Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 7. La venganza de Ares

        

Suelta la espada. Retrocede temblando de pies a cabeza. Se pone pálida y lágrimas inundan sus ojos.

—Lo...maté

—¡Ay, cárajo! — hago puños, quiero golpearla. La sangre me hierve, la ira avanza por mi cuerpo. Me cegará, lo sé. —¡Siempre arruinas todo! —cuando menos lo pienso ya la acorralé contra el árbol más cercano. Mantengo la daga en su cuello, quiero encajársela, quiero verla sangrar. Solo un poco, un poco...

—Lo. Lo siento. Lo siento tanto, tanto, tanto. —suelta el llanto bajando la vista. La tomo del cabello y la obligo a verme.

—¿Lo sientes? ¿¡lo sientes!? ¡lo vas a sentir de verdad, maldita estúpida! — una hilera de sangre baja por su cuello. Presiono cada vez más. No temo por las represalias sino por mí. Temo no controlarme después y termine con medio mundo. Aunque nada mees importante, quiero mantenerme en una sola pieza.

Algo empieza a oler a quemado detrás de mí. Puedo sentir el calor y el humo entrar en mis fosas nasales.

Ella mira detrás y luego me observa aterrada. Me gusta que me vea así. La ira disminuye para ser remplazada por excitación. Me excita esa expresión en su rostro.

—Por favor, no. Por favor. —una sonrisa de oreja a oreja cruza mi cara.

Fuego y mujer suplicante. Diversión al máximo.

—Si...eso es. Suplica. —murmuro.

"Basta" ordena una voz rasposa, dentro de mi cabeza.

Ares

El sitio donde se resguarda su esencia pica, detrás de mi cuello, y arde.

La ira vuelve a mí. Una neblina negra salta a la nieve. Es él. Poco a poco se va formando su forma física. Un hombre robusto, de piel canela con armadura grisácea y espada a la cadera. Me mira con decepción.

—Suéltala. No puedes atacar todo lo que tengas en frente.

—Obsérvame —Perséfone no para de llorar. Me está haciendo enojar nivel Dios.

—Dije, basta. Mira lo que estás haciendo —señala con su espada detrás de él. Y puedo ver los árboles que hace un rato estaban llenos de nieve, arder en llamas.

—No soy yo. No tengo poderes.

—Eres demonio por naturaleza, ¿crees que de la nada se irán? —aprieta la mandíbula —no cometas el mismo error que yo. — murmura

“Hace décadas fui humillado por culpa de mi ego. Y eso causó que me cegara por completo. Mate mucha gente y muchos conocidos. Eso alertó al representante de esa época, al Dios a cargo en ese momento. Y este me mandó a ejecutar.

No morí porque soy inmortal, pero si perdí mi cuerpo, mi forma física y fui condenado a jamás encontrarla...

Por eso te elegí. Fuerte y guerrero como yo, capaz de tomar venganza sin sentir remordimiento. Tú, me ayudarás.”

Ya entendí.

—Tomarás venganza...

—La venganza es un plato que se debe comer en frío. —sonríe —Suéltala, déjala ir. La paciencia es una virtud. Debemos esperar un poco más.

Perséfone deja de llorar y nos mira entre confundida y nerviosa.

Me alejo de ella sonriendo, riendo bajo. Ares siempre me cayó bien. Siento que somos iguales.

—Llevémosla a su casa. Allá podrás borrarle esta parte.

No lo pienso más. Muero de ansias.

"—Será nuestra". Afirma con burla.

"—Quiero matarla, quiero beber de ella"

"—Lo harás"

La cargo en mi hombro.

—¡No, no, por favor! —se revuelve, patalea y pega con sus puños en mi espalda.

No me importa. Valdrá la pena.

...

Después de caminar un largo trayecto por fin salimos del lugar. Ares vuelve a esconderse en mí. Ivory es la primera en encontrarnos. Le pido, le calle la boca a la Diosa odiosa y le paraliza las cuerdas vocales. Lo que la obliga a mantenerse callada. Después va llegando Asmodeus, en un gran caballo café. Me tiende la mano.

—Préstame tu caballo. Debo llevar a la damisela a casa.

La observa confundido

—¿Y ella que hace aquí?

—No sé. La encontré y me pidió ayuda para llevarla a casa.

Asiente y baja del caballo. Subo a la Diosa adelante, atravesada a lo ancho del caballo para que no escape y después me subo yo.

—No tardes. Le dije a papá lo de la grieta y que desapareciste. Quiere verte. —dice Asmodeus palmeando el hocico del animal.

—No tardo — tomo las riendas con una mano y con la otra, sujeto a Perséfone, ordeno avanzar. Tengo mis poderes de vuelta. Cambio mi ropa y limpio los rastros de sangre de mi cuerpo.

El caballo incendia sus ojos y las llama salen por su hocico. También él fue víctima de ese lugar.

Abro un portal y llegamos a su casa. Hay un bosque frente. Ahí bajamos. La presiono contra mí. Me mira con los ojos llorosos y la boca sellada.

La hago hablar.

—Por favor, por favor...—suspiro fastidiado. Ruedo los ojos.

—Escúchame bien. —clavo la mirada en la suya. —no recordaras a Ares ni tampoco nada que tenga que ver con él. Simplemente te rescaté y te traje a casa.

Su expresión cambia. Se torna tranquila. Seco sus lágrimas. Sus mejillas se colorean.

—Ahora ve a casa —se muerde el labio y baja la mirada sin saber que decir.

Quiero que se vaya ya. Está llamando mi atención. Esta invocando mi lado bestia. Quiero morderla y hacerla gritar. Quiero volver a ver esa expresión de terror en su rostro.

Pero debo actuar. Debo pensar bien las cosas. Ares busca su venganza y yo solo quiero hacerla llorar.

Su alma es gris. Ni muy pura ni muy malvada, es decir que solo había pensado en el pecado, pero no lo había consumado.

"La quiero"

"Yo también"

No me tiene miedo y eso me quita puntos. Así que debo actuar de otra manera. Encontrar el lado positivo y poner en marcha el plan b.

— ¿A dónde irás? —pregunta sacándome de mis pensamientos.

—A comer—sonrío de lado. Pone cara triste.

— ¿Volverás? —que me mire así, no ayuda en nada. Quiero lanzarme a su cuello.

"Hazlo"

—Prométeme que volverás.




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