Al llegar al castillo, Alec entró sin prestar atención a las palabras de Duncan ni de Blair. No quería saber nada sobre ese día. En la entrada vio que Alessandra lo estaba esperando. ¿Por qué tenía que pasar por todo eso? No entendía por qué sentía que el mundo estaba en su contra.
—¿Qué tal fue la reunión? —le preguntó ella, pero él simplemente pasó a su lado sin mirarla. Alessandra lo observó, incrédula. ¿Cómo podía ignorarla tan fácilmente? Se giró hacia los otros dos, esperando que al menos ellos le dijeran qué había sucedido.
—¿Qué demonios le pasa? —preguntó, frustrada.
—Lo mejor que puedes hacer ahora es no molestarlo —le advirtió Blair.
—Pero antes de irse estaba bien, incluso lo vi sonreír. Tú lo viste, Duncan, como él...
—Alessandra, mi laird ha tenido un día difícil. Espero que lo comprendas —Duncan dijo esas palabras, pero se detuvo, al darse cuenta de lo que estaba a punto de decir.
—¿Comprender? Lo haría si supiera qué pasó, pero... joder, ¿por qué no me dicen de una vez lo que ocurrió? —Al ver que se miraban entre ellos en silencio, comprendió que no le dirían nada. ¿Por qué la gente era tan difícil? Con lo fácil que sería hablar de las cosas y solucionarlo. —Muy bien, entonces lo haré yo misma.
Subió rápidamente a la habitación de Alec y llamó varias veces. Al no obtener respuesta, abrió la puerta. La cerró de golpe, y el sonido repentino la hizo sobresaltarse. ¿Qué había pasado en esa reunión para que él estuviera tan fuera de sí?
—¿Quieres hablar? Si necesitas algo, puedo...
—Vete, no quiero ver a nadie.
—Pero yo...
—¡¡Que te largues!! —gritó con voz quebrada.
Alessandra salió de la habitación, algo herida por la forma en que le había hablado. Solo estaba preocupada por él. ¿Por qué la trataba así? Bajó a la cocina y se encontró a Ian, sentado a la mesa, tomando un vaso de leche con galletas. Al verlo, se relajó un poco y sonrió. Se sentó junto a él. La señora Gab, al notar su malestar, le calentó un poco de leche y la dejó frente a ella sin decir palabra. Alessandra la miró agradecida.
—Gracias.
La mujer solo asintió antes de salir con las jarras de cerveza para los hombres.
—¿Quieres algo para comer? —preguntó Catriona, al notar que Alessandra parecía un poco triste.
—Gracias, pero no tengo hambre.
—¿Estás triste? Ian no quiere que estés triste —dijo el niño, observándola con una expresión preocupada.
—No, amor, no te preocupes. ¿Qué te gustaría hacer hoy? —le preguntó, tomando un sorbo de su leche.
—Quiero estar con Less, jugar con Less, comer con Less y...
—Qué tierno eres, Ian, pero hay algo más. ¿Y papá? ¿No quieres pasar el rato con él?
—Papá no me quiere. ¿Es por que mamá nos dejó? Piensa que fue por mi culpa. Algunos niños me dijeron que mamá nos dejó por mí, que si no hubiera nacido, ella no se hubiera ido...
—¿Cómo? ¿Quién te dijo algo tan horrible? Esos niños son unos sinvergüenzas. —Alessandra lo levantó en brazos y lo sentó sobre sus rodillas, dándole un suave beso en las mejillas. —Escúchame bien, Ian. Nunca, pero nunca , dejes que las malas palabras de la gente te afecten. Son personas que no te desean bien, llenas de envidia y odio.
—Pero ellos dijeron que...
—Mira, las cosas buenas las escuchas y las malas las ignoras. Así es como lo debes hacer —le explicó mientras levantaba las manos y se tapaba los oídos. —¿Lo ves? Nunca dejes que lo que digan te afecte, porque eso solo les da poder sobre ti y te hace sentir pequeño. ¿No querías ganar? Pues eso, tú debes ser el que gane y no ellos.
—Entendido, Less. Jamás olvidaré eso. Pero... ¿por qué quieren que muera?
—No hagas caso de eso, porque jamás dejaré que te hagan daño. No morirás de la forma en la que moriste.
—¿De la forma en que morí? Less, ¿me pasará algo malo?
—No, cielo, solo estoy pensando en cosas tontas. ¿Te gustaría dar un paseo?
El niño asintió, saltando de alegría mientras tomaba su mano.
—¿Qué quiso decir con eso? —preguntó Evanna al ver a Alessandra salir con Ian.
—No lo sé, pero el niño le ha tomado mucho cariño. Iré a por más agua —dijo Catriona, antes de salir.
La señora Gab y los hombres se quedaron observando a Ian y Alessandra jugar mientras bebían cerveza.
—Nunca lo vi tan contento. ¿Será que...?
—Cállate y ve a seguir tu entrenamiento, si ya terminaste de comer. ¡Todos fuera de aquí! —ordenó Blair.
—Todos se han dado cuenta y hasta en el pueblo están hablando de la joven. Ella traerá grandes cambios...
—Señora Gab, ¿no decía que no le gustaba la joven? El otro día dijo que sería un problema.
—Cállate, Duncan, y sigue bebiendo. Además, ¿quién dijo que me agrada la joven? Sigo pensando lo mismo, es solo que... —la mujer sonrió al ver al niño corriendo por el salón, riendo. —Ella ha traído cambios buenos. Bueno, basta de hablar de eso. Volveré a mi cocina, que es donde mejor estoy.
—Deberías, hoy andas algo sensible y eso no es propio de ti —le aconsejó Duncan con una sonrisa.
Cuando la cena ya estaba lista, Alessandra e Ian esperaban a Alec para que bajara. Pasó el tiempo, y como no veía señales de él, decidió ir a verle. Justo cuando se levantó, la señora Gab entró.
—Mi laird no podrá bajar esta noche.
—¿Entonces comerá en su habitación?
—No, dijo que no tenía ganas de comer y que...
—Será estúpido. ¿Acaso se cree un niño? Hasta Ian es más maduro que él. ¡Qué diablos le pasa hoy! —dijo, maldiciendo mientras salía hacia el comedor.
—Less está enfadada, creo que habrá problemas —dijo Ian.
—Dios mío, ten misericordia de nosotros —suspiró la señora Gab antes de seguir con sus quehaceres.
Alessandra llamó varias veces a la puerta de Alec. Al no obtener respuesta, la abrió y entró. La habitación estaba hecha un caos, ropa de mujer tirada por todos lados, y el mobiliario estaba destrozado. Él estaba sentado en el suelo, mirando al vacío, con la espada a su lado. Alessandra cerró la puerta con cuidado y se acercó a él.