Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 17. De demonio a humana (Maratón 1/4)

—lo siento, no puedo— sus manos tiemblan. Suelta el cuchillo y retrocede temblando como una hoja de papel en el viento.

Cierro los puños. Lanzo por la borda la mesa donde están los instrumentos. Me hierve la sangre.

Los demás retroceden intercambiándose miradas confundidas. El hombre de en medio, el que me mandaría el alma de la mujer que duerme en la plancha de acero en el centro de la estancia, anestesiada profundamente ajena al peligro que la rodea, sale corriendo, rompiendo el circulo y el trabajo que me costó juntar a tantas ovejas descarriadas para esto.

Él es el único que sabe quién soy en realidad. Al único que le prometí riquezas a cambio de darme un alma. Aunque no iba a cumplir, solo necesito que se manche las manos para poder pasarlo por el infierno sin que me lo arrebaten los emplumados.

Solo necesito un maldito humano, ¿Qué tan difícil puede ser? Pero, son tan difíciles de convencer y más ahora que piden tantas cosas a cambio, malditos avariciosos.

"Ivory, ve y bórrale quienes somos"

Ivory asiente despacio, sin que se den cuenta pasa entre los encapuchados discretamente para ir detrás de él. Alicia me observa desde las sombras, suspira furiosa. Se siente igual que yo. Se cruza de brazos. Me jalo el cabello con desesperación. Tanto esfuerzo en convencer a estos humanos de hacer este ritual, de formar este grupo, para nada. Y pensar que tuve que hacerme pasar por uno de ellos.

—¿alguien más lo quiere intentar? —pregunto señalándoles con el cuchillo.

—Black dijo que invocaríamos a alguien muy importante, ¿crees que nos quiera conceder deseos a todos? —dice el más alto y al parecer, el vocero.

—¡sí! —le siguen el juego todos.

—claro—digo apretando los dientes.

—¿y cómo sabemos que nos escucha?, digo, para saber que es real.

Estoy que reviento. Los voy a cocinar, no, mejor me daré un buen banquete.

—lo sabrán al terminar

—¿por qué tanta urgencia? ¿tú que vas a ganar? Y ¿Cómo es que sabes tanto? —pregunta otro, más al fondo.

Casi me da un tic en el ojo.

¿sabes qué? Me rindo. Han acabado con mi paciencia.

Ivory va llegando. Justo a tiempo.

—Ivory, Alicia, dense un banquete.

Ivory asiente casi salivando. No lo había pensado, pero también tengo hambre.

Todos nos observan confundidos. Y es cuando Ivory va tumbándolos, en un abrir y cerrar de ojos los tiene en el piso, utiliza los puños para sacarles sangre y se le lanza al cuello. Alicia continua quieta, mirándome con odio. Aun me reta. Sigue conservando ese carácter que me hace molerla a golpes y ni así obedece. Observo el cuchillo en mi mano, la veo a ella. Sonrió. Lo clavo varias veces en mi abdomen, lo tuerzo. Ella se inclina inmediatamente, vomitando sangre. Sé que ahora tiene que comer a fuerza, o morirá y eso es algo que ha demostrado que no quiere hacer. Bueno, más bien dejará de existir porque muerta ya está.

Se acerca al que está más cerca y se arroja a su cuello. El lugar se vuelve una mezcla de gritos y sangre.

De pronto veo las llamas de las velas que nos rodean parpadear rápidamente. Un ligero viento las revolotea. Y detrás de mi aparece Muerte.

—¿Qué haces aquí? —le gruño.

—Desde que Morrigan se me unió, tengo más tiempo. ¿por qué? Creí que te alegraría verme. —se baja la capucha que cubre su rostro. Está en su forma humana. Lleva sombras negras y labial rojo. Como cuando la conocí. Parece que planea seducirme.

—ahora no Muerte, no estoy de humor.

—¿por qué? —me acaricia el pecho. Enrolla sus brazos en mi cuello.

—porque necesitamos un humano, pero son tan difíciles que me dan jaqueca. Aceptan mancharse las manos, pero huyen cuando les digo lo que harán después. Y he intentado de todo, ¡de todo! —agito las manos— vagabundos, enfermos, mal vivientes, prisioneros, incluso sádicos que he encontrado en el club y estos pubertos son los únicos que han dado un paso más pero siempre quieren más y.…y estoy harto.

—tal vez deberías descansar un poco. Estas cansado. —se acerca a mi boca. Si me besa, la voy a morder, lo juro.

—Belial— se vuelve a abrir el portal donde salió Muerte y esta vez sale Lucifer. —dos semanas y ¿no puedes llevar, aunque sea uno?

—si te parece tan fácil, hazlo tú. —rugo encolerizado. Siento mis colmillos y ojos arder.

Me mira serio. Y enojado, muy enojado

—¿Qué acabas de decir?

—lo que has oído

Muerte me empuja atrás. Niega con la cabeza.

—basta, debe haber otra solución. —alternas miradas entre mi padre y yo.

—si la hay, claro que la hay— le dice— y no me dejas otra opción—me mira. —tú ocuparás su lugar

—claro, a ver que otro soldadito te soporta. —me le voy a lanzar encima. Y no parare hasta morir.

Entre cierra los ojos, hace puños. Su piel se torna roja y sus ojos amarillos. Se ha enfurecido nivel extremo.

No me importa ser un humano, así tengo cientos de métodos para largarme a descansar de una vez por todas.

—¡Astaroth! — y el nombrado asoma la cabeza por el portal.

—¿si?

—que se lo lleven.

Los gritos a mi espalda cesan.

De inmediato sale una horda de soldados. Me encadenan las manos. Les ayudo poniéndolas enfrente. Muerte se atraviesa, pero la esquivan.

—¡no! —está más asustada que yo.

—Muerte, es por el bien de todos. —le dice Lucifer viendo como me aprisionan.

—háganlo y me llevaré a todos—vuelve a ponerse delante de mí.

—le irá peor a él

—Muerte, ya basta. Déjalo así.

...

Admito que, a pesar de mis nervios de acero, esto si me enloquece. Estoy temblando, pero no de miedo sino de adrenalina. Un parte de mi quiere echar pelea, pero otra está emocionada porque podrá irse a gusto.

Subo a la plataforma en el centro del coliseo, las cadenas retumban por todo el lugar. Estas me sujetan pies y manos. No hay nadie en las gradas, solo Lucifer, Astaroth y Adramelech arriba en los tronos. Mi lugar lo ocupa el último y no parece nada descontento. Maldito.




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