Alex Reidfield y el Camino de la Serpiente

11. EL BOSQUE DEL OESTE.

Sam les preparó todo para el viaje: comida, agua, ropa etc. Ella ya les había advertido que no sabía con qué cosas se iban a encontrar en el camino, pero Alex, Jeff y Nathan dijeron que correrían el riesgo, aunque Alex ya sabía que uno de ellos tal vez no regresaría con vida.

Antes de empezar, los tres se despidieron de Sam, ella les dijo que los acompañaría, pero Alex la contuvo diciéndole que debía cuidar a su padre, ella asintió sin rechistar, se despidieron y los viajeros voltearon a ver el horizonte, Alex respiró profundamente, exhaló y cuando estaba a punto de dar un paso Sam gritó:

― ¡Alex!

Alex volteó y para su sorpresa Sam corría hacia él, lo abrazó y casi caen por la colina.

―Cuídate por favor ―dijo la chica.

Alex muy sorprendido por lo que Sam acababa de hacer solo alcanzo a poder decir "¿uhhh?"

―Y dicen que el cursi soy yo ―dijo Jeff y Nathan rio, era la primera vez desde que había despertado que reía.

Alex se sonrojó y asintió con la cabeza a Sam, volteó al horizonte de nuevo y sacudió la cabeza para pensar más claramente, estaba quizá al borde de una misión suicida, una parte de él decía: "abandona todo, aquí tienes comida, amigos y una casa", pero no lo hizo, debía hacer lo correcto a pesar de que eso lo terminase matando, no podía abandonar a ninguna persona ahí, menos a su hermana y a sus amigas.

Estiró una temblorosa pierna y comenzó a caminar, seguido de Jeff y Nathan, aún un poco rojo por la impresión, cuando se alejaron un poco del pueblo comenzaron a hablar.

―Díganme que falta poco ―lloriqueó Jeff.

―Estoy seguro de que falta mucho ―rio Alex.

―Y con el calor y la noche faltará mucho más ―confirmó Nathan.

― ¡Eso no me ayuda!, ¡Que pésimo apoyo moral dan, mocosos! ―gritó Jeff mientras Alex y Nathan reían.

Continuaron caminando por casi dos horas en una especie de desierto en el cual solo había rocas y el calor era inaguantable, no había rastros de agua ni comida, solo arena interminable. Encontraron agua, por desgracia, estaba demasiado contaminada para poder siquiera pensar en bebérsela o limpiarse en ella, tan siquiera refrescarse parecía mala idea.

―Vamos, tan solo un sorbo ―pedía Jeff.

―Ni siquiera lo pienses ―dijo Alex.

―Sí, te puedes morir si la bebes ―aseguró Nathan.

―Pero moriré feliz ―replicó Jeff.

―No, no lo harás ―mencionó Alex.

―Ustedes son odiosos ―dijo Jeff, acto seguido puso los ojos en blanco y cayó al suelo. Desmayado.

―Esto no es bueno ―aclaró Alex.

―Y que lo digas, nos culpará por no haberlo dejado tomar el agua ―dijo Nathan.

―Ayúdame a llevarlo.

Llevaron a Jeff hacia la sombra de un árbol gigantesco en medio del desierto y le salpicaron un poco de agua de la que Sam les había dado. La cara de Jeff estaba enrojecida y totalmente caliente, decidieron que dormirían ahí.

Estaba anocheciendo y el calor disminuía, al poco rato si seguían caminando terminarían congelados, y por suerte, Sam les había empacado unas bolsas para dormir, las pusieron en el suelo y se taparon, ahora en vez del calor infernal había un frio glacial, si acaso se les ocurría salir a investigar, el frio los congelaría.

Ellos estaban tapados, Jeff ya había terminado con el desmayo, pero ahora se había quedado dormido, Alex no podía dormir, el simple hecho de soñar lo tenía aterrado, estaba ahora más cerca de poder recuperar a su hermana, a sus amigas y a todos los demás, no se podía rendir ahora, pero esta vez lo asechaba más que nada la duda, ¿por qué Sam se había portado así?, ¿por qué ahora estaba tan confundido con sus sentimientos?, de hecho, tan fuerte era su duda que hasta deseó poder dormir, soñar mal ya no importaba con tal de tener otra cosa en mente, por lo que cerró la bolsa, cerró los ojos y deseó soñar.

Ahora, por desgracia, no pudo soñar con otra cosa, estaba en un hermoso campo verde, una casa a lo lejos, con un jardín lleno de flores, muy hermoso. Caminaba hacia él una chica, se veía borrosa, no se alcanzaba a distinguir, pero se podía escuchar perfectamente, solo decía una cosa: "Alex". Lo decía en un tono tranquilizador, relajado, más bien era una especie de susurro, Alex confundido caminó hacia ella y la tomó de la mano, sintió un calor extraño, y su sueño acabó, la oscuridad lo llenó.

Despertó aún más confundido que antes, ¿quién era esta chica?, no lo sabía, ¿acaso eso que vio era un ángel?, y si lo era, entonces eso quería decir que él quizá moriría, su cabeza daba vueltas, tan absorto estaba en sus pensamientos que se sobresaltó al sentir una palmada en la espalda.

―Buenos días ―dijo Nathan.

―Hola amigo ―contestó Alex.

― ¿Dónde está Jeff? ―preguntó Nathan.

Salieron pues del espacio sombreado y vieron a Jeff, armado con arco y flecha, los dos hechos de madera, apuntando hacia el gran árbol que producía la sombra dónde estaban Alex y Nathan, estos dos se asustaron y le hicieron señas para que bajase el arma, Jeff los vio y les hizo señas de que se callaran, un ruido se escuchó entre las hojas y una flecha salió disparada hacia la copa del árbol, de él cayó una ardilla.

―Bien, el desayuno está listo ―dijo por fin Jeff.

Alex y Nathan estaban tan atónitos que no podían ni moverse, de pronto Nathan soltó una risita.

―Jeff ―dijo Alex―, no sabía que eras así de bueno con el arco.

―Solo es simple física ―contestó Jeff―. Aparte practiqué desde la mañana, me despertaste con tus gritos.

―Pero ¿ardillas en el desierto? ―dijo Nathan.

―Debe haber un bosque cerca de aquí, o al menos eso creo —murmuró Jeff.

―Pues vamos ―dijo Alex.

Caminaron una hora a la luz del sol, la ardilla que habían comido les servía para no morir de hambre, a lo lejos se encontraron con un bosque, frondoso, con árboles de gran tamaño, y vegetación abundante.

Llegaron al inicio, el calor y la arena se convirtieron de pronto en solo sombra de los árboles y pasto que ahora estaba bajo sus pies.




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