Alex Reidfield y el Camino de la Serpiente

8. MISTERIO REVELADO.

Alex no podía dejar de pensar en lo que había dicho aquella gárgola. Tampoco podía dejar de pensar en esa furia que lo había cegado. "Definitivamente... soy bipolar", pensó. A la mañana siguiente y con el cuerpo hecho pedazos, Alex fue con Jeff para intentar averiguar qué era lo que trataba de decir la gárgola, sin embargo, él tampoco había averiguado nada.

Buscaron en la red pero no encontraron nada, buscaron preguntando a cada uno de las personas que conocían pero no pudieron conseguir más cosas útiles, así que Alex decidió que lo mejor era investigar de nuevo, volver a enfrentar a un monstruo, sin embargo, no tenía la fuerza necesaria, su primer combate lo había dejado sangrando del labio inferior, de la nariz y de la nuca, tenía adolorido el brazo y un ojo morado, por si eso fuese poco el traje estaba rasgado. Incluso, el día anterior, cuando había llegado a casa, lo primero que hizo fue dejarse caer en el sofá, Melanie le dio un té frío y Alex se quedó dormido, sin embargo, no soñó nada, quizá por el cansancio que sentía.

―Así que, hay que averiguar dónde está ¿no crees? ―dijo Jeff al día siguiente mientras caminaban por la calle.

―Escucha Jeff, si acaso lo averiguamos esto va a ser muy peligroso, así que te entiendo si no quieres seguir ―contestó el chico―. Pero necesitaré el traje.

― ¿Acaso te dejé solo cuando pusimos agujas en el asiento del profesor Twerlik?, ¿Crees que te dejaría ahora? ―Alex sonrió por saber que en cada una de sus estupideces contaría con su mejor amigo―. Aparte es mi traje... así que si lo quieres debes aceptar mi ayuda.

―Por cierto... ¿Y el traje? ―preguntó Alex.

―Arreglado por completo, y hasta un poco mejorado.

― ¿En un día?, no lo creo.

―No hace falta, solo te diré que me debes ocho horas de sueño.

Mientras caminaban a casa de Alex, los chicos tuvieron el presentimiento de que alguien los seguía, voltearon hacia todos los lados posibles, pero no vieron a nadie, sin embargo el presentimiento extraño no se iba, Alex volteó sorpresivamente una vez más y vio a una niña de su edad. Una chica alta, de ojos y cabello marrón, tímida sonrisa y tez morena, intentando esconderse detrás de un poste de luz.

Aquella chica era una estudiante de intercambio llamada María, la cual era conocida por ser extremadamente curiosa. Y en esa ocasión los había seguido.

―María, ¿qué estás haciendo aquí? ―preguntó Jeff.

―Esto... nada ―contestó María.

― ¿Nos estabas siguiendo? ―preguntó Alex.

―Claro que no, son demasiado aburridos como para ser seguidos.

―No tienes ni idea ―dijeron Alex y Jeff al unísono.

―De acuerdo, pues ya me voy ―dijo María.

―Cuídate ―dijo Alex, despidiéndose de María con un beso en la mejilla.

Cuando la niña se perdió de vista los amigos continuaron hablando, sin embargo, decidieron volver a casa de Jeff solo por si acaso, aparte así podrían ajustarle el traje reparado a Alex.

―Oye, conocemos a María desde hace muy poco y no sabemos su apellido aún ―dijo Alex.

―Quintero ―contestó Jeff a los dos segundos y luego se sonrojó un poco―. O al menos eso creo, digo, no es que me importe, de hecho...

― ¿Te gusta?

―Eh, no puedo negar que es muy linda ―Jeff se ponía rojo a más no poder así que Alex lo tomó como respuesta. Sin embargo, aquello le recordó que Stephanie seguía secuestrada, por lo que no prestó mucha atención a que su mejor amigo estuviera tan rojo como tomate.

Llegaron a la casa de Jeff, bajaron la palanca de la habitación y cayeron por el tobogán, entraron a la sala y vieron el traje, a simple vista se notaba la diferencia. Se veía aún mejor ahora, con pequeñas escamas y una "S" gigantesca y con forma de rayo que tomaba lugar en el pecho.

―Está ahora recubierto con un extraño líquido a prueba de casi todo ―dijo Jeff.

― ¿Casi?

―Las escamas son de fulitum líquido, ese extraño metal que solo puede ser atravesado por otro ejemplar del mismo material... o por varios impactos... o por algo más fuerte... o de un disparo a quema ropa...

― ¿O sea que es un metal que me protegerá... pero no demasiado? ―interrumpió Alex.

―Exacto ―asintió Jeff.

―Increíble ―dijo Alex―. ¿Y esa "S"?

―Ahora, haz lo que debas hacer, pero cuélgate el audífono ―dijo Jeff―. Y sobre la "S", Scorpio necesita un símbolo, ¿No crees?

―De acuerdo, suena genial.

Se oyó un extraño ruido y voltearon. La chica de tez morena los observaba desde el otro lado de la habitación, detrás de unas cajas.

―María, ¿qué haces aquí? ―preguntó Alex un poco molesto. María estaba completamente roja, Jeff la saludaba con aspecto soñador.

―Em, hola, Jeff ―dijo por fin la niña.

―Hola ―dijo Jeff, mientras suspiraba.

Alex estaba intentando no reírse de lo idiota que se oía la voz de su amigo, pero era una misión casi imposible, pero de pronto y como por arte de magia se le ocurrió una idea.

―María ―dijo Alex interrumpiendo aquel momento de Jeff y María intercambiando miradas.

― ¿Sí? ―Alex le contó todo, absolutamente todo y María desvió la mirada, quizá pensaba en ayudarlos... o quizá pensaba que estaban locos, todo era posible; pero su posible ayuda era mejor que nada. Mientras tanto, María estaba absorta en sus pensamientos, estaba muy concentrada, por lo que Alex volvió a hablar.

― ¿Sabes a lo que se refería la gárgola? ―preguntó Jeff ya un poco más calmado.

―Bueno, guiándome por lo que me han dicho, es un lugar del que pocos saben ―dijo María.

―Exacto ―contestaron Alex y Jeff.

―Y lo de los monstruos es un poco más conciso, en caso de que todo lo que me digan es cierto y que en realidad existan los monstruos. Si es así, tengo una teoría.

― ¿Cuál es?

Antes de que María pudiera responder la habitación empezó a parpadear con un intenso color rojo y Jeff fue hacia la mesa que Alex no había notado.

―Alex ―dijo Jeff―. Tenemos uno más― Alex estaba impresionado con los avances tecnológicos de Jeff en cuanto a la "Guarida", ahora tenían alarmas. Aquel lugar era genial.




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