Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 12. Está muriendo


Miro a Lucifer. ¿El me habrá hecho algo? No lo admitiría en público, pero me siento fatal.

—Hecho.

...

Reuní al pequeño ejército que formé estas semanas. Máximo son sesenta. Espero ella no tenga un ejército más grande.

Los llevé a la puerta mientras ajustaba mi armadura.

—Alexander. —la voz de mi padre me revuelve el estómago. —lleva a Muerte

Y con eso remataba mi poca paciencia.

—no la llevaré. —aprieto los dientes. Si tengo que llegar sangrando a batalla lo hare.

—te espera en campo —y desaparece simplemente.

Gruño frustrado. Lo que menos quería.

...

Una vez llegamos me centré en el objetivo mientras jugaba con mi espada. Mi ejército esperaba detrás de mí.

Es un castillo de mármol blanco en medio del bosque. Le calculaba a unos tres kilómetros. No tardaríamos en llegar. Lo malo, es que seguía sintiéndome de la mierda. Ahora, la cabeza me punzaba. No me siento bien, pero tengo que ganar esta batalla.

—Rodeen el castillo —ordené

—sí señor—respondió uno de ellos

A mi lado, veía a Muerte avanzar hasta mí. Sentía que quería decirme algo, pero pase de largo simplemente. Sólo me concentré en el encargo. Debía entrar y matarla, cosa fácil, ya había hecho algo así antes, pero esta vez...no contaba más de tres pasos y sentía mi alma salir del cuerpo.

Rodearon mientras contaba las entradas y salidas. Los posibles lugares para atacar y los puntos débiles.

No sería fácil. Ella también tiene su ejército según me contó Adramelech.

Yo no veía ni un alma. Todo estaba oscuro y solitario. Lo único que escuchaba era el punzar de mi cabeza y los pasos de mi ejército.

La sacaremos de su escondite.

Extendí mis alas negras y volé hasta la ventana más alta. Buscándola, pero no parecía haber nadie.

Mi ejercito entró en el castillo.

Un punzante dolor en la cabeza me hace caer al piso. Escucho como una de mis alas truena y do
duele al instante. Mierda. Me masajeo las sienes y me levanto. Busco mi espada, pero no está. Y otro dolor punzante me hace doblarme. ¡Joder!

—¿¡Cómo es que tú no mueres y los otros hombres, sí!?—escucho a lo lejos una voz de mujer

Río y jadeo.

— ¡no soy cualquier hombre!

Pronto una espesa neblina cubre el lugar dejándome perdido, y el dolor no para.

Gruño tratando de levantarme. Pero el cuerpo quiere dejar de obedecerme.

"Ares" Lo llamo "Es una batalla y tenemos que ganar"

"Aima" responde

Su voz casi hace que me explote la cabeza.

Pronto escucho un zumbido en mi oído y caigo inconsciente.

...

Frente a mí, una mujer está inclinada sobre una mesita de mármol con un montón de hojas verdes, de espaldas a mí. Su largo cabello rojo cae en cascada hasta su redondo trasero. Su vestimenta es una simple toga blanca abierta a los lados dejando descubiertas sus piernas. Trae brazaletes y joyas en sus brazos y piernas. No es humana, su aura lo dice.

Estoy ante ella en mi forma original.

Si no es humana no hace falta que me oculte.

— ¿Quién eres? — pregunto en un susurro. Trato de levantarme o tomar mi arma, acabaría el trabajo, pero no puedo ni moverme. Me quejo. Me duele la espalda y estoy empapado en sudor. — ¿dónde estoy?

En ese momento puedo notar a Perséfone a mi lado. Me sonríe y me pone una toalla mojada sobre la frente. Un escalofrió me recorre la columna. ¿Cómo es que salió de mi habitación?

—Has despertado. —me dice, feliz.

A mi otro lado, puedo reconocer a Muerte, temblando y limpiándose las lágrimas negras que salen por sus ojos.

Quiero levantarme y enseguida un horrible mareo me hace cerrar los ojos y quedarme quieto.

— ¿tú eres Sabrim? —le pregunta ¿mi padre? ¿qué hace aquí? ¿Por qué no puedo moverme?

— ¿cómo te atreves a entrar así a mi reino? —la mujer voltea la cabeza y su figura se levanta. Sus ojos son verdes y trae una diadema de diamantes azulados. Lo mira con desprecio.

— ¿Qué le pasa? — pregunta mi padre con frialdad. Siento la mano de Muerte acariciarme la mejilla. Quiero gritarle que me suelte. Y me doy cuenta que no puedo volver a abrir los ojos.

Me quiero levantar, pero no puedo ni mover un dedo. ¡¿Que me hicieron!? Trato de hacer aparecer mi daga, pero mi mano tiembla. La cabeza me duele horrores y siento la boca seca.

"no, escucha lo que tiene que decir" gruñe la voz de Ares en mi cabeza

"Tengo que matarla"

"no, tienes que escucharla"

"no" vuelvo a intentarlo y nada sucede

"¡Ares!"

"¡ella sabe lo que te pasa!"

Todo queda en silencio unos segundos antes de responder:

—aún no está bien, su ala sigue rota y tiene fiebre— Perséfone me vuelve a poner una tela mojada en la frente.

—y... ¿estará bien?

—Es por su convertida...—dice con una voz sumamente dulce— ella se siente así y su vínculo los hace sentir lo mismo — añade hechicera acercándose a mí.

"¿qué?" alzo una ceja "no tengo ninguna..."

Tengo un nudo en el estómago que no me deja pensar con claridad. Me siento como anestesiado, adormilado. Mi cuerpo no responde como quiero y eso me está empezando a enfadar.

— ¿cómo que convertida? Que yo sepa no tiene...

—puedo ver una mujer de ojos azules sufrir en sus manos, la mordió y mató. Es ella.

Me quedo en silencio. Pensando. ¿La cantante?

"La hechicera es hija de Adremelech" Ares, por fin suelta la sopa

"y la quiere matar, ¿qué tanto tiempo llevas despierto?"

"Luchamos, pero caíste, bueno, caímos, la hechicera salió a pedir paz y te vió, todos se detuvieron, nos subieron a su habitación y me desmayé, después llegó tu padre y despertamos. Pero parece que estuvimos inconscientes tres días"




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