Alex y Kate

Capítulo 18

Capítulo 18

Mónica estaba preocupada. Víctor era el único obstáculo para su nueva vida muy lejos de “Estrella nocturna”, y de paso, del Perú. Y matarlo resultó ser mucho más difícil de lo esperado. Ella no era una asesina a sangre fría, por eso había optado por matarlo de la misma forma que asesinó a su marido: Envenenándolo.

Durante una semana estuvo envenenando su comida. El veneno no tenía ningún sabor, por lo tanto, no alteraba los deliciosos manjares de Esther. Cada vez que miraba por el mirador de la puerta, veía a un Víctor saludable haciendo ejercicio. No tenía el aspecto de alguien que se iba debilitando con el pasar de los días, o de alguien que había dejado de comer por varios días.

En ambos casos estaría echado en su cama aullando de dolor.

Víctor no se comía su comida, y de alguna forma conseguía alimento. Mónica pensó en Esther, pero descartó la idea de inmediato. Ella no sabía nada de la existencia de Víctor.

Mónica y Agustín sabían que mientras menos personas supieran que tienen a un sujeto perseguido por la justicia como prisionero debajo de su casa mejor. Eso incluía a Esther, de la que Agustín no confiaba.

Esther era una mujer parlanchina que podía soltar, sin querer, la bomba de que sus jefes tienen a un hombre prisionero en contra de su voluntad en una de sus largas conversaciones por teléfono.

Mónica, por su parte, si confiaba en Esther. Tanto que le confió su plan para matar a su marido. La ama de llaves le aconsejó que usara venenos.

Mónica comía una manzana mientras miraba a Esther limpiando la sala. Esther no lo sabía, pero Mónica la conocía más de lo que ella le daba crédito. Sabía detalles de ella que podía usar a su favor.

—Esther. Hay algo muy importante que tengo que decirte.

Esther limpiaba la sala muy desgranada. Toda la casa la asustaba, quería irse, pero Mónica aún no había cobrado si herencia. Y no tenía pensado en dejar ese lugar sin su dinero. Esther limpiaba el mismo pato de cerámica por más de diez minutos.

—¿Qué ocurre señora?

—Ven aquí.

Esther se acercó a su amor platónico. Cuando estuvo muy cerca de Mónica, ella le dio un beso en la boca. La ama de llaves tenía un aliento espantoso. Esther atesoró cada segundo del beso. Esta era una de las experiencias más hermosas y gratificantes que habla experimentado en todo su tiempo en este planeta. No quería que se terminara.

Y se terminó.

Mónica se alejó de los labios pegajosos de Esther. Se preguntó si quedaba enjuague bucal, o si tendría que mandar a Esther a qué compre más.

—¿Podrías hacerme un favor?

—Lo que sea — dijo Esther con una voz llena de deseo.

Esther bajaba las escaleras con un nudo en la garganta. No sabía que “Lo que sea” tuviera tantas ramificaciones. Mónica le dio otro beso y dejó que Esther le tocara los pechos y el trasero. Con eso bastaba para engatusarla. Hace unos minutos Esther habría hecho lo que sea para complacer a Mónica.

Pero ahora no estaba segura de sí valía la pena matar a alguien por ese cuerpo tan exquisito.

Mónica le contó todo sobre Víctor. Esther escuchaba todo con una mezcla entre asombro e indiferencia. Por un lado le intrigaba todo lo que pasaba; y por el otro lado no le sorprendía. Esto parecía algo normal para esa retorcida familia.

Esther sostenía la escopeta con sus manos sudorosas. El dinero era una buena motivación para matar a una persona, se decía. Mónica le ofreció el 22% de la herencia en lugar del 20% antes pactado si mataba a Víctor.

El plan era simple: entrar a la habitación y darle un balazo en la cara. Listo. Simple. Un trabajo de un minuto. La puerta de la habitación era de madera gruesa con una cerradura dorada. Esther abrió la puerta, entró y encendió la luz. El foco no funcionaba. Esther maldijo a Mónica y a su escultural cuerpo. Cuando todo esto termine le pedirá el 23% de la herencia y la posibilidad de masajear sus tetas por cinco minutos consecutivos.

Esther vio un bulto en la cama con la ayuda de la luz de afuera. Víctor estaba durmiendo. Esther apuntó a la cama y disparó haciendo un agujero a las sábanas y mandando a volar una bola de hule espuma. Listo. Menos de un minuto.

Le va a tomar más tiempo.

La puerta se cerró sola dejándola en la oscuridad. Esther apuntó a la nada, sus manos sudaban todavía más, le costaba sostener la escopeta. Víctor la observaba pacientemente. Había estado tanto tiempo en la oscuridad que se acostumbró a ella.

Víctor sostenía el foco partido, tenía varios picos a su alrededor. Esther escuchó varios chillidos venir del suelo y sintió varios piquetes en sus tobillos. Eran las ratas quienes la mordían. Víctor se acercó lentamente hasta ponerse detrás de ella.

Esther sintió un aliento cálido en su cuello.

Y fue ahí donde Víctor le clavó el foco.

Esther se desplomó en el suelo. Seguía viva. Víctor pateó la escopeta, alejándola del alcance de la ama de llaves. Varias ratas se subieron a su cuerpo formando un traje peludo y en movimiento. Los piquetes dejaron marcas en distintas partes de su cuerpo, no solo en los tobillos (que estaban en carne viva). Víctor recogió la escopeta y apuntó a la mujer en la cara.



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En el texto hay: ladron, humor negro, fantasmas y venganza

Editado: 10.08.2024

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