Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 13. La granada

Esto no puede ser posible...

Esto tiene que ser una maldita broma.

El bosque...parece que hubiera aquí una catástrofe. Y yo necesito las ramas fuertes. ¡Joder! Pero si se están cayendo a pedazos.

—quiero a mi hija de vuelta —una voz varonil me exalta desde atrás.

Volteo a verlo. Furioso. Es el padre de Perséfone. Cruzado de brazos, tratando de verse imponente con su alto y musculoso cuerpo. Me río de él. Soy igual de alto y musculoso solo que con miles de años menos y sin barba. Y no necesito de mi cuerpo para imponer, basta con mirarme a los ojos y las piernas te temblarán.

—¿Qué te hace creer que yo la tengo?

"déjamelo a mí"

Ares sale de detrás de mí y se pone en medio. Comienzan una batalla de miradas hasta que Ares sonríe.

—Jaque mate— dice en tono burlón. —ya sabes que tienes que hacer. —añade imitando su posición.

—conmigo no quieras jugar

—no estás en condiciones de ponerte así.

Me mira. Le muestro mis ojos negros y afilados dientes. Quiero que note que no se la pondré tan fácil.

—no quiero que le hagas daño a mi hija.

—tendrás que darte prisa— casi puedo saborear su desesperación. Está atrapado.

—no me rendiré tan fácil —entonces saca su espada y Ares se le echa encima.

Forcejean y ruedan un par de metros.

"Irán por ella, esto es sólo la distracción, ve"

Le doy un último vistazo al sitio donde surgiría mi ejército y abro un portal directo a casa.

Al mismo tiempo, un querubín se trata de acercar a Perséfone, pero esta ha estado demasiado tiempo aquí que su aura le impide saber si es ella en realidad. Puedo reconocerlo, es Hermes. Ares de habló de él.

—tus padres me enviaron por ti—le explica.

—Ella se quedará conmigo—miro desafiante al querubín. —ella es mía.

—no querrás hacer enojar a los dioses—dice Hermes

—ya lo he hecho—Perséfone tiembla mirándonos alternativamente.

—Perséfone tu madre está destrozada por tu partida y no solo eso. Ha descuidado su deber con la tierra. Si no vuelves morirá junto a ella—

Gruño

—ella se queda y punto

—Alexander...por favor—alza la cabeza para lanzarme una mirada suplicante. Normalmente me encanta esos ojos suplicantes...pero ahora, me revuelve el estómago. —regresaré

— ¿y si te retengo aquí? ¿Si te encierro? —me mira asustada

—jamás te lo perdonaría. Jamás estaría bien contigo. Por favor, quiero ver a mis padres, les explicaré todo.

— ¿Perséfone? —vuelve a intentar Hermes. Detrás de él, viene caminando con el cuerpo ensangrentado el papá de Perséfone. No temo que algo le pase a Ares, porque el susodicho también viene detrás, con los mismas cortadas y golpes.

—Padre—murmura Perséfone y corre a abrazarlo.

—he venido por mi hija—dice retándome

—Ella no se va— afirmo

—se irá conmigo— debatimos con las miradas. Volteo a ver a Ares. Este asiente despacio.

"Objetivo logrado"

"La chica es mía"

"La tendrás"

Me giña el ojo. Entiendo. La granada fue su idea.

—no puedes...regresar —retrocede el querubín con gesto de sorpresa.

— ¿Qué? —pregunta Perséfone confundida

—Por qué te dio de comer el fruto del infierno...la granada.

—ese fruto, Perséfone, te impide volver a casa con tus padres. Estas atada al infierno. —añade Ares.

— ¿Eso es cierto? — lagrimas inundan sus ojos y por primera vez siento culpa al verla así. Un nudo se queda atorado en mi garganta.

—Perséfone...—Las lágrimas bajan por sus mejillas. Aprieto los labios. No quiero verla así, pero a la vez sí quiero. Es tan contradictorio.

Joder.

"Quiero que vaya"

"A veces no te entiendo"

"Ella nos salvó, ¿lo recuerdas?"

Ares se queda pensativo

— ¿Cuántos granos comiste? —le pregunta a Perséfone

—no lo sé—responde con la voz temblorosa.

—es un mes por cada grano. Recuerda cuantos comiste

Perséfone se queda en silencio mirando al suelo.

—Seis. Fueron seis granos—afirma

—Entonces puedes estar medio año con tus padres y medio año aquí

Perséfone me mira con esperanza. Suspiro.

—Ve a casa—me mira fijamente— pero prométeme que volverás...

Asiente repetidas veces sonriendo.

—sabes que lo haré...—y une nuestros labios. Un pequeño beso de despedida. Me quedo en shock, sin saber que hacer o cómo reaccionar. Algo pica mi podrido corazón. Algo me presiona el pecho. Me siento molesto porque se va, pero a la vez, estoy seguro que es la mejor opción. Cuando nos separamos me quedo sin palabras y ella simplemente sonríe. Permanezco inmóvil. Hasta la respiración se me detuvo.

—Vete antes de que me arrepienta—asiente y sale de mi vista junto a su padre y el querubín.

Ares se acerca a mí.

—tendré mi cuerpo de regreso— pero me quedo inmerso en las retorcidas fantasías que corren en mi cabeza.

—¿en cuánto tiempo el bosque volverá a florecer? —susurro

—esperemos que no mucho ¿por qué?

—iré a comer — y a desahogarme. Pienso para mí mismo.

...

— ¿Dónde está la cantante? - alza la cabeza de entre los documentos y clava sus ojos negros en mí, con expresión seria.

— ¿Para qué quieres saber?

—Curiosidad —me alzo de hombros. No voy a decirle que quiero matarla. Es mi oportunidad de irme para siempre.

—Está en casa. La ayudarán en su transformación —dice mirándome fijamente.

Me quiere leer la mente. Obvio no le será tan fácil.

—Yo quiero ayudar en eso

— ¿Tú? No me hagas reír

—Sí, es mi convertida después de todo ¿no?

—Hmm...—me escanea —está en la habitación de tu madre —responde aún no muy seguro

— ¿Por?

—Ella la cuida

— ¿Ella? ¡Ja! No es cierto —me cruzo de brazos

—Si lo es, pero le diré que tú la cuidaras por que la si la cuidaras ¿verdad? Si le pasa algo te pasará a ti hasta que termine su transformación




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