Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capítulo 3. Pacto con la mafia

 


El portal nos lleva a un lujoso casino.

Es hora de volver a cambiar de forma. Mi truco favorito. Moví lentamente los dedos. Empezando a cambiarme las facciones físicas del rostro, luego mi cabello de blanco a  negro. Nos podemos ver a través del espejo de los baños donde nos ocultamos y esperamos terminar de adaptarnos a estas pieles humanas. A mí no me cuesta demasiado trabajo, estoy acostumbrado. Lo que tarda más es el color de ojos, puesto que tienen que pasar de negros a rojos y de rojos a el color que quieramos; yo siempre ocupo el gris, me gusta cómo me hace ver imponente, además combina con mi gran altura y fornido cuerpo. Ahora los tres lucimos majestuosos con un impecable smoking oscuro. El traje se ajusta a mi cuerpo, lo siento estirando la tela de los brazos, espero no se rompa.

—Es hora de salir — Mammón se acomoda los gemelos. Parece tener más confianza ahora que estamos rodeados de humanos.

—¿Listo? —pregunta Zauron.

Yo simplemente asiento despacio.

—Primero los veré en acción, si me gusta, quiero pactar con el jefe. —Mammón y zauron se miran entre sí, asombrados.

—Si quiero algo, lo quiero en grande. —me cruzo de brazos. Aun puedo ver que mis ojos tardan en cambiarse a grises, está tardando demasiado en pigmentarse, apenas llevan la mitad.

—Bien— suspira derrotado Mammón.

Murmuran en voz baja el hechizo en latín que los hará visibles a los ojos humanos. Yo únicamente los sigo una vez que terminan.

El casino está lleno, demasiada gente camina de un lado a otro con copas de vino en las manos, otros juegan en las maquinas con esperanza en los ojos y hacia donde ellos se dirigen están tan tranquilamente en la planta alta, la zona VIP, viendo mujeres desnudas bailarles sobre la mesa bajo la luz roja que ilumina todo el segundo piso del casino y tomando pequeños tragos a sus bebidas mientras ríen y cantan.

Dos hombres altos y rellenos, con cara de malos custodian las escaleras. De vez en cuando echan una rápida mirada al piso de abajo donde se encuentran los jugadores.

Se sientan en los lugares vacíos.

Los hombres se tensan apenas los ven y dos de ellos que portan en el dorso de su mano los sellos de pacto los saludan chocando los puños, pero están alertas, incluso huelo su respeto hacia los demonios que me trajeron, así que supongo son ellos. Todos llevan smoking y brillantes joyas adornan sus dedos y cuellos, como esa gigante cadena que porta el más grande. Tienen pinta de maleantes recién sacados de prisión.

Miro a Mammón con una ceja arriba y los brazos cruzados, el niega.

—Marc —lo llama e inmediatamente uno de los pactados gira a prestarle atención. —Querías que viniera ¿para qué?

—Oh si...—se acerca a él, casi susurrándole al oído, por lo que me acerco igual. —el jefe tiene problemas para sacarle información a uno de los regalitos que le trajiste la otra vez.

—¿Dónde está? — el hombre señala abajo y Mammón asiente.

Zaurón se recarga en el asiento, me señala discretamente las joyas que cargan, asiento despacio.

Joyas, mujeres desnudas, bebidas. Me lamo los labios. Hmm lo pensaré.

Mammón me hace señal que lo siga y voy detrás. Bajamos las escaleras bajo la atenta mirada de uno de los guardias y entramos por una puerta de vidrio hacia un pasillo donde se empiezan a oír golpes y gemidos lastimeros, huele demasiado a sangre, tanto, que ya me está dando hambre.

Al fondo e encuentra un hombre con cabello entrecano, de mediana edad, con un llamativo smoking café, pero sin el saco, golpeando sin piedad a un hombre más joven que yace sentado y atado en una silla a medio cuarto apenas iluminado por una pequeña ventana muy arriba, sangrando a borbones por la boca, y nariz.

Puedo oler el miedo en él, puedo sentir que está a punto de rendirse pues su cabeza está perdiendo la batalla contra quedarse despierto. Su desesperación e impotencia por no poder salir de aquí hacen que me interese por el caso. Su alma esta machada, lo que la hace apetitosa.

— ¡tú me das lo que quiero y punto! ¡No preguntas! — golpea su rostro con el puño.

Miro a Mammón a mi lado. Él observaba todo con diversión. El hombre levanta la cabeza y sonríe mostrando un diente de oro.

Alrededor hay más de seis hombres con traje oscuro y armas en las manos. Todos con tatuajes y miradas vacías y frías.

No son demonios. No son de los míos, pero... están muy cerca de serlo.

—Carl, traigo a alguien que te será muy útil

—¿Quién? ¿otro niñito debilucho?

—Hay alguien que lo puede hacer mejor. —le dice Mammón. —Más que un pactor, es uno de los hijos de Lucifer, es el demonio de la guerra, hábil y despiadado, como con los que te gusta trabajar. —el hombre lo mira sin entender unos segundos, se queda pensante hasta que reacciona. Le brillan los ojos.

— ¿Trabajará para mí?

—Más bien, tú para mí

Murmuro el hechizo y aparezco ente sus ojos haciendo mi fabulosa entrada. El joven se desmaya mientras el hombre que ahora se que se llama Carl, me observa tranquilamente. Se acerca a mí limpiándose los nudillos ensangrentados en su elegante camisa, escudriñándome con unos grisáceos ojos cansados.

— ¿él también es...? — le pregunta a Mammón y él asiente

—Si— me alzo de hombros, mirándolo fijamente con la cabeza arriba

—Él nos ayudará

—Bueno, entonces ¿tengo que hacer pacto contigo? ­ — alza una de sus grandes cejas.

—Así es...

—Yo te ofrezco mujeres, lujos e incluso conseguiré comida para los tuyos

Esto me empezaba a interesar

—¿Tú que me ofrecerás a cambio?

—Quizás esto ayude — levanto mi mano en su dirección y murmuro el conjuro de la juventud lo que le reduce unos cuantos años. Sigue siendo entrecano pero su piel elimina algunas arrugas. —Esto es solo uno de los beneficios. Yo te doy lo que necesitas y tu me das lo que quiero. ¿Qué dices? ¿aceptas? — cuestiono antes de que diga algo.

Se observa las manos, se toca el rostro. Su mirada de incredulidad me divierte.




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