los ojos en blanco y tironeó del brazo de su marido.
—¿Tienes que darle a todo una proyección de negocios? ¿Ahora mismo, en este preciso instante en el que solo hay que relajarse y disfrutar?
Martin sonrió, con algo de vergüenza. Sara tenía mucha razón, no tenían una salida familiar como aquella desde hacía mucho tiempo y era un despropósito convertirla en una inspección de balances.
—Tienes toda la razón, intentaré sacar mi niño interior y entregarme a la experiencia.
Luke estaba abstraído, obnubilado, seducido por las distintas estaciones que se les presentaban. Estaba la “Casa de los 1000 horrores” en las que se prometían criaturas del averno capaces de convertir cabelleras en un cúmulo de canas platinadas, montañas rollercoasters con velocidades y caídas para el infarto, y hasta circos romanos en los que gladiadores peleaban entre sí y con animales robots, de increíble realismo. Luego estaban las carpas más tradicionales, tipo feria con merchandising ofrecido a modo de venta callejera, a los gritos y por gente disfrazada con atavíos de diferentes épocas. Podía uno encontrarse con un boticario del viejo oeste vendiendo refrescos con el speech de tónicos multiuso, o puestos en los que alguna dama con aspecto de bella hechicera ofrecía talismanes capaces de brindar hasta la inmortalidad. Muchas de esas personas eran habitantes del mismo pueblo, otras, rostros tan ajenos como extraños en cuanto a su apariencia sombría y misteriosa.
—¿Tiene idea de cuánta gente del pueblo trabaja aquí, señor Douglas? —preguntó Luke con legítima curiosidad.
—No tengo idea. Pero, si mi esposa me permite hacer un estimado sin regañarme, diría que un 25 o 30% de la gente con capacidad laboral está cumpliendo alguna tarea por aquí.
Sara rio con picardía, Aleris seguía en su mundo, no quería perder detalle de ese mágico y extraordinario mundo que solo había visto en alguna que otra película o documental. Martin la observaba y disfrutaba de su fascinación, al punto de no querer interrumpirla en su fascinación. Hacía mucho que no veía en ella esa expresión de niña inocente y con capacidad de sorpresa que exhibía en ese preciso instante.
—Señor Douglas…
—Por favor, llámame Martin.
—De acuerdo, señor Martin, ¿le importaría si buscamos el puesto de magia con el tío de Aleris? Dicen que está haciendo un muy buen trabajo.
Douglas miró al chico como lamentando haberle dado confianza. Aleris lo estaba utilizando como ariete para obtener un permiso que ella misma no quería tramitar, pero cuando cambió la mirada hacia ella, parecía sorprendida.
—¡Juro que no fue cosa mía! Sabía que tarde o temprano lo veríamos, pero esto de verdad es muy grande, no creo que lleguemos a recorrerlo en esta sola noche. Si quieres, Luke y yo vamos por otro camino mientras ustedes siguen recorriendo por aquí.
—Douglas miró a su esposa, casi sabiendo lo que encontraría. Y Sara tenía su sonrisa de complicidad a flor de labios.
—Los chicos quieren algo de privacidad, querido, ¿no lo entiendes?
—Oh, no, —se apresuró a decir Luke, no es eso, es que…—Martin se sintió divertido ante la súbita vergüenza del muchacho.
—Ya váyanse, antes de que me arrepienta, ¿segura de que puedes moverte con comodidad?
—Soy la atracción más completa de la feria, descuida, no me echarán a perder tan fácil, no les conviene.
—¡Si no nos encontramos, en una hora exacta los espero en la puerta!
—De acuerdo, señor, —dijo Luke con la sensación de que no sucedería con esa esperada precisión.
Estaban ya camino a donde Tony les había marcado la ubicación de su carpa —y que Aleris se negó en confiar a su padre— cuando dos muchachos les cortaron el paso. Los mismos que los atacaron en las afueras del parque en su anterior excursión.
—No otra vez. —susurró Aleris.
—¿Qué? ¿De verdad nos van a hacer algo en medio de tanta gente? ¿Creen que nadie se meterá?
El más alto hizo una mueca de sonrisa siniestra, más que burlona, casi desconocida en su rostro habitual, el del mandadero de la chica problemática que se le tenía jurada a la pareja.
—En realidad venimos a pedir que nos acompañen gentilmente. Ahora trabajamos para el señor Rusnak y nos ordenó que los llevemos a ambos a conversar con él.
Luke miró a Santiago con más extrañeza que desconfianza. Pero veía que tanto Santiago como su compañero llevaban disfraces propios del staff del parque, algo así como de marineros y grumetes de barco pirata.
—¿Y si nos negamos? —dijo Aleris sin pensar con mesura en las consecuencias. Santiago estrechó su sonrisa.
—Pues entonces, deberemos insistir con más fuerza.
Editado: 28.09.2022