Todo marchaba bien. Todo iba de acuerdo al plan.
Pero un día algo lo volvió más increíble cuando una conocida voz clamó por un pacto. Hasta Ares se regocijó de alegría:
Todo ocurrió cuando hacíamos apuestas. En el casino, claro. Por cada mil dólares que le hiciera ganar, Carl me daba el 30 por ciento y una rubia despampanante. Solo tenía que cambiar unos simples dibujos por otros a discreción de la gente.
Recuerdo que incluso ese sábado nos habían dado la noticia del gran éxito de las salas en vivo. Muchos maliciosos pagaban por verme cortar humanos en pedazos.
Cuando acudí al llamado, no pude evitar una esplendorosa sonrisa de oreja a oreja.
"Por fin"
"Es hora, Ares"
Aparecí a su lado. Sin dejarme ver por nadie. Se iba a casar en un primaveral bosque. Se veía esplendorosa con su vestido de novia solo que ella lucía agotada y derrotada, desesperada. Iba camino al altar agarrada del brazo de su orgulloso padre donde un joven príncipe la aguardaba con gesto de grandeza.
"Por favor" esta vez escuche su delicada voz en mi cabeza.
"¿Estas segura"?
"Si"
"¿Que estas dispuesta a hacer a cambio?"
"Lo que sea"
Esas eran las palabras mágicas.
Aparecí mi espada a mi lado. La tomé calculando y planeando bien sin dejar de ver la escena. Sus padres también son dioses, aunque su madre, que yacía sentada hasta en frente, no parecía muy convencida. ¿Por qué la casarían con un semidiós?
"Eso lo averiguaré yo" ruge Ares
Cuando llego al altar ya tengo un plan. Hago salir humo del infierno. Así, todos se levantaron confundidos. Con mi espada empecé a cortar cabezas, cuellos y lo que se atravesara en mi camino. Solo se escuchaban los gritos y la espada al cortar. Muchos corrieron, sus padres trataron de protegerla, pero la confundieron con otra chica que pasaba. Y esa, esa fue mi oportunidad.
Perséfone corrió por el bosque. Y yo la seguí, manchado de sangre y cubierto por la energía del infierno. Miraba atrás varías veces y yo solo sonreía de oreja a oreja enseñando mis filosos dientes hasta que tropezó con la raíz de un árbol y cayó. Me dejé ver y me observó entre confundida y angustiada. Abrí una puerta en la tierra directo a mi castillo y la cargué en mi hombro. Se revolvía entre mis brazos así que la paralicé y la llevé a mi hogar no sin antes dejar salir a Ares. Quién me dio una sonrisa lobuna antes de desaparecer entre los árboles.
Él tendría su venganza y yo a la mujer.
...
La tumbo sobre mi cama. No parece nada contenta. He atado sus manos y su boca esta sellada. Llora constantemente. Sus ojos no paran de lagrimear. Y me está gustando.
La tomo del cabello y la obligo a hincarse frente a mí.
—¿Qué pasa? tú dijiste que harías lo que sea. ¿Te salvé no?
—¡Mataste a todos! —me recrimina alzando la voz. Me tiembla el labio. La voy a matar. —¡estaban mis amigas y mi nana ahí!
—Atenderemos eso en un rato. Ahora, descúbrete el cuello.
—¡No! — suena enojada. Se está poniendo difícil ¿eh?
Entonces, yo le arranco la tela de encaje que cubre su cuello. Casi babeo.
—¿Qué haces? —se revuelve. Forcejeamos. Sujeto sus manos arriba de su cabeza y me subo en sus piernas.
—Cerraremos el pacto—mascullo lanzándome a su cuello. Mordiendo con saña y disfrutando de sus gritos de dolor.
Ya es mía. Ahora puedo hacer lo que quiera con ella.
Bebo hasta dejarla inconsciente, solo con la suficiente sangre para despertar. La acomodo en la cama. La observo. Su ligero maquillaje la hace ver inocente. Esa pálida piel me provoca marcarla a base de golpes, y ese apetitoso cuerpo me grita "¡follame!". Aunque el horrendo color del vestido sobre su piel le quita lo especial. Quiero arrojarme sobre ella. Ese color me provoca desangrarla. Siempre ocurre así. Me recuerda tanto a los emplumados que...
Ufff. Suspiro contando hasta diez y de regreso.
Me reconforto imaginando su cabeza rebotar seguidamente sobre el suelo, la sangre salpicando, su cuerpo bañado en fuego, su sangre hirviendo...sus gritos.
—hmm —echo la cabeza atrás, mordiéndome el labio. Me acomodo la entrepierna. Duele de lo dura que se me ha puesto.
¿Qué no la había traído para eso? ¿No era su sufrimiento el que me llamaba? Además, es mía. Mí pacto. Ella pidió ser liberada de aquel y lo cumplí así que...pacto cumplido.
Arranco su vestido y lo lanzo lejos. Lo veo volar y caer sobre la chimenea. Mis ojos vuelven hacia ella y me siento muy bien al verla en ese ligero oscuro. Se ve magnifica, ese color le pega genial.
Mis garras la tocan. Delinean sus largas piernas. Juego con las ligas, acaricio el borde de sus bragas. Quiero tocarme. Quiero correrme sobre ella y verla llorar.
Que me detiene. ¿¡Que mierda me detiene!?
Nadie se enterará que ella está aquí. Nadie viene a mi castillo. Nadie me visita, todos huyen.
Y así, babeando y jadeando la pongo boca arriba, me deshago del pantalón y trepo hasta su entrepierna. Me restriego como animal. Me pone hacerlo. Eso la despierta. Abre los ojos poco a poco y despabila. Se trata de levantar, pero le inmovilizo las manos arriba de la cabeza.
—Estate quieta —las lágrimas vuelven a sus ojos y siento que ronroneo. Llevo una mano a su boca —chupa —niega —hazlo, no me hagas enojar. —vuelve a negar. La ira se hace presente tanto en ella como en mí. Me mira con rencor y siento su energía acumularse. Le dejo juntar toda la que tiene y antes de un posible ataque, muerdo mi muñeca y la pongo sobre ella. Murmuro un hechizo y todo su poder es absorbido por mí. La poca sangre que me escurre la hago beberla. Alguna queda pendiente sobre sus labios y se ve increíble. Se la esparzo por las mejillas. Se ve magnifica. Una obra de arte.
—Te dejaré hablar, pero si gritas te cortaré las cuerdas bocales ¿entendiste? Ya no eres una diosa, ahora eres una simple humana inmortal.