¡alerta Caramelos!

Capitulo 3

 

***

 

¿Estaba temblando? No creo estar temblando, eso sería exagerado. Solo…le eché encima agua sucia, sí, claro.

Ay.

Eso no mostraba ser mejor. Solo afirmaba una mala situación, pésima situación. Los ojos azules del hombre cada vez se hacían más intensos, en su momento la confusión se transformó en molestia, y ni siquiera fueron sus ojos que me mostraron su descontento de forma abierta quienes casi me hicieron desmayarme ahí, sino su voz; una corta y directa murmuración que puso mis pelos de punta.

—Esto es increíble.

Porque la reconocía.

Su tono bajo y vibrante. Firme a pesar de ser un murmuro, y directo en pocas palabras. Ahora me hablaba a mí mientras que en mi cabeza no sabía cómo reaccionar de manera más correcta que inclinándome, hasta que las hebras de mi cabello casi tocaron en suelo al hacerlo.

—Perdón. No fue mi intención —Mientras me disculpaba, en mi cabeza tenia mil formas de recriminarme por semejante acción que había hecho  ante él —Yo le pagaré la tintorería. Todo a mi costo. Si quiere déjeme algún número para contactarlo y yo lo haré. Se lo prometo, no era mi intención que pasara esto.

Bueno, ahora si estaba temblando.

Cerré mis ojos con fuerza sin tener la voluntad de verlo a la cara. Pero era imposible no imaginar sus ojos recriminándome, acechándome en mi cabeza mientras soportaba hasta que terminara esto, o hasta que me reconociera. La sola idea de la situación en la que me encontraba me hacía cerrar los ojos con más fuerza, tratando, y aun sabiendo que sus ojos de azul claro no desaparecerían así, porque sí.

Solo tenía que esperar a que hablara.

—Está muerta —me llegó un susurro.  

Solté un grito interior, y no de alegría, cuando sentí su mano en mi hombro, empujándome a verlo.

No quería. Si existiera una forma de detener semejante acto tomaría ese camino, aun si fuera necesario comer cerezas para ello.

—Candidiana, está muerta ¿Lo sabe?

La voz de Alaska llegó de sorpresa a mis oídos, y levanté mi cabeza logrando ver entre mis mechones pegados a la cara como su mano estaba en mi hombro, y como su boca se encontraba cerca de mi oído.

Concha de su…—De un salto me alejé  de ella. Y busqué entre el pasillo al hombre, solo encontrando que estábamos únicamente las dos —. ¿Y el hombre?

—Ah, se fue hacia el cambiador. Cuando te inclinaste pidiéndole perdón desesperadamente se fue de inmediato.

—Entonces fuiste tú quien me susurró… —Llevé una mano a mi corazón —Vale verga. Casi me das un ataque al corazón.

—Si…—Su cabeza miró hacia atrás en tanto me ayudaba a enderezarme. Cuando Alaska volvió su cabeza, esta me miró a los ojos, había preocupación en ellos — Candidiana. Llevo un tiempo trabajando en la cocina, y conozco que muchas personas son principiantes, pero la cocina no es un lugar para mentes débiles y corazones caritativos, no cuando no se debe —Tomé una bocanada de aire —. ¿Crees que a Bratt le importaría si te descubrieran botando su basura?

¿Bratt, quien?

Arrugué mi frente, pero ella solo me señaló  la olla en suelo —Te vi, y conozco a las personas como él. ¿Crees que aceptaría algún error si te descubrieran? En esta cocina un error es igual que cometer un delito, inocente o no, eres acusada según las pruebas. Esa olla era una. Lo bueno para nosotras es que somos friegaplatos. No tendrían razón para reprendernos, pero no conocemos con quien trabajamos. Y si con tal de quedar impunes, nosotros quedemos como los malos.

—Pero, no tendrían porque enojarse. Solo se  quemó algo, es solo comida. Se puede volver a empezar.

Alaska negó —Mejor no te digo que era lo que contenía pero estas buenas vibras que traes, pueden ser tu punto débil. Te lo digo por experiencia, y en estos momentos…no tengo un buen presentimiento.

No sentía tal presentimiento, pero no era necesario para saber con la actitud de Bratt que no solo falló en algo. Se veía que si hubiera cometido un delito grave. Por ahora me mantendría callada, pero no creía que debería estar tranquila. Y para peor estaba…

—El hombre con el que choqué.

—Creo que se llama Gunner. Apenas tiene unos días aquí según nuestros compañeros de trabajo, pero no mencionan nada bueno de él. Es nulo para hablar cosas fuera del trabajo, asique para parecer un hombre de veintitantos, casi treinta años, para algunos por no decir la mayoría piensa que es grosero.

Asentí automáticamente.

Si, al parecer ni siquiera me dejó terminar de hablar cuando se había marchado. Eso era de mala educación. Podría pensar que era porque estaba muy apurado, pero una sola palabra bastaba para saber que no tenía tiempo como mínimo, y no hubiese continuado haciendo el ridículo frente a nadie.

No, pero tenía que ser un ninja para escaparse.  Me resigné a continuar, mis sentimientos estaban expresamente fuera de mi vida laboral. No diría nada, y no formaría parte del problema, si es que existiera, diciendo cosas por ahí. Fue grosero pero esto no tendría una carga si es que en un futuro trataría con él por trabajo. Algo que tendría que ser un mínimo contacto —Ya olvidemos el asunto. —Me agaché a tomar la olla en el piso —. Hay trabajo que hacer, si nos ven aquí tendremos una reprensión gigante. Vamos.

Malo.

Malo.

Malo

De repente mi pecho se oprimió, y llevé mi mano a este sintiendo una sensación vacía que interrumpió de improviso. Tendría que tomar agua antes de continuar.

 

***

 

—Adiós, que te vaya bien. —Me despedí de Alaska al salir del callejón, quien me sonrió alejándose.

Ella tomaría otra ruta diferente a la mía, mientras yo tendría que esperar el bus. Según los horarios en internet casi era hora para que pasaran los últimos.

Tomé una profunda exhalación sentándome en el banco para esperar en la parada. Sin embargo la tranquilidad fue interrumpida tras el sonido de una llamada entrante.




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