Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 11. La diva de negro


—¿Qué haces aquí? —le pregunto tranquilamente

—¿Cómo que qué hago? ¡pues buscarte, que más! Prefieres estar... —y observa el polvo blanco sobre la barra. Se enfurece más. Las venas del cuello y una en la frente se le marcan. —¿Qué mierda estás haciendo? ¡es que...joder! —agita las manos. Sé que se contiene.

Me irrita, la sangre me hierve. ¿Puedo golpearlo?

—Men, aquí hay más— me dice Iván empujando una pequeña bolsita hacia mí y sólo asiento con la cabeza. Mira a mi padre y él lo mira a él. Frunce el ceño.

—¡Esta igual o peor que tú!

Ruedo lo ojos. A dar su sermón por otro lado.

—¡Peor! ¿y sabes qué? ¡pronto estaré igual! ¡A eso voy! —una carcajada sale de mí. Iván se ríe igual. Lo sé, estamos perdidos.

Lucifer hace puños con las manos.

—Oh, ¿me vas a pegar? ¡hazlo! Como le hacías cuando estaba pequeño ¡ándale, hazlo! ya me he vuelvo adicto al dolor

Tensa la mandíbula y alza el puño. Pero la voz del presentador llama la atención, lo distrae. Y hace que lo baje poco a poco.

—¡atención damas y caballeros! Con ustedes la bella y sensual voz de ¡Alicia! —detrás de él se acerca una mujer de piel pálida con rizado cabello castaño, sus gruesos labios rosados captan mi atención, toda ella me llama intensamente. Lleva un ajustado y corto vestido negro con gran escote tanto adelante como en la espalda y botas. Todo lo complementa con unos finos accesorios como esos lentes oscuros que lleva puestos y los collares largos sobre su delicado y apetecible cuello.

Definitivamente la quiero.

No solo ha llamado mi atención, sino también la de todos en el club. Todos le chiflan y gritan piropos bastante subidos de tono que a ella parecen gustarle.

Esta para comerse, y cuando se quita los lentes para dejarlos sobre su cabeza me prende esa mirada azulada de "soy la puta ama de aquí". Me lamo los labios, creo que mi amigo y esa belleza tienen una cita.

La música comienza, pero yo me pierdo en sus hipnotizantes movimientos tan...eróticos. Si fuera hechicera tendría a todos a sus pies. Pero solo es humana, una humana muy apetecible. De solo imaginar esos labios rodeándome la polla...Uff.

—Vamos —Lucifer me toma del brazo y me jala para levantarme del taburete, pero lo rechazo y camino por mi cuenta. Voy hacia el segundo piso, a las oficinas. No hay nadie.

—¿¡cómo pudiste meterte en esto!? —dice apretando los dientes

—fácil —alzo los hombros —pero ¿de qué te quejas? Eres igual o peor que ellos

Touché. Se queda callado. Por un momento. Hasta que su piel se comienza a tornar roja y los cuernos brotan de su frente. Sus ojos se pintan rojos y me señala con garras en la mano.

—es que no es eso, descuidas tus responsabilidades en casa. Ve cuanto trabajo hay y prefieres estar aquí perdiendo el tiempo.

Entonces no me contengo más. También vuelvo a mi forma original haciéndole sabe que estoy furioso.

—tú me negaste despertar a mi ejército y tú preferiste llamar a Diosas de la guerra antes que a mí así que no te quejes.

—¡tú no dabas señales de venir!

—¡estaba ocupado terminando la lista de Muerte!

—y hablando de ella...

—¡oh, no me cambies el tema!

—¡hago lo que se me da la gana! —me toma del cuello y me azota contra la pared. Siento mi cabeza punzar. Pero entonces hago lo mismo. Lo empujo contra la pared próxima.

—¡escúchame bien...!

—¡no, escúchame tú! ¡a como no regreses y termines tus tareas entonces sí preferiré a las Diosas

—¡pues hazlo! ¡siempre es lo mismo! ¡Prefieres a otros antes que a tus hijos!

Y me pega un puñetazo en el pómulo que me deja aturdido un segundo, pero entonces se lo regreso y él por tratar de defenderse me hace volar metros atrás estampándome contra el techo. Caigo destrozando una silla.

—¡tú no eres nadie para echarme en cara nada!

Pero yo me pierdo completamente. Lo ataco. Importándome poco el caos que hacemos en la oficina. Lo empujo sobre el escritorio y arremeto contra él. Golpes, empujones, más golpes y apuñaladas con las garras no faltan.

Eso hasta que alguien abre la puerta y se queda quieta. Sí, ni más ni menos que la diva de negro. La cual no debería estar viéndonos.

—¿Qué miras? — la reto, dispuesto a irme contra ella, pero sale corriendo y la escucho bajar de prisa las escaleras.

—¡ve tras ella! —grita Lucifer

—yo me encargare de ella. —me limpio la sangre que escurre por mi boca —y te lo repito, sin ejército, no estoy dispuesto a regresar a trabajar como un puto sirviente.

Salgo hasta el pasillo. Nadie más me nota. La busco y la busco y no la encuentro. Entonces voy al rincón más lejano y llamo a Cerbero con un silbido. En cuanto lo tengo enfrente lo pongo a seguirle el rastro. Y me lleva fuera.

Abro un portal y me guía a una casa. Lo dejo ir y entro a donde se escucha el agitado corazón latir asustado.

Está sentada en el sofá temblando y llorando. Me siento en la orilla y ella se frota los brazos murmurando que hace frio.

Sí, es lo que causo cuando paso mucho tiempo fuera de casa.

Me levanto y voy a cerrar las ventanas. Rio y ella voltea asustada hacia donde me encuentro.

Abre los ojos enormes y retrocede.

—e-eres...

—Si—llego frente a ella a la velocidad de la luz y me agacho a su altura. Pues era más baja que yo. Me llega al hombro.

Retrocede con el corazón palpitando a mil. Un sudor frio perla su frente y su sangre...mmm joder, viaja corriendo por su cuerpo el cual no dudo en echar otro vistazo. Grandes senos, pequeña cintura, cadera ancha, largas piernas y se deja ver un redondo trasero. Me muerdo el labio, creo que me correré ya.

—por favor...—sus ojos azules me miran con miedo. Lo que mi deseo.

Su miedo...su maldito miedo me hace perder la cabeza. Quiero...quiero matarla y comérmela.

De solo imaginarla me hace babear. Sonrío de oreja a oreja mostrando mis dientes puntiagudos. Abre los ojos enormes.




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