La noche era estrellada, con un viento suave. Me quede un momento hipnotizado bajo el brillo de las estrellas. En un momento de calma y silencio, sentí que alguien se recostó sobre mí hombro. Era Alma ya consumida por el sueño. Al verla pensé en apartarme, pero decidí quedarme estático para no romper su comodidad. No quería interrumpirla.
La luna se escondía y el sol resplandecía. Mientras tanto, yo y Alma estábamos profundamente dormidos. Ella recostada sobre mi hombro. Y yo, sobre una vieja chimenea que había en el tejado de la escuela.
Entreabrí los ojos.
—¡No! — grite girando hacia un lado con Alma sobre mí.
Una roca gigante estrello el tejado de la escuela. Había salido de una de las grietas en el cielo.
Me di cuenta que eran más grandes y anchas.
—¡¿Qué ha pasado?! — dijo Alma levantándose de mi pecho con un poco de vergüenza.
—Una roca gigante casi se estrella contra nosotros.
—¡Alexander! — grito Huijh mientras irrumpía en el tejado.
—¡Alma! — grito Alfin detrás de Huijh—. ¿Están bien?
—Si, estamos bien. Esa roca cas nos cae encima.
—Las grietas se han abierto más. Ellos ya vienen.
—¿Ellos? — pregunto Huijh confundido.
—Bestias feroces y gigantes atormentaran a toda Valdoria. Silver tiene más poder…
—¿Qué haremos? — pregunte perplejo.
—Prepararnos—respondió Alfin —. Hay que pelear por nuestro mundo y universo. No dejaremos que nada le pase.
Alfin nos dirigió a un lugar abierto, venia cargando doce libros…
Cruzamos los jardines ocultos de la escuela, hasta llegar a un centro de piedra, cubierto por una cúpula mágica.
—Este lugar fue creado por el primer gran hechicero de Valdoria —explicó Alfin mientras colocaba los libros formando un círculo—. Aquí la magia fluye más clara, más honesta.
Los libros levitaban levemente.
—Hoy aprenderán algo que pocos llegan a conocer. La hechicería no es solo conjurar, atacar o defender. Es comprender. Dominar no solo el poder, sino también la intención que lo guía.
Abrió uno de los libros. Las páginas brillaron con símbolos vivos, que flotaron en el aire como luciérnagas de conocimiento.
—Hechicería elemental, del tiempo, del alma, del lenguaje, de los recuerdos… incluso hechicería de realidades paralelas. Todo está aquí —Alfin hizo un gesto con la mano, y los libros comenzaron a girar en torno a nosotros—. Pero hay uno entre ustedes que debe recibir más que simples enseñanzas.
Se giró hacia mí.
—Alexander… tú no solo naciste con poder. Tú naciste como un centro de equilibrio. El caos y la armonía se disputan tu interior… y eso te hace especial.
Extendió un libro distinto a los otros. Su tapa era negra como la noche más profunda, con detalles tallados que cambiaban a medida que lo mirabas.
—Este es el Libro de Therzäl, también conocido como el Códice del Todo. Fue sellado durante miles de años, solo accesible a quien el universo acepte como su guardián.
Me acerqué con el corazón acelerado.
—¿Y por qué a mí?
—Porque no fuiste elegido por azar. Eres una chispa de algo mayor, algo que aún ni tú comprendes. Este libro no solo enseña. Él recuerda. Él siente. Y, si logras entenderlo, desbloquearás hechizos que ningún otro ha sido capaz de dominar.
Tomé el libro. Era frío al tacto, pero latía como un corazón.
Cerré los ojos. El conocimiento no entraba, se revelaba.
—¿Estás bien? —susurró Alma, tocando mi brazo.
—Sí —dije, respirando hondo—. Esto… es impresionante.
—Y aún no has leído ni una sola página —dijo Alfin con una pequeña sonrisa.
Los demás libros comenzaron a abrirse. Alfin les enseñó a Alma y a Huijh sobre sus vínculos naturales: el viento en el caso de ella, y el fuego protector en el caso de él que había descubierto un poco de su poder en ese momento.
Nos quedamos hasta el anochecer entrenando bajo su guía. Aprendimos hechizos antiguos, diagramas de invocación, círculos de contención, y conjuros para repeler la corrupción. Alfin nos enseñaba con paciencia, pero con urgencia.
—Silver usará hechicería corrupta, la más peligrosa de todas —dijo finalmente—. No pueden derrotarla solo con poder.
Cuando nos retiramos esa noche, el libro de Therzäl pesaba como una estrella en mis brazos. Sentía que había dado el primer paso hacia algo que cambiaría no solo el destino… sino el de todos los mundos conectados por Valdoria.
Entramos a la escuela, el silencio de los pasillos se rompió con un rugido que no pertenecía a ningún animal que conociera. Un estruendo hizo vibrar las ventanas de la escuela, seguido de un eco grave que se repetía como un tambor lejano.
Salimos al balcón. El cielo había cambiado.
Negro profundo… pero atravesado por grietas moradas que se movían como venas en un cuerpo vivo. Entre esas grietas, algo se agitaba.