Alessandra 1 libro de la saga diferentes

Capítulo 7: No te dejaré ir

La señora Gab entró sin previo aviso, interrumpiendo el momento. Ambos seguían mirándose, sin apartar la vista, pero ella tosió cuando vio que no obtenía respuesta.

—¿Necesitan algo más? —preguntó, esta vez un poco más firme.

—Llévate a Ian a dormir, ya es tarde —dijo, levantándose antes de mirar por un momento a la joven. Luego negó con la cabeza. Sabía que no podía decirle nada, esa chica le causaba más problemas de los que quería admitir.

—¿Vendrás conmigo? —preguntó el niño a Alessandra, cuando su padre ya se había ido.

—No, yo iré a...

—Señora Gab —Alessandra la miró con un gesto algo molesto, pero al ver que el niño la observaba sin entender qué pasaba, su tono se suavizó—. Desde hoy me encargaré de acostar al niño —dijo, levantándose.

—¿Acaso mi laird te dio permiso? —la señora Gab preguntó, claramente sorprendida.

—¿Por qué necesito permiso? No es un esclavo, ¿entiendes? Vamos, Ian —respondió, cargando al niño y dirigiéndole una mirada desafiante a la mujer antes de salir.

Llevó al niño hasta su habitación y lo ayudó a subirse a la cama. Después, se sentó junto a él, contándole una historia hasta que se quedó dormido. Alessandra sonrió al verlo descansar, tan tranquilo. Le dio un beso en la frente, lo tapó y salió cerrando la puerta con cuidado. Cuando giró, se encontró con Alec apoyado en la pared, con los brazos cruzados. Supo inmediatamente que la señora Gab le había contado lo sucedido.

—Tú... —dijo Alec, con voz grave pero calmada.
—Hablemos en otro lugar, está durmiendo —le susurró Alessandra, tocándole el brazo sin pensarlo demasiado.

Alec la miró un instante, luego asintió y comenzó a caminar. Ella lo siguió hasta una habitación que parecía un despacho. Al entrar, Alec se cruzó de brazos, con una mirada seria.

—¿Quién te dio el derecho de decidir sobre mi hijo? —preguntó, sin levantar la voz, pero su tono era claro y firme.

Alessandra lo miró un momento, sin titubear.

—Solo quiero que Ian se sienta como los demás niños —respondió, tranquila.

—¿Y qué tiene que ver eso contigo? Es mi hijo, soy yo quien decide qué es bueno o malo para él —dijo, acercándose a ella—. Que esta sea la última vez que des órdenes aquí. Tú no eres...

—Me ha quedado claro, señor. No soy una McLean, lo que significa que solo soy una invitada aquí... ¿o acaso ni eso? —dijo, con un tono amargo, pero sin levantar demasiado la voz.

Alec se quedó un momento en silencio, pero luego habló, intentando sonar menos tajante.

—Eso no es lo que quise decir. Pero debes saber que yo soy el jefe de este clan, y no puedo permitir que alguien tome decisiones sin mi permiso.

—Sí, señor, lo entiendo —respondió ella, bajando ligeramente la cabeza. No quería mirarlo a los ojos, sabía que si lo hacía, acabaría diciendo algo de lo que luego se arrepentiría.

—Muy bien, entonces...

—Debo irme, quiero descansar —interrumpió Alessandra, sin esperar más.

—Alessandra.

—No me llames así, nunca más —respondió, sin mirar hacia él.

—¿Cómo? Pero tú dijiste que...

—Solo dime "señorita". ¿No dijiste que solo soy una invitada aquí? Yo te diré "señor" y tú "señorita". Creo que es lo que corresponde, ¿no? —añadió, con algo de ironía. Luego, alzando la mirada, dijo con más calma—. Perdón por molestarte, señor. Que tengas una buena noche.

Abrió la puerta y, antes de salir, se detuvo un momento para añadir, en voz baja

—¿Sabes por qué hice eso? Es por Ian. Quiero que sea feliz.

Cuando cerró la puerta, Alec miró la jarra de agua sobre su mesa y, sin mas, la tiró al suelo. No sabía por qué, pero sentía una culpa que no lograba entender. ¿Por qué? Si él no había hecho nada malo.

Al día siguiente, al notar que Alessandra no estaba para el desayuno, Alec preguntó por ella.

—Está desayunando con el joven Ian en su habitación —informó la señora Gab.

—Está bien —respondió Alec, algo distraído.

Poco después, Alessandra salió al jardín con el niño, quien corría de un lado a otro, jugando. Ella lo observaba en silencio, sonriendo de forma casi imperceptible, mientras pensaba en qué hacer para salir de allí. ¿Y si el cristal no servía para nada? ¿Y si nunca lograba salir? La tristeza la invadió al pensar en sus amigas. ¿Qué estarían haciendo? No tenía dudas de que la estarían buscando, pero solo deseaba regresar a su vida, a lo que conocía. En ese lugar no tenía a nadie y, además, sabía que el tiempo era peligroso.

—¡Jovencita!

Alessandra se sobresaltó, y al ver que era la señora Gab, rápidamente se levantó, limpiándose el vestido.

—¿Qué pasa?

—Mi laird quiere hablar contigo, te está esperando en la sala de reuniones.

—¿Y Ian?

—Yo me quedo con él.

Alessandra no pudo negarse. Le pidió al niño que la esperara y se dirigió al lugar donde Alec la esperaba. Al entrar, vio que Duncan y Blair estaban discutiendo, pero en cuanto ella apareció, Alec los mandó salir. Ella se quedó quieta, sin saber qué hacer.

—Toma asiento, necesitamos hablar —dijo, con un tono mucho más relajado, pero serio.

—La verdad quiero saber dónde está el clan Cameron—dijo Alessandra, sin rodeos.

Alec la miró, sorprendido.

—¿Cómo dices? —preguntó, confundido—. ¿Por qué quieres saber eso?

—Porque quiero recuperar lo que es mío —respondió, sin titubear.

—Ya te dije que puedo conseguirte un...

—No. Ese objeto es muy importante para mí y lo recuperaré, con o sin tu ayuda —lo desafió, sin apartar la mirada.

—¿Estás loca? Sabes cómo trata a las mujeres ese maldito, si te...

—Sé perfectamente cómo es ese maldito, créeme —respondió, con un tono más bajo, tapándose la boca al darse cuenta de que había dicho demasiado. Al ver el rostro serio de Alec, se sintió un poco más incómoda—. Lo conozco solo por lo que se dice de él. No me mires así.

— ¿Lo conoces? ¿estuviste con...?

— Eh, eh, ten cuidado con lo que estás pensando. En mi vida he visto a ese tipo, créeme. Pero sé de lo que es capaz —le respondió, algo ofendida ¿por quien la toma?




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