Alex y Kate

Capítulo 17

Víctor estaba haciendo unas planchas en el suelo. Se había propuesto a hacer 300 planchas, y estaba a punto de conseguirlo. 298, 299, 300. Cuando terminó su público estalló de alegría. Víctor no estaba solo, las ratas lo acompañaban. Eran sus únicas amigas en todo este tiempo de encierro.

Víctor comenzó con los abdominales, misma meta. Una de las ratas se acercó a un plato de comida que estaba cerca de la puerta. Después de olerlo se alejó de ella como si tuviera la peste mezclado con otra enfermedad infecciosa. Víctor dejó sus ejercicios para ver a la rata correr asustada y refugiarse detrás de él.

Esto solo le decía una cosa: La comida estaba envenenada. Víctor agarró el plato y lo arrojó al inodoro.

—Ustedes siempre cuidándome. Gracias — las ratas se pusieron en dos patas y aplaudieron como pudieron con sus patitas.

Víctor terminó con su rutina de ejercicios. No había ningún espejo en si habitación y, aun así, Víctor pudo notar su progreso. Su abdomen estaba mucho más plano y tonificado, y sus brazos habían aumentado en masa muscular.

Desde hace una semana que Víctor tuvo que conseguir sus alimentos de otra forma. El primer día, una de sus amigas probó un poco de la lasaña de carne que Esther le había preparado. Tuvo una muerte lenta y agonizante. Víctor lloró por la muerte de su amiga, para luego tener que comérsela. Se propuso que esta sería la última vez que comería rata, al menos cruda.

Víctor estuvo encerrado varios meses, los tenía contados en su cabeza (tres meses, dos semanas y cuatro días). Durante ese tiempo se dedicó a cuidar de las ratas que venían a visitarlo desde un agujero debajo de su cama. Al principio venían dos, y a la semana aumentaron a veinte.

Cuando Víctor se ejercitaba, una de las pocas cosas que podía hacer, las ratas lo rodeaban para ver el espectáculo. Cuando dormía las ratas dormían a su alrededor, como si fuera la silueta de un crimen.

Durante un tiempo, Víctor compartió su comida con sus amigos roedores. Pero desde que decidieron añadirle veneno a la comida (ellos querían matarlo y él no sabía por qué) tuvo que encontrar otra fuente de alimento.

Las ratas entraban por el agujero que estaba debajo de su cama. Dicho agujero conducía a un laberinto de túneles que las llevaban a distintos puntos de la casa. Su destino predilecto era la cocina. Tomaban cualquier comida que pudieran, principalmente latas de conserva. Víctor les agradeció considerablemente cuando le trajeron una lata de sardinas con salsa de tomate. Sus favoritas.

Su habitación, o celda como Víctor la llamaba, era pequeña. De unos diez metros cuadrados. Contaba con una cama tan pequeña que sus pies sobresalían por el otro lado cuando tenía que dormir y un librero repleto de libros variados (que iban desde novelas clásicas hasta libros de contabilidad). En el techo colgaba un foquito que a veces funcionaba otras veces no.

Leer era imposible. Dicho foco se lo impedía. Había días en los que estaba en la total oscuridad. A Víctor solo le quedaban tres cosas por hacer: hablar con las ratas, hacer ejercicio y alimentar el odio hacia sus tíos.

Los bastardos que lo habían encerrado ahí.

Tras la desaparición de Sonia Cárdenas, Agustín Cárdenas decidió buscar un nuevo candidato para ser su heredero. En medio de su búsqueda sonó su celular. Esa llamada bastó para hacerlo detenerse. Su hermano Andrés y su esposa Claudia murieron en un incendio.

Un incendio causado por unas velas aromáticas, una eyaculación precoz, una pelea y una botella de tequila.

Afortunadamente su hijo Víctor no estaba en casa. Se encontraba en casa de un amigo estudiando para su examen de admisión. Cuando regresó a casa, rascándose uno de los brazos, vio que estaba en llamas.

Apenas finalizó el funeral, Agustín movió cielo y tierra para hacerse con la custodia de Víctor. Le ofreció techo, comida y educación. No lo hizo por ser un buen samaritano o porque era su sobrino favorito, apenas lo conocía. Agustín lo investigó a fondo y vio que sus notas no bajaban del 19 en todos sus cursos y que era el alumno más destacado de su colegio.

Tenía material para heredero.

Víctor consiguió ingresar a la universidad de “Estrella nocturna” en la carrera de administración de empresas en su primer intento. Agustín le hizo una gran fiesta y lo trató como a un hijo.

Todo iba bien con el plan hasta que Esther encontró las jeringas en su mochila. Se lo hizo saber a Agustín de inmediato.

Víctor era un adicto a las drogas desde hace años. Desde la secundaria. La vasta propia que le daban sus padres bastaba y sobraba para alimentar su adicción, y en los pocos casos en los que le faltaban el dinero, robaba algunas joyas de su madre. Nunca se daban cuenta.

Agustín no podía permitir eso. Apenas se dio cuenta mandó a Víctor a un centro de rehabilitación para drogadictos. Se sintió mejor una vez su sobrino entró a la institución. Cuando se recupere podrá continuar con sus estudios y todo volverá a la normalidad.

Nada volverá a la normalidad. No después de que Víctor escapara y matara a tres trabajadores en el proceso. Lo hizo con uno de los internos, que uno de los internos le entregó a cambio de medio paquete de pegamento, que uno de sus amigos de afuera le proveyó.

No sabía dónde ir. Si mejor amigo había sido arrestado por posesión de drogas. No pensaba regresar con sus tíos, pero tampoco tenía dinero y la policía le perseguía.



#2961 en Otros
#633 en Humor
#127 en Terror

En el texto hay: ladron, humor negro, fantasmas y venganza

Editado: 10.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.