Alessandra sintió una ira tan profunda que no sabía cómo reaccionar. ¿Cómo podía la gente ser tan cruel? Sin pensarlo, salió de la habitación y se dirigió al comedor. Allí, se arrodilló frente a Ian y le dio un pequeño beso en la frente mientras le sonreía.
—Sigue comiendo, cielo. Tengo que ir a hacer un pequeño recado.
—¿Tardarás mucho? Quiero que me cuentes esas historias tan buenas que sabes antes de dormir.
Alessandra se levantó sin poder volverse a mirarlo—Ian, haz caso a la señora Gab, yo tardaré un poco.
No sabía si lo que iba a hacer era lo correcto, pero no iba a dejar que el clan se desmoronara por culpa de ese maldito de Rory. Por su culpa, los McLean estaban siendo rechazados poco a poco por los otros clanes. Si no hacía algo, terminarían desapareciendo sin más.
Se dirigió al almacén donde los hombres guardaban sus armas y ropa. El desorden reinaba, y entre tanto caos, no sabía qué ponerse. Agarró una de las espadas que estaba allí, pero sabía que nada de lo que había allí le serviría. Las faldas de los hombres eran demasiado grandes y poco prácticas. Prefirió quedarse con su vestido, se ató la espada alrededor de la cintura como pudo y cortó un pequeño trozo del tartán del clan. Lo ató a su muñeca derecha como símbolo de lo que estaba por hacer.
—¿Qué demonios haces? —preguntó Blair sorprendido desde la entrada.
—¿No lo ves? Iré a ver a esos malditos. Quiero que me hagas un favor. Pide que se reúnan todos y...
—¡¡¿Estás loca?!! A mi laird no le gustará lo que harás. No sé qué piensas, pero...
—¿Qué pasa aquí? —interrumpió Duncan entrando a la sala.
Alessandra se acercó a Blair, le puso un dedo sobre el pecho y lo señaló con firmeza.
—¿Crees que el clan estará seguro ahora? Esos malditos verán esto como una oportunidad y querrán acabar con todos nosotros...
—Eso es imposible, somos un clan fuerte, y los McLean jamás perdemos ante...
—Por Dios, Blair, ¿qué tonterías dices? Duncan, seguro que tú me entenderás —dijo acercándose a él—. ¿No quieres hacerle pagar a ese maldito de Rory Cameron?
Duncan asintió lentamente, y Alessandra sonrió satisfecha.
—Entonces, ve y haz que los clanes se reúnan. Le haré tragar sus malditas palabras a ese miserable. ¿Cómo se atreve a hacerse la víctima?
—¿Estás segura? Si los hago venir y...
—Duncan, confía en mí. Vamos, date prisa. Yo te seguiré pronto. Haz que estén todos allí.
Blair permaneció en silencio, observando a la joven con cierta inquietud. ¿Y si con eso causaban más problemas? Entendía el enfado de Duncan, porque él también estaba furioso, pero sabía que a Alec no le gustaría nada este plan.
—Alessandra, sé que te preocupas por mi laird, pero si se entera de esto...
—¿Y quién se lo va a contar? Si no me quieres acompañar, entonces no digas nada, pero iré. Solo dame un caballo.
—Es muy tarde para ir ahora, mejor dejémoslo para mañana.
—¿Hasta mañana? No, iremos ahora. Estaremos ahí por la mañana, cuanto antes mejor —dijo mientras se ataba la espada alrededor de su cintura con otro trozo del tartán del clan, y salió en dirección a los establos sin hacer caso de las advertencias de Blair.
Él la siguió maldiciendo entre dientes, sabiendo que la joven era demasiado testaruda para escuchar. Si no podía detenerla, al menos podía acompañarla para asegurarse de que no saliera herida.
—Muy bien, iremos juntos. Solo espero que esto no sea un grave error, pero debo avisar a la señora Gab por lo menos —dijo antes de dirigirse a la cocina.
Alessandra sacó los dos caballos y, montando al suyo, salió detrás de Blair, que ya conocía el camino hacia el lugar donde los estaban esperando.
Mientras tanto, la señora Gab intentaba que Ian se fuera a dormir, pero él insistía en que Alessandra le contara una historia. Pasaron un buen rato antes de que, finalmente, lograra que el niño se quedara dormido. Al salir, se dirigió a la cocina y preparó algo de comida para llevárselo a Alec. Cuando entró en la habitación, dejó la cena sobre la mesa. Justo cuando se disponía a salir, Alec la detuvo.
—¿Qué pasó con Alessandra? Salió de aquí algo enojada. ¿Ya se durmió? ¿Y Ian?
La señora Gab titubeó, claramente nerviosa. No lo miraba a los ojos.
—Ella... está... bueno, el joven ya se durmió. Y Alessandra... ella...
Alec se levantó lentamente al ver la tensión de la mujer. Algo estaba mal con Alessandra, y él lo sabía.
—¿Qué me estás escondiendo? Más te vale no mentirme, sabes muy bien que odio eso.
—Lo siento, mi laird, pero creo que cometí un grave error al no avisarte antes.
—Dime qué pasa. ¡Habla de una vez!
—La joven salió del castillo...
—¿Se fue? ¿A dónde demonios podría ir a estas horas? ¿Y por qué no me han avisado?
—No se fue sola, mi laird. Salió con Blair y Duncan para encontrarse con los demás clanes.
—¡¿Cómo demonios pudieron hacer algo así?! ¿¡Quién les dio permiso!? —gritó fuera de sí, furioso. No sabía qué pensaba Alessandra, pero esta vez se había pasado. El mismo se encargaría de castigarla por desafiarlo de esa forma. Salió rápidamente de la habitación. —¡Diles que preparen mi caballo!
*****
Rory Cameron bajó de su caballo al llegar al lugar, donde ya estaba Duncan McLean esperándolo. Había recibido un mensaje diciendo que algo importante se discutiría, y que todos los clanes debían acudir. Era casi de amanecer, y no veía a nadie más. ¿Qué estaba tramando Alec esta vez? Pensó que lo que estaba sucediendo no era más que una jugada estúpida para intentar recuperar algo de la dignidad que había perdido.
—¿Qué es todo esto?
—Solo espera a que vengan los demás —respondió Duncan, con calma.
Rory soltó una risa burlona. ¿Qué podría ser tan importante? Debía ser solo otro intento inútil de Alec McLean para salvar su imagen. Al poco tiempo, llegaron los demás clanes. Cuando todos estuvieron presentes, Rory se bajó de su caballo y se acercó a Blair.