Alex Reidfield y el Camino de la Serpiente

9. VIAJE DE LOCOS.

Alex tenía planeado todo lo que haría. Iría a la Caverna de la Gorgona (Si acaso existía), rescataría a todos, y volvería a salvo con Stephanie, aunque él tenía un extraño presentimiento... quizá la Caverna estaba vacía, aquel lugar no le convencía del todo, y el entrenamiento con la espada que tomó durante dos días no lo hacía sentirse mejor. Nota mental: No tires la espada si tu pie sigue delante de ti.

―Cubre, ataca, cubre, ataca, gira, blande, cubre ―decía Jeff mientras practicaban en el jardín.

― ¿Estás seguro de que esto me ayudará? ―preguntaba Alex.

―Por supuesto ―dijo Jeff―. Los videotutoriales no fallan nunca.

―No sé porqué eso no me convence.

―Ya deja de hablar y ataca.

Cuando el día del vuelo llegó, Jeff le dijo que durmiera bien y que se fuera en la mañana. Como Tía Silvana no lo dejaría ir, y para no recibir regaños por haberse fugado... debía fingir ser secuestrado. Sin embargo, Melanie conocía su secreto, ella lo había visto con el traje. Así que debería saber que su hermano había ido a salvar el día, o por lo menos, a intentar salvarlo. Así que esperaba que no le dijera nada a su tía.

― ¡¿Que vas a hacer qué?! ―fue la reacción de su hermana.

―Sí, y por lo que más quieras, no le digas a tía Sili ―dijo Alex en tono calmado.

―Bien, si vas a hacer esto, me acostumbraré a tus viajes ―Alex suspiró de alivio, contaba con Melanie―. Sin embargo― "Oh, no"―, no es justo que no aproveche un poco la situación.

― ¿Qué es lo que quieres? ―preguntó Alex con un suspiro.

―Un suvenir, de todas tus aventuras ―dijo Melanie―. Y un relato detallado de ellas.

―De acuerdo ―accedió Alex de mala gana.

―Disfruta tu viaje ―estrecharon las manos―. Tonto.

Horas más tarde, Jeff le dio un boleto de ida hacia Veracruz con una conexión de poco más de tres horas en el aeropuerto de la Ciudad de México, así que ya estaba todo listo. Solo debía dormir, levantarse temprano y lo demás llegaría a él. Llegó a su casa y se recostó. Pasaron varias horas antes de que lograra dormirse, simplemente porque una parte de su cerebro (quizá la parte encargada de evitar las locuras típicas de Alex Reidfield) decía que aquella sería una misión de la cual no regresaría, era mucho el miedo que tenía. Sin embargo, todo eso no tuvo importancia cuando su coraje (Y furia) derrocó al miedo, ya que eran personas inocentes las que estaban atrapadas. Sus padres estaban muertos debido a ese monstruo y su hermana había estado a punto de ser secuestrada. Con ese pensamiento firmemente ajustado en su mente, poco a poco se quedó dormido.

Ese día tuvo un sueño mucho más extraño.

Estaba delante de él una especie de trayecto en curva, de pronto, vio un objeto extraño, grande con cuernos de más o menos diez centímetros de largo, con penetrantes ojos amarillos, flotando en el aire gracias a sus gigantescas alas. Era la causante de todo, y Alex lo sabía. En el extremo del trayecto estaba Stephanie atada a una roca, con una mordaza en la boca, mientras ella se retorcía, la gárgola hablaba en una lengua extraña.

Per la noctis skotádi.

Alex no encontró similitud con palabras que él conociera. La gárgola seguía diciendo cosas extrañas.

Luego volteó hacia donde estaba Stephanie y dijo:

Óti ta spirituum machen seva back.

Había un chico que Alex apenas había notado junto a Stephanie, estaba desmayado y cuando la gárgola mencionó aquellas palabras, el pequeño empezó a levitar con una especie de luz azul a su alrededor.

La gárgola dijo unas palabras más y en ese momento, del cuerpo del pequeño surgió una brillante luz blanca, la cual revoloteó un rato en la sala y se depositó en una gárgola inmóvil, la cual, a los cinco segundos, comenzó a moverse. Alex volvió a ver el cuerpo del pequeño, el cual se encontraba recostado en el suelo metálico, sin movimiento aparente.

Stephanie soltó un grito a través de la mordaza, la gárgola la oyó, se volvió hacia la chica, levantó un brazo y la golpeó en el rostro. La chica cayó y se desmayó por el impacto.

Alex quería gritar, la gárgola se volteó hacia donde estaba el chico viendo aquella horrible escena y dijo:

―Te estaba esperando, "héroe". Y sin decir más atacó.

Alex despertó, ya sabía para que secuestraban a las personas, era para quitarles el alma y concederles vida a más gárgolas sirvientes, ¡El mundo perdía el sentido!

Aquella mañana Alex se vistió y salió, sin preocuparse por si el cabello malévolo de su reflejo se reía de él por no enfrentarlo ese día. Iba con los boletos de avión que lo llevarían a Veracruz guardados en una pequeña mochila de viaje. Llegó al aeropuerto a las siete de la mañana, una hora antes de que se despertase tía Silvana para ir a casa a preparar el desayuno. En el espacio de abordaje se encontró con Jeff y María, los cuales se encontraban ahí para despedirlo.

―Cuídate amigo ―mencionó Jeff.

―Lo haré ―respondió Alex.

―Alex, llegarás a Xalapa en casi diez horas, y el camino hacia la Caverna es de hora y media, aproximadamente. Así que llegarías a ella a las siete de la tarde, por lo cual te sugiero que esperes hasta el día siguiente en la mañana. Los sacas a todos, y vuelves para la cena dentro de tres días, pero debo advertirte, no sé con qué cosas te encontrarás ahí― dijo María.

―Entonces los veré en dos días ―dijo Alex.

―Bien, te veremos luego ―suspiró Jeff, y luego en un susurro comentó―: Alex, ¿traes tu intercomunicador?

―Si, como siempre ―respondió Alex palpándose el bolsillo―. No te preocupes tanto, viejo.

Jeff rio y Alex entró al túnel, volteando dos veces más hacia sus amigos y despidiéndolos con la mano, esperando con toda su alma volver a verlos pronto.

Se sentó en un espacio junto a una ventana después de abordar y esperó a que el avión empezara el vuelo.

El avión despegó, Alex se colocó sus audífonos y empezó a jugar en su celular. Los demás pasajeros dormían, estaban concentrados en su computadora o en videojuegos. Vio entre los pasajeros de clase turista a un chico, de aproximadamente cuatro años, jugando con sus padres; vio a una niña de cinco años comiendo un emparedado de jamón; por último, vio a un chico de unos ocho años, con unos audífonos gigantescos color rojo, tenía el cabello negro y ojos verdes, éste estaba acompañado de sus padres, los cuales al parecer estaban charlando sobre lo que harían primero al llegar a su destino. Después de ver a cada uno de los pasajeros, Alex sintió que todo estaba tranquilo excepto por las turbulencias que movían el avión como una licuadora. El vuelo continuó unas horas más, entonces Alex intentó charlar con el pasajero a su lado.




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