Alex Reidfield y el Camino de la Serpiente

3. UN PROYECTO DE CIENCIAS

Ese "hola" provenía de la voz de Stephanie Parker, la niña que vivía en el número treinta y dos de la calle Maple, era una chica de tez blanca, con el cabello lacio y negro a la altura de la cintura, una nariz pequeña además de una gran sonrisa.

―Hola― dijo alegremente Stephanie.

―Hola― contestó tembloroso Alex. Su nada masculino grito y el ponerse de pie con los puños en alto lo habían hecho sonrojarse, "Diablos" pensó.

―Mi padre no me puede llevar a la escuela, ¿nos vamos juntos?― Alex sentía que iba a explotar de felicidad, pero no podía dejar que lo notara, no ahora... ya había arruinado la primera impresión de esa chica en el día, y según los anunciadores de un programa matutino "Las impresiones eran muy importantes", por lo que no podía darse el lujo de equivocarse una vez más.

―Claro― dijo Alex intentando sonar despreocupado, pero la gota de sudor que resbalaba de su frente lo delataba.

―Genial― mencionó Stephanie―. Vamos.

Hablaron casi todo el trayecto hacia la escuela: sobre las calificaciones, los pasatiempos de cada uno y sus ideas de diversión. Alex la miraba y en su mente surgían palabras para describir la ocasión, aunque a veces los sentimientos cambiaban de la nada: "Asombroso, fresas, sonrisa... piojos, desastre, arruinar... silencio, cabello, olor, fresas... arrepentimiento, decepción... cielos, en serio soy bipolar", pensaba el chico mientras sonreía inocentemente.

Llegaron a la escuela "Mashroad. Para chicos de intelecto superior", el clásico edificio color naranja, parecido a una universidad, tenía amplios salones, cinco edificios, una cafetería, espacios deportivos más allá de lo normal y una vasta selección de pasillos limpios, tanto que cualquiera creería que ese lugar era un paraíso para poder estudiar. Pero para Alex era solo un lugar más en el mundo, un lugar en dónde aprender era lo menos importante. Entraron al cuarto edificio, un gigantesco ejemplar de cemento pintado color blanco, adornado con una pancarta color marrón en la cual se escribía: "Última semana de clases" con diversos colores. Alex y Stephanie corrieron por el pasillo más cercano al aula, sus clases ese día consistían en: Matemáticas, Historia y Ciencias.

Entraron al aula "209", con la profesora Mary Roberts, una maestra de apariencia agradable, de unos veinticinco años, con cabello rizado color anaranjado, siempre sujeto por una diadema color púrpura, gafas redondas color morado y frenos dentales un poco grandes; lucía ese día un vestido color amarillo, zapatillas de tacón y un brazalete de cuentas rosadas.

Alex corrió de inmediato a su pupitre compartido con su mejor amigo Jeff Thompson, de cabello negro y tez morena-clara, el cual lo estaba esperando impaciente en su silla. Alex dejó la mochila en el respaldo y se sentó, mientras su amigo lo miraba molesto.

― ¿Qué sucede?― preguntó Alex.

―Oh, nada. Solo que casi iniciaba la clase y no te veía por ningún lado― le reclamó Jeff.

―Tranquilo, ya llegué― dijo el chico.

―Sí, por poco... ¿Qué pasó?― preguntó Jeff.

―Lo de siempre― dijo Alex.

― ¿Williams?

―Sí.

― ¿En su jardín?

―Exacto.

― ¿Pequeño delincuente?

―Oh, sí.

―Clásico― y tras esa conversación soltaron una carcajada combinada con un susurro.

―Bien chicos― los calló la profesora―. Pongan sus libretas en sus pupitres, saquen una pluma color negro y escriban la tarea para el viernes.

La profesora comenzó a llenar la pizarra de operaciones complicadas, la tiza comenzaba a desgastarse continuamente mientras los alumnos copiaban la tarea. La profesora Roberts escribía cada vez más rápido cosas sin sentido, Alex solo veía a Stephanie intentando peinarse bien el cabello, ya que, por las prisas, se había despeinado al correr. Cuando finalmente la maestra se detuvo, la pizarra estaba completamente pintarrajeada, no se alcanzaba a distinguir ni la más mínima operación.

―De acuerdo, esa es la tarea, la quiero completa y en mi escritorio a primera hora del viernes.

Los alumnos se quejaron por unos segundos diciendo cosas como:

― ¡No es justo!

― ¿Qué haremos?

― ¿Cómo cree esa bruja que lo tendremos para entonces?

Alex, por su parte, solamente pensó: "¡¿Cómo demonios llegaron esas operaciones ahí?!".

La maestra, tratando de tranquilizar al grupo, borró los ejercicios de la pizarra y, debido a que Alex poseía un impedimento para poder poner atención adecuadamente, ("TDA" según su psicólogo) los ejercicios que él tenía anotados solo eran unos veinte, por lo mucho.

― ¡Cállense, chicos!― dijo la profesora alzando la voz―. Ahora, continuemos con la clase.

Y con esas palabras, el escándalo comenzó de nuevo, así que la profesora, los dejó salir antes para poder complacerlos. Jeff fue de inmediato con Alex.

―Genial, ¿no crees?, veinte minutos libres― dijo el chico.

―Sí, impresionante que Roberts nos dejara salir antes― contestó Alex.

―Sobre todo porque ella es tan estricta que yo pensaba que nos haría trabajar― y haciendo ese último comentario se estremeció en forma burlona como si le dieran escalofríos; eso siempre hacía reír a Alex, pero en esta ocasión el chico estaba serio, totalmente absorto en sus pensamientos y lo peor era que tenía sueño―. Oh bueno quizá ya se haya calmado después de torturarnos el año completo, y ahora solo nos dejó estas operaciones para terminar el año con su reputación intacta.

Alex sonrió, una sonrisa falsa y triste porque los pensamientos de esa pesadilla no lo dejaban en paz. Hasta que de pronto:

―Hola, tarados― dijo una voz.

―Perfecto― susurro Alex, pensando que ya toda la alegría del mundo se iba al caño.

― ¿Qué demonios quieres Travis?― dijo Jeff al ver la enorme sombra que lo tapaba.

― ¡Uy!, qué grosero― dijo Travis Thompson, el hermano de Jeff, en tono de burla―. Le contaré a mi madre al respecto.

Travis era apenas dos años mayor que Jeff y ya atemorizaba los pasillos de Mashroad. Era un mastodonte de tez morena-clara. Igual que su hermano, pero totalmente diferente. Molestar a Alex era, por así decirlo, su hobby.




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