Alex y Kate

Capítulo 5

Alex no tenía pensado rendirse fácilmente. Recorrió distintos mercados a lo largo del pueblo. Los que estaban cerca de su hotel y los que estaban a un par de viajes en bus y compró todo tipo de amuletos contra los malos espíritus (no había conocido un espíritu más malo que Kate). Una de sus mejores adquisiciones eran una caja de madera del tamaño de un joyero. El hombre que se lo vendió, que debía tener el doble de la edad de Alex y la mitad de su cabello, le dijo que podía encerrar a cualquier espíritu todo el tiempo que quiera.

En la noche, Alex puso los amuletos en su habitación, convirtiéndola en la morada de un esquizofrénico. Se echó en su cama y se cubrió con una gruesa frazada de tigre, el que se lo vendió le dijo que lo protegería de los fantasmas como un escudo, y comenzó a roncar. Alex no podía estar más despierto, tenía que mantenerse en alerta. Escuchó el sonar de unas campanas. El fantasma había llegado.

Alex presionó las pinzas con fuerza. Su palma enrojeció.

—Querido, ya estoy en casa — llamó Kate —. ¿Dónde estás inútil? Quiero mi cena y luego quiero que laves los platos.

La habitación estaba a oscuras. Kate no pudo ver ninguno de los adornos. Lo único que podía ver era un bulto enorme en la cama.

Alex escuchó las risitas de una adolescente malvada.

—No me obligues a ir a buscarte.

Kate voló hasta que se chocó contra un cazador de sueños que estaba en el centro de la habitación. Alex retiró la cabeza con cautela y como la red del cazador de sueños se movía con mucha intensidad. Alex se paró encima de su cama y vio como la imagen de Kate, que debía tener el tamaño de un insecto, aparecía y desaparecía de forma intermitente.

Alex vestía una casaca blanca con capucha que tenía el logo de Los Cazafantasmas en su espalda. De ahí sacó la caja de madera. Toda su superficie estaba repleta de símbolos incomprensibles para el ladrón. Kate se retorcía con más vigor enredándose más en las redes.

—¿Necesitas ayuda, pequeña alimaña?

—Alex, desgraciado…

—Los insultos no son necesarios. Yo pienso ayudarte.

Alex le mostró las pinzas metálicas a Kate. La pinza tenía los mismos símbolos que la caja. Kate trató de retroceder, alejarse de la boca metálica que se acercaba a ella como un depredador.

—¡Alex! No, por favor… — suplicó el fantasma.

La pinza agarró el cuello del fantasma y la retiró del cazador de sueños. Alex introdujo a Kate dentro de la caja. La cerró y guardó la llave en el bolsillo de sus pantalones. Kate se movía alterada haciendo que la caja baile en las palmas de Alex.

—Alex, sácame de aquí — la voz de Kate sonaba desesperada. Hasta parecía estar hiperventilándose.

¿Los fantasmas se pueden hiperventilar?, se preguntó Alex. Descartó la pregunta porque la respuesta le importaba una mierda.

—¿Realmente crees que te voy a sacar de ahí? Vaya, eres más estúpida de lo que creí — si Kate pudiera ver a Alex, podría ver la sonrisa triunfal más grande de la historia. Alex debería anunciar pasta de dientes.

—Alex, por favor — Kate estaba llorando.

—Después de lo que me has hecho pasar… — Alex estaba rabioso —. Solo cállate que voy a dormir. He querido una noche tranquila desde hace mucho tiempo. Si escuchó una miserable silaba de ti te voy a arrojar al tacho de basura.

Alex se echó y se quedó dormido. La frazada de tigre no solo lo protegía de los fantasmas, también lo abrigaba muy bien. Kate se quedó callada por unas horas. La caja volvió a bailar de nuevo.

—Alex. Alex. Alex. Alex. Alex…

Alex abrió los ojos con pesadez. La caja golpeaba con más fuerza la cama. Suspiró.

—Eres el peor despertador que he tenido — dijo Alex irritado.

—Pero hago mi trabajo de modo eficiente, y eso es lo que importa.

—No digas que no te lo advertí.

Alex tomó la caja y se dirigió al tacho de basura.

—Espera, espera. Por favor, por lo que más quieras. No lo hagas.

—¿Qué diablos quieres?

—Tengo que ir al baño.

Se le pasó el sueño y una sensación de alarma invadió su cuerpo. Eso sumado con una infinidad de preguntas que atormentaban su cerebro.

—¿Qué dices?

—Es una broma. Soy un fantasma y nosotros no podemos ir al baño, comer, o dormir. Ahora que lo pienso esta existencia puede ser muy aburrida — Kate guardó silencio unos segundos —. Sobre todo cuando una está encerrada en una caja.

Alex tragó saliva. Espero no estar sintiendo culpa, pensó. Esta mocosa se merece eso y mucho más.

—Lo merezco. Lo sé.

¿Lo ven?, pensó Alex autoproclamándose ganador de una discusión imaginaria.

—Merezco todo esto. Ya saber por hacer que cierren tu bar y toda lo demás. Descuida — dijo Kate mucho más animada —. Voy a compensarte. ¿Qué te parece un espectáculo de magia? ¿Te gusta la magia, no es así?

Alex cerró el tacho de basura y regresó la caja a la cómoda. Alex amaba la magia. Si no hubiera sido ladrón hubiera sido mago. Pero no confiaba en Kate. Lo mejor que podía hacer era ignorarla y continuar durmiendo. Si volvía a molestarlo, la arrojaría al tacho de basura.



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En el texto hay: ladron, humor negro, fantasmas y venganza

Editado: 10.08.2024

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