Alerta de proximidad

Capítulo 3: Salto y riesgo

— Sarah, ¿todo está en orden? Escucha, dentro de media hora la nave dará el salto, así que tienes dos opciones: puedes irte a dormir y te despierto cuando acabe, o te mantienes despierta hasta que lleguemos allí.

— ¿Ah? No lo sé, si el salto es esa cosa horrible en la que todo se mueve supongo que mejor me voy a dormir, la vez pasada vomité hasta desmayarme —comentó la mujer con naturalidad.

— Ah, sí es eso. Pero solo la entrada y salida al espacio... Y, por cierto, no necesitaba saber eso...

— Ay, lo lamento. Es que supuse que no te daría nada esa imagen mental —habló Sarah mientras observaba las cosas que estaban en el botiquín. Intentaba adivinar el contenido de esas cosas, era cierto que estaban etiquetadas, pero no entendía esas letras.

— ¿Solo tienes curiosidad o necesitas algo? —le preguntó intentando no parecer autoritario, procuraba no incomodarle o hacerle sentirse nuevamente prisionera.

— Pues estaba buscando una crema hidratante, tengo unos cuantos eritemas en las piernas que pienso tratar un poquito. —respondió sosteniendo uno de esos recipientes— Pero si no tienes esa crema usaré la vaselina.

— De acuerdo, toma lo que necesites. Luego ven conmigo al comedor para que digas que puedes consumir. No sé mucho sobre la alimentación humana.

— Entendido Mark —dijo Sarah mientras le hacía una señal para que saliera de la enfermería, ya que debía retirarse algunas prendas para poder aplicarse aquella crema en sus brazos y piernas.

El agente esperó afuera con los brazos cruzados. Esperaba que terminara rápido para que se alimentara y pudiera ponerla a dormir, ya pensaba realizar una revisión de los datos adquiridos antes de llegar a aquella base de Provie y no quería distraerse mucho con su presencia. Además, se quedó pensando en lo que debería decir a su superior con exactitud, no había problema por rescatarle al haber cumplido con su misión, pero el motivo por el que ella estuvo prisionera podría llevar a una investigación centrada en aquella humana. No es que pensara que aquella mujer que seguía en la enfermería fuera inocente o maliciosa, solo que para él lo mejor sería dejarle en paz pensando en que sería lo mejor para su salud mental.

Sarah terminó de aplicarse la vaselina, con bastante calma volvió a colocarse su camisa y pantalón; se sintió algo tonta por no haberlo hecho todo de una vez y haber tenido que retirarse y volverse a poner sus prendas dos veces. Salió dos minutos después, se había amarrado su cabello y había recogido como podía su pantalón para que la tela de este no le retirara la vaselina que había aplicado en su enrojecida piel. El ardor que sentía había sido dan poco que estando en aquella situación de estrés fue capaz de ignorarlo, pero ya que le había prestado atención ese fastidio se hacía presente. Tal y como había imaginado Mark seguía allí. Se notaba pensativo y calmado, de todos modos, la Fugaz Escarlata ya estaba distante en donde en esos momentos debía estarse produciendo el enfrentamiento entre el enjambre y la nave donde estuvo cautiva. Estaban seguros, y por parte del cemaran estaba acostumbrado a la calma que venía tras haber completado cuanto trabajo le asignaran.

— Ahora sígueme, ahí veremos qué comerás —le dirigió la palabra Mark y se enfocó en los ojos de Sarah por unos cuantos segundos, y luego avanzó en dirección a la cocina.

— Que bien, allí solamente me daban cosas repugnantes. Gracias de antemano Mark.

— No hay de qué, debo mantener la buena condición en la que te encuentras.

Ella caminó detrás suyo con rumbo al comedor, que se encontraba prácticamente en un rincón de la cocina. Pero en un momento sus pasos se detuvieron, este volteó al percatarse, pensando en que algo le había ocurrido o afectado, se percató de que estaba dudosa.  Antes de que pudiera decirle preguntarle sobre si algo todo estaba en orden o tenía algún inconveniente. Se veía pensativa y su mirada estaba dirigida hacia un lado hasta que hicieron contacto visual.

— Oye... ¿Es una costumbre de tu especie o tengo algo raro en los ojos? Noto que los miras detenidamente. —habló Sarah con preocupación esperando no ser molesta.

— Lamento incomodarte. No es nada —respondió el cemaran disimulando la vergüenza que sintió tras esa pregunta.

— ¡No! ¡No me incomoda! Solo que es un poco raro. Me llama la atención, eso es todo.

— Los ojos de mi especie siempre son grises, si llegasen a cambiar de color quiere decir que ya no funcionan. Y de los humanos que he visto, eres la primera con unos verdes —se justificó y aceleró un poco el paso— Así que en ese aspecto eres un individuo poco común, para mí.

— Ah, tú también tienes lindos ojos —respondió Sarah con rapidez volviendo a caminar.

— Mark solamente estaba dando una explicación, en ningún momento dijo que tus ojos le parecen bellos —interfirió Cemitono tras interpretar que el cemaran estaba en alguna clase de problema extraño por no saber disimular cuando algo captaba su atención.

— Ahhh, deberías dejar de escucharnos todo el tiempo...

— Lo lamento señorita Montenegro, pero solamente tendrían esa privacidad en el baño o en alguno de los cuartos, en el resto de zonas debo estar atento. Esa es la orden que tengo por parte de Provie, y siempre debo obedecer.

Mark dejó salir una leve risa, después de recordar que sus compañeros, que no estaban allí, solían también tener una que otra queja cuando la inteligencia artificial interrumpía sus conversaciones, y ya le estaba haciendo falta ver la incomodidad de otra persona respecto al mismo tema. Al menos de alguna forma estaba compensando la falta de sus colegas quienes se estaban recuperando de alguna lesión o laborando en cuanta cosa les hubiesen asignado. Por parte de la mujer le pareció peculiar la risa de ese cemaran, no es que fuese tan diferente, sino que la expectativa que tenía era que sería demasiado estruendosa o incluso siniestra; pero hasta resultaba agradable.  Era claro que él no estaba fingiendo, sino que le había nacido manifestar.



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En el texto hay: alienigenas y humanos, aliens, space opera

Editado: 25.07.2021

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