Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 4. Ella

La Diosa a la que casi decapito en la mañana aparece frente a mí, hablándome con tranquilidad cuando sabe que puedo matarla en un abrir y cerrar de ojos.

Lleva un largo vestido blanco con una cinta dorada sujeto a su cintura y encima una capa oscura que cubre su cabeza. Solo se ven sus verdes ojos luminosos. Cuando se descubre puedo ver que su cabello a sufrido los cambios que el infierno provoca, pero veo que solo afectó la mitad de su cabello.

Mitad blanco y mitad negro. Lo cual me deja perplejo. Eso no había ocurrido nunca.

—¿Qué? —cuestiona tocándose la cabeza. Haciendo sonar sus brazaletes con sus anillos de oro.

—¿Mitad blanco, mitad negro? ¿pues qué tipo de Diosa eres? — pregunto con burla alzando una ceja.

—¡Ay no, se ha despintado! —sube inmediatamente la capucha y se cubre la cara —¡no me veas!

—Pues sal de mi vista

—No puedo. Lucifer me ha enviado y...

—Dile que fallaste, lar...go

—No puedo hacer eso. Solo...necesito más Renca y....—me frustra. Llego hasta ella más rápido que la luz y la empujo contra el árbol más cerca, este cruje y ella jadea sorprendida.

—Mira niñita mejor dile que no me encontraste y lárgate o no te volverán a encontrar —se queda quieta, observándome de cabeza a pies, una y otra vez. —¿Que? —le gruño —¿tengo sangre en los dientes? —se los enseño, haciéndolos filosos al momento, pero ni así salta su miedo.

¿¡Donde mierda esta su miedo!?

—¿Esa es tu forma humana? —ruedo los ojos. Lo que me faltaba. Otra que se ha vuelto loquita por mí.

—tendrás que formarte en la fila de las que babean por mí—alzo el mentón, orgulloso.

—No me gustas—frunce el entrecejo— y mucho menos me das miedo —¡plas! me da una fuerte bofetada que me deja atónito y con la cara de lado— ¿Quién te crees para hablarme así?

Creo que su golpe se ha escuchado más fuerte que cuando me las follo.

—¿¡Y tú quién mierda te crees para pegarme!?— retrocedo cerrando los puños. Inundándome más y más de ira.

—¡Soy la Diosa Perséfone y estos son mis territorios, así que quien se larga eres tú!

—¡Diosa, mis huevos! — estuve a punto de golpearla, incluso alcé la mano, solo que un estrepitoso ruido me alertó.

Una flecha, una espada y un ancha fueron lanzados hacia mi dirección. Al ver una furiosa tropa me hizo retroceder y jalar al Diosa para ponerla frente a mi como escudo.

—¡Suéltame! — chilló pataleando y soltando golpes.

—Tú me vas a ayudar a salir de esto —gruñí en su oído

—claro que no, te quieren a ti, no a mí — son embargo la siguiente flecha fue hacia ella y casi le atraviesa el corazón de no haber sido por mi mano deteniéndola.

—Aja si, que decías— y de un momento a otro se abalanzaron tras nosotros. —¡corre! —La solté y eché a correr.

—no tengo porque correr, soy una Diosa y...

—¡y yo soy el demonio de la guerra, pero no es momento de alardear, olvide mis armas y nos van a matar sino corres!

Entonces fue cuando corrió detrás de mí. Subiéndose el vestido para saltar por las grandes rocas, para correr por el bosque, para esquivar las flechas y espadas que nos eran lanzadas.

—¡Ay, no! —un grande lago se dejaba ver frente a nosotros. —¡di me que no vamos a saltar!

—Yo creo que si — y salté. Al poco tiempo ella cayó a mi lado. Le señale abajo, justo cuando más flechas y espadas caían en picada sobre nuestras cabezas.

Nadamos abajo hasta que la oscuridad nos escondió.

Sus ojos impactados vieron los míos. Tal vez se iluminaron como suele ocurrir en la oscuridad para ver mejor.

Le hice señas que guardara silencio. Pasaron varios minutos y a ella se le acababa el oxígeno. Podía ver en sus ojos la desesperación. Se estaba poniendo morada.

Yo sí puedo respirar bajo el agua, Leviatán me lo permite.

Empezaba a sentir su miedo y eso me agradó. Me hizo señas que me acercara, pero negué. Me estaba divirtiendo.

Vestida de blanco y con miedo invadiendo cada parte de su ser me estaba recordando a ciertos seres alados y eso no era nada bueno.

Las flechas seguían en entrando al agua y ella cada vez estaba más desesperada.

Lo demás, lo que siguió, pasó tan rápido que cuando "regresé" a la realidad me tomó por sorpresa: ella se acercó y me tomó de la cabeza para juntar nuestras bocas y tomar aire y fue ahí que mi instinto bestial se activó y acabé arrancándole parte del cuello para ver la sangre brotar a borbones mientras ella se desmayaba. La sangre coloreó el agua, las flechas dejaron de caer y todo quedó en silencio.

Fue un largo tiempo el que pase mirando la majestuosa escena, la sangre brotando y ella expuesta a mí. Su vestido se adhirió a ella dejándome ver su cuerpo lleno de curvas llamativas.

Estoy seguro que si no hubiera sido porque unas ninfas se abrieron camino hasta sacarla, me hubiera lanzado a ella como una bestia hambrienta.

Cuando nos sacaron y nos recostaron en el pastizal fue que reaccioné y temí por las represalias de Lucifer.

Oh ou.

...

Me encontraba en casa, mis brazos lucían hechos trizas. Mis piernas estaban ensangrentadas y fracturadas. Me costaba tan siquiera moverme o respirar y me dolía la cabeza. Estaba en medio de un charco de mi propia sangre.

La puerta rechinó cuando fue abierta lentamente. Una silueta femenina apareció. Podía olerla, ya que mis ojos aún no se regeneraban.

— ¿Qué te hicieron? — susurró una voz extrañamente conocida —te daré comida ¿así te regenerarás no?... pero ¿por qué hablo? No sé si me oyes

Oh claro que lo hago. Hasta he reconocido tu olor...mi demonio personal: Ivory

Escuché las cadenas moverse, mis muñecas y tobillos fueron liberados.

Estaba hecho pedazos.

Sentí unas suaves manos juntarme en una sola pieza y después un líquido caer sobre mi cuerpo. Sangre humana. Mi favorita




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.