Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 8. Infierno en la tierra.

Salgo del cuarto de las chicas inservibles. Me siento más relajado. He comido hasta hartarme. Carl me esperó afuera. Me limpio la boca mientras vamos caminando directo al club.

—¿De dónde las sacan? — pregunto

—Me las traen. Solo pido una y la obtengo enseguida. Y lo mejor es que puedo hacerles lo que quiera —dice como si nada. Tiene poco corazón. Se deja llevar por los instintos y eso me gusta.

Bienvenido al club de los corazones podridos.

—¿De dónde sea?

—Así es

—¿y solo las usas para prostituirlas? —se detiene y me obliga a hacerlo al obstruir mi camino. Voltea a verme, curioso.

—¿Para qué más? ¿Tienes otras ideas?

—¿Qué si tengo? Uff. He vivido miles de años, he visto de todo. —me cruzo de brazos. —tengo cientos de ideas buenas que te harán rico. Y a cambio...

—Sí, ya se. Mujeres y comida para ti.

—No solo mujeres, podemos meter hombres y no solo para prostitución, ¿sabes cuantos sádicos pagarían por un pedazo de piel o alguna extremidad? ¿Cuántos pagarían por ver sufrimiento ajeno? ¿por obtener alguno de ellos? —sus ojos brillan. Casi puedo ver el regocijo que pasa su alma. Su oscura alma.

—tienes grandes ideas. Me agrada— palmea mi hombro. Contento.

—te iré dando más detalles conforme tenga mi recompensa.

—la tendrás, de eso me encargo.

Estoy harto del infierno, siempre es lo mismo, hago todo y no me llevo los créditos. Mientras no toquen lo mío dejaré que se encarguen ellos, mientras, crearé mi propio infierno en la tierra y mandare a la mierda a mi padre. Seré guardián de mi propia vida.

Salimos al club. No hay nadie más que la mujer que atiende en la barra, la cual limpia todo alejada de nuestras conversaciones. Es temprano. Lo sigo hasta la barra. Pide dos tragos a la camarera y nos sentamos en los taburetes. Saca de su saco unos documentos y me los tiende en la barra.

—léelos. Son los términos y condiciones.

Me quedo sorprendido. Así que si era de verdad.

Los tomo y comienzo a leer. Me doy el tiempo de leerlo todo. En resumen, dice que me comprometo a guardar la información y ocultar la identidad de los implicados en los "negocios".

Le arrebato la pluma que me da y pongo un simple garabato. Es estúpido esto. Pero inteligente de su parte. Aunque no mucho, porque no me ha pedido ni preguntado nada de su cierre del pacto.

Se los entrego y el los guarda gustoso. Me rio por dentro.

—Ahora si dime todos tus planes. Esta misma noche los pondré en práctica.

La camarera nos trae las bebidas y se marcha por la puerta trasera tras señal de Carl que nos deje solos.

Tres semanas después puedo ver las ganancias llegar. Las habitaciones se han llenado de hombres, mujeres y uno que otro niño. Ahora hay luces rojas y oscuras adornando los cuartos donde se encuentran las cámaras. La página donde son exhibidos va rindiendo frutos.

Ya no solo disfruto de su energía y sangre, ahora puedo alimentarme de su miedo y desesperación, de su sufrimiento y la violencia que reina cada rincón del club.

Y es así como me gané la confianza del jefe, ahora, mi socio. Fue así como logre inmiscuirme en los negocios. Fue así como podía alimentarme hasta saciarme día y noche.

Podía encargarme de cualquier cosa, incluso acompañar a Carl por mercancía o terminar sus trabajos. Nada me era prohibido, nada tenía límites.

Observo a todos lados mientras calculo la distancia del árbol a la ventana más cercana. Me pongo la daga en la boca y trepo por el árbol. Me balanceo hasta entrar por ella. Está de espaldas hablando por teléfono. En silencio lo arrojo sobre el piso y de un chasquido le borro la boca. Río en voz baja viendo su cara asustada y pálida. Seguro se estaba cagando de miedo. Me encanta el miedo. Lo paralizo mientras me quito la chaqueta y lamo mis labios al imaginar el sabor de su sangre. No quiero ensuciarme porque tengo que recorrer calles hasta la camioneta, a la vista humana. Me saco la daga de la boca y me acuclillo a su lado, empiezo a apuñalarlo repetidas veces en el pecho. Tiene que morir rápido antes que entre alguien. Veo como se convulsiona, minutos después le saco el corazón escarbando con las garras y me lo como en frente suya. Gimo de gusto echando la cabeza atrás. Saboreándolo.

Tenía hambre.

Vuelvo a la ventana, pero me detengo antes de irme. Su boca. No sería apto para los humanos que su boca desapareciera, pondrían un grito en el cielo...mmm, que se jodan, ya no obedeceré sus reglas.

Me coloco de nuevo la chaqueta y subo el cierre, salgo de igual forma que entre. Corro por las calles hasta donde aguarda la camioneta con Iván dentro. De inmediato arranca.

—Carl nos tiene otro trabajito—sonríe divertido conduciendo por las calles

— ¿Cuál? —limpio mi daga con la orilla de la playera y la guardo de nuevo en el tobillo.

—Llegó mercancía nueva y hay que probarla—se lame los labios

— Hecho.

Dejamos la camionera frente un club y entramos al lugar. Hay pocos hombres bebiendo y viendo a las mujeres que bailan sobre la barra, el centro de la pista, en tubos alrededor y arriba, encerradas en jaulas. Son pocos y es de día, ya me imagino en la noche. Ha de ser divertido.

Oh, esto lo tiene que ver Asmodeus. Tenemos que venir a follarnos esas criaturas.

— ¿Te gusta la vista? —lo sigo entre las mesas

—Que si me gusta...—estoy que brinco de la emoción al igual que mi amiguito. Sonrío pícaro mirándolas.

—Cuando terminemos podrás llevarte una—entramos por una puerta detrás de la barra

— ¿Solo una? —giro la cabeza y rio divertido

Es un pasillo con puertas a los lados. Entramos en la primera y varias chicas encadenadas de las manos a un barandal nos miran con miedo. Es una gran habitación, pero sin muebles ni nada más que el barandal donde estaban encadenadas—que tenemos aquí...—se acuclillo frente a una. La mujer se encoge con miedo brillando en sus ojos. Me gusta. —yo quiero esta




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