Alex y Kate

Capítulo 21 FINAL

Víctor había asesinado a su tía y estaba contento. Deseaba que su tío también sufriera el mismo sentido. Estaba muerto, así que era imposible.

Media victoria era suficiente.

Víctor no solo estaba feliz. Se sentía eufórico, el mero acto de matar le generaba mucha alegría. Matar se había convertido en una droga y Víctor era un adicto.

La puerta se cerró con fuerza. Escuchó a alguien apoyándose en la misma. Víctor sonrió, ¿Quién podrá ser? ¿Kate? ¿Habrá visto como asesinaba a su madrastra? ¿Le habrá gustado?

Ojalá que sí. Sería su última alegría. Todavía tenía deseos de matar.

Pateó la puerta con fuerza y la figura cayó de frente.

¿Quién era ese sujeto?

No era Kate. Para comenzar era un hombre. Tenía una larga cabellera y vestía como un vagabundo. Se retorcía como un insecto. Víctor le apuntó en la cabeza con la escopeta y eso bastó para que dejara de moverse.

El loco de la escopeta escuchó unos murmullos venir de la boca del hombre. No pudo entender lo que decía.

—Habla más fuerte para que te escuchemos los demás — Víctor presionó la cabeza de Alex con el cañón. Alex le pidió ayuda a Kate con la mirada.

—¿Quién eres? — le pregunto Víctor.

—Soy Alex — respondió Alex deseando no haber tomado demasiadas bebidas energéticas.

—¿Qué estás haciendo aquí, Alex? — dijo la palabra “Alex” como si hubiera dicho una grosería en un funeral — ¿Eres un ladrón?

Alex no sabía que responderle a ese psicópata. “He venido a matar a tu tía por órdenes de tu prima muerta”. No le creería. Pensaría que está loco. “Entre locos se entienden”, solía decir su padre.

Hablando de su prima muerta, Alex no vio a Kate por ningún lado.

—¿Eres un ladrón? — el hombre de la escopeta repitió su pregunta.

Alex pensaba en una forma de escapar. Era imposible mientras tuviera el cañón apuntándole en la cabeza.

—Odio a los ladrones; pero no te mataré por eso, Alex. Has visto demasiado. Lo siento, amigo, pero llegaste en el peor momento.

Víctor no quería perder más tiempo con este sujeto. Disparó su arma, esperando sentir la misma euforia al ver otra cabeza explotando. No pasó nada más allá de un ruido seco que el viento se llevó. Su escopeta no tenía balas.

Alex le dio una patada en las rodillas a Víctor. Se dio la vuelta y le arrojó las zapatillas en la cabeza. Víctor se protegió la cara con las manos. Una de las ratas, amiga de Víctor, mordió a Alex en la mano.

Sin importarle si ese roedor podría o no infectarle de algo con solo morderlo, Alex tomó a la rata y la arrojó a la cara de su contrincante. Como si fuera un jugador de Baseball, Víctor usó la escopeta como un bate y golpeó a la rata de tal forma que el público enloqueció. La rata se estrelló contra una de las vitrinas del museo cinematográfico de Agustín Cárdenas.

—¡JOSÉ, NO! — gritó Víctor, desesperado y triste.

—¿José? — fue lo único que pudo articular Alex. Los problemas mentales de ese muchacho no eran si problema. Largarse era su prioridad.

Alex no fue muy lejos. Víctor lo agarro y lo levantó encima de su cabeza. Alex se retorcía y daba patadas al aire sin mucho éxito. Alex se dio cuenta de una cruel verdad: Víctor era mucho más fuerte que él.

Víctor lo soltó como si fuera un costal de estiércol. Sus costillas fueron las que sufrieron más daño. Víctor levantó su pie para aplastarle la cabeza a Alex, pero vio algo que sobresalía de su bolsillo y lo hizo detenerse. Se trataba de una bolsita de cocaína que se dejaba ver en el bolsillo de su casaca.

Las drogas salvaron la vida de Alex, por ahora.

Alex la había comprado hace una semana al hermano menor de su proveedor de marihuana. Tenía quince años y quería iniciarse en el negocio de tráfico de drogas, y Alex estaba dispuesto a apoyar a la juventud a emprender.

Alex se había enamorado tanto de la marihuana que se había olvidado por completo de la cocaína.

Víctor recogió la bolsita. Era blanca y pura. Le traía varios recuerdos de la secundaria y los primeros años de la universidad. Echó un poquito en su mano.

Alex le agarró el zapato. Furioso. Nadie le roba si cocaína. Esto causó que el polvillo blanco caiga al suelo, justo en la cabeza de Alex, perdiéndose para siempre en el bosque capilar de su cabello.

Víctor le dio una leve patada. Estando al borde de la escalera de caracol; la patada fue un impulso, bastó para que Alex rodara por la misma. Víctor esnifo la cocaína de su mano y guardó lo quedaba en su bolsillo. Varias de sus amigas ratas tocaron sus pies. Víctor las miró compasivo.

—Lo siento, pero la cocaína es para mí — ellas comprendieron de inmediato.

Víctor bajó las escaleras lentamente. Ese sujeto nunca fue una amenaza. Su cuerpo no se movía, parecía estar muerto. Solo era cuestión de confirmarlo. Con romperle el cuello bastará.

Víctor sonrió al ver cómo Alex se esforzaba para ponerse de pie. Se apoyaba en una mano mientras tenía la otra en su bolsillo. Que tierno. Todavía quería seguir peleando. Mejor dicho, todavía quería seguir recibiendo palizas.



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En el texto hay: ladron, humor negro, fantasmas y venganza

Editado: 10.08.2024

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