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—Debería saber que un perro no es algo de juego, señorita —Me escarnio el hombre, quien ahora se encontraba sentado en una banca, con mi ayuda.
Asi me regaña mi mamá.
Arturo ya le había dejado de gruñir después de arrancarle...esa parte del pantalón.
Buen momento para que empiece a comportarse.
—Lo siento, no creía que fuera hacer eso. Arturo es un perro muy energético, pero no agresivo.
—A su parecer —Me interrumpió — he de decir —Me reservé una mueca cuando de reojo, observó a Arturo quien tenía a su antiguo bolsillo en su boca.
Por suerte Arturo solo había arrancando el bolsillo de hombre, aún seguía manteniendo su pantalón en su…lugar. No todo completamente, pero muy suertudo que no tenía una parte trasera de él al aire. Solo que ahora mi perro se estaba gozando un trozo de bolsillo ajeno.
Debería quitárselo de la boca. Espero que no pueda tragar tela y solo lo esté masticando de juguete.
—Si me da su número, podemos contactarnos. Le depositaré algo como pago…
El hombre asintió mientras hablaba, y palmeó su bolsillo trasero bueno, entonces vi sus ojos oscurecerse cuando dejó de buscar lo que trataba palmear. No pude evitar preocuparme por mi misma y tragar hondo, presintiendo más problemas. Sus cejas rubias se fruncieron, y veía como poco a poco aparecía una mueca en su boca.
—La media de mi sobrina —Musitó.
— ¿Media? Señor…
Ambos no miramos. Esto era una muy mala noticia. Pésima tanto para mí, el hombre que parecía que la media tenía una esencia especial y para el Beagle.
Mal día para morder bolsillos.
Presintiendo que esto sería una catástrofe cuanto más pasara el tiempo me acerqué rápidamente a Arturo, lo sujeté del lomo manteniéndolo quieto. No quería que se escapara y ocasionara más problemas de los que tenía ahora con un hombre guapo, y del que estoy tratando de comprender su molestia. Tomé su hocico y busqué en su boca, sin embargo, no había nada.
Me volví al hombre. Aun no sabía su nombre pero no creía que fuera el momento para preguntárselo.
— ¿De qué color es la media? —Indagué. Ambos no veíamos mutuamente. No sabía qué imagen tenia de mi misma, solo esperaba que no fuera de “Loca”. Porque tenía material de sobra para esa, tampoco es que me esforzara por tenerla. Simplemente; las situaciones.
El hombre sujetó sus pantalones logrando afincarse en una pierna junto a mí. Agarró mis manos apartándolas de Arturo y tomando a este de un brazo, lo cargó como si fuera pluma, en realidad tenía una gracia no muy musculosa. No fue sorpresa encontrar la media, solo que esta estaba aplastada junto a otra, que parecía ser un par, por su estómago.
No fue difícil saber porque Artur lo había mordido, bueno, solo yo podía saber porque nadie conocía tan bien a Artur. No era un perro de caza, pero si le gustaba apropiarse de las cosas que el encontraba. Tal vez el olor de la media lo había traído y llevado a atacar al hombre rubio. Encontrando el olor similar de lo que era suyo.
Mi pregunta es: ¿Cuándo había encontrado la otra media, era eso que mordía y pensé que era una rama?
Las agarré por él, y así hicimos un intercambio. Me devolvió a Arturo por lo que yo le di el par de media.
No podía mentir. Se veía feo, babeado, sucio y mordido, pero el hombre permanecía estoico. No sé si era masoquismo, pero esperaba muchos insultos de cualquier tipo, sin embargo solo me había dicho lo mal dueña que soy y mi poco control con Artur.
—Tío —Una pequeña niña se acercó al rubio. Su tímida mirada se desplazó de mí con rapidez al echarme un vistazo. —Quiero mis medias, por favor.
No era de tez totalmente blanca, pero aun si me avergonzaba, sobresaltaba un leve sonrojado. Mordí mi cachete derecho, incómodamente.
—Te compraré otros.
— ¿Y los míos, ya los conseguiste?
—No —El hombre tomó a la niña en sus brazos para cargarla. La niña se aferró a su cuello con fuerza y no tuve nada más para que se me arrugara mi corazón, que con cada latido me recriminaba haber comprado una correa de mala calidad.
Abracé a Arturo en mis brazos. Aun se mantenía inquieto, buscando sus tesoros arrebatados, apenas oía que gruñía en un volumen bajo no oliéndolos cerca. Vi la intención del señor de irse, así que o detuve diciéndole que esperara un momento. Anoté mi número en un trozo de papel y un lápiz que siempre tenía encima, se lo entregué. Me ahorré la lástima que sentiría si viera el rostro de la niña y solo me fijé en que el señor entendiera que si me llamara por si quería cobrarme.
Irónico ¿Cierto? Quiero que me cobre, era preferible que sentirme tan mal por no pagar el precio de mi descuido.
—Llámeme si quiere que le pague —Le dije. Guardó el papel en uno de sus bolsillos delanteros y siguió acariciando a la niña en su pecho.
—Solo espero que no vuelva a salir con su perro nunca más. Por el bien propio, y el de mi aparato también.
Se lo iba asegurar hasta que oí completo lo que dijo.
—Ey —Me quejé —Entiendo su molestia, pero solo se me rompió el collar de Artur. No esperaba que eso pasara y le mordiera su parte trasera.
Levantó una ceja.
—Si mi sobrina hubiese visto como un perro me atacaba ¿No sería traumático?
—Mi mamá lo hubiera llamado “Aprende a no ser tan confiada al final” —Le respondí, esta última en español.
El hombre me miró con un signo de pregunta flotando en su cabeza.
Pasé mi mano por la cara, ásperamente, y le di mi traducción.
—El miedo para mi mamá, era el mejor método para no correr peligro. Si tienes miedo, huyes de él. No tienes curiosidad, no intentas atraerlo y tampoco pasar la línea. El miedo alimenta la obediencia.
Él negó.
—El miedo solo limita las capacidades, la curiosidad es la clave para sobresalir. Viene tanto de buena manera como mala, pero siempre obtienen algo. Generar traumas a sabiendas solo hace que las personas se asfixien en sus miedos. Habrá un punto en el que dejaras de sentir que respiras y ya serás muerto en vida.