Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 10. Un demonio enamorado del vicio

 

Mis perros aúllan al horizonte. Sigo su instinto y salgo detrás de ellos. Buscamos las almas que tienen que pagar su trato.

Se les acabo el tiempo.

Llegan a una casa en los barrios altos. Los demás perros ladran al vernos pasar. Escucho que alguien se agita dentro del hogar. Después huelo tierra húmeda y sonrío. El nene trata de detenernos.

Suelto la cadena de mis perros y ellos rasguñan la puerta. Lo bueno es que no nos escuchan porque: A. Es casi de madrugada y nadie sigue despierto y B. Me gusta estar en modo invisible e inaudible a los ojos humanos.

Dejo que jueguen con la cordura del hombre para que así libere más miedo. Me encanta el miedo y mucho. Se podría decir que es uno de mis alimentos favoritos.

Logran entrar y el hombre corre a esconderse a su habitación. Camino lentamente mientras tarareo una canción. Voy sacando mi daga y juego en repetidas veces con ella. Al fin que no hay prisa. En cuanto llegue la policía que de seguro llamarán los vecinos por los gritos. Él ya estará muerto. Destrozado si me enfurece o con el corazón detenido si me logra causar empatía.

Le pego una patada a la puerta y mis perros entran. Se le lanzan encima desgarrando su ropa. El hombre grita desesperado y me suplica con la mirada. Yo solo sonrío y le enseño la daga. Ahora silbo con diversión en lo que ellos hacen su trabajo. No me causó empatía así que lo desgarran entre mordidas y arañazos. Huelo la sangre y mis ojos se ponen rojos. Otra de mis comidas favoritas.

Me recargo en un mueble y veo los cuadros en las paredes. Interesante. Se ve que es de dinero. Tiene una morena de esposa y una hija que no se parece mucho a él. Voy y abro el closet. No puedo evitar soltar un chiflido. Ropa de marca y…ropa al estilo militar. Me gusta.

Bien, es hora de despedirte.

Les ordeno a los perros detenerse y clavo mi daga en su garganta dándole el toque final. Expulsa sangre a mi cara y yo lamo mis labios. Sus ojos se van apagando y es momento de acércame a su boca. Inhalo su alma; un casi imperceptible humo azul sale de su boca y pasa a la mía. Saco mi daga de su cuello y lamo la sangre que quedó en ella, la guardo.

—Vámonos — ordeno con voz ronca. Es hora de volver a casa.

Llego a casa con Ivory pisándome los talones.

Me tiro en la cama boca arriba. Perséfone me mira desde una esquina, desnuda, sentada, temblando, con la cabeza entre las piernas. Los golpes en su rostro comienzan a desaparecer. Pero aún así se ve preciosa. De solo saber que tengo mascota en casa me llena de orgullo.

Ivory se sube a horcadas sobre mi abdomen. Acaricia mi torso. Parece que se ha puesto cariñosa. Tal vez haya luna llena, he escuchado que se ponen más receptivas.

—Vuelve a tu forma humana. Quiero disfrutar...—susurra en mi oído. Sonrío.

—¿Y si no quiero? Me gusta mi forma original. —digo ladeando mi sonrisa. Le brillan los ojos, se muerde los labios.

— Entonces préstame esto —acaricia mi entrepierna por encima del pantalón. Sus rosados pezones se endurecen. Quiero lamerlos...y lo hago. Paso la lengua por ellos y ella se estremece. Gime bajo.

—Solo de recuerda que no debe escurrir adentro. No quiero hijos.

—Vamos a la tierra, allá podrás. Quiero sentirte. —se restriega ansiosa.

Y es que, si termino dentro de ella estando en el infierno, es seguro que tenga un hijo en los próximos tres meses. Aquí es muy diferente de la tierra, no necesitamos los meses humanos, con tres basta. Pero el problema es que no quiero hijos. No sería buen padre. Es más, ni sé ser padre. Además, me fastidian los pequeños diablos, simplemente me ponen de malas con solo verlos. En la tierra puedo follar sin problema y no tener consecuencias, pero aquí...es otra cosa.

No puedo evitar pensar en Perséfone. ¿Dejarla sola en medio del infierno rodeada de monstros y demonios capaces de arrancarle pedazo por pedazo, o llevarla conmigo y divertirme cuando quiera?

La observo mientras lo pienso. Por fin levanta la cabeza y clava esos ojos hipnotizantes en mí. Ya no brillan como la primera vez que la vi. Ahora parecen vacíos y cansados. No me causa nada más que deseo. Es mi juguete favorito.

Ivory nos pilla mirándonos y frunce el ceño. La miro a ella y se baja en silencio.

— Odio que te mire

—¿y qué harás al respecto? — entiende, y sonríe maliciosa. Va hacia ella y la patea. —voltea hacia la pared.

Perséfone me mira.

— ¿Qué ves? ¡obedece! Voltea a la pared ¡ponte en cuatro! —la jalonea. Perséfone reacciona y lo hace de inmediato. Voltea varias veces a verme, asustada.

Ivory se arrodilla detrás de ella. Y mete la cara entre las piernas de la Diosa odiosa y esta suelta un gemido lastimero.

Me encanta.

Ivory la lame, la nalguea y la jala del cabello. Me excitan sus reacciones. No puedo evitar acariciarme.

No lo he hecho. No la he follado como quiero. Me entretiene más golpearla. Además, sé que apenas me introduzca en ella, me correré como enfermo y eso de tener hijos no es lo mío.

Definitivamente la llevaré conmigo a la tierra.

Necesito un lugar donde llevarla estando en la tierra. No se me ocurre ninguno.

Y justamente escucho a quién me dará un lugar.

"Alexander necesito que vengas"

Carl me llama, invocándome.

— Ivory, cuida a Perséfone. Conseguiré un lugar donde llevarla. No te despegues de ella ni la dejes salir de aquí ¿entendido?

— Entendido

Aparezco junto a él aún devorándome un trozo de piel. Tenía hambre.

Todos me observan y se quedan en silencio. Excepto Carl quien habla enseguida.

—Hay un idiota que no quiere pagar. Es muy escurridizo. Tenemos que ir por él. —anuncia sentado en su sillón, con un puro en la mano. Ahora que tiene todo, parece que sus ojos adquirieron más brillo malvado.

—Vamos




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