—quiero que hables con él. —exijo a su lado.
—ya lo he intentado y no responde. —comenta Carl.
—Quiero armas. Muchas, más bien, todas las que haya en existencia. —toco varias veces el escritorio. Exigiendo su atención.
—¿por qué? ¿Qué vas a hacer? —cuestiona curioso. Dándole otra calada al puro.
—no es asunto tuyo. Haz todo lo que puedas. —digo con seguridad.
—lo volveré a intentar, pero has visto que no contesta—asiento.
—no hay mucho tiempo. Debe estar en algún lado. Vuelve a intentarlo hasta que conteste.
—está bien, pero...
—pero nada Carl.
Estaba listo para replicar y yo listo para romperle el cuello. Salgo de la oficina dando grandes zancadas.
Sé que lo volverá a hacer porque apenas me ha visto enojado y se ha resignado a seguir mis órdenes. Lo he visto invocar a Azazel y este no ha contestado ni dado una señal. Esto me huele mal, algo está pasando.
—he encontrado algunas— comenta Iván. Se puede decir que es el único que ha sabido guardar secretos. Le he contado la mayoría, aunque sin demasiados detalles y se ha puesto de mi lado, el lado de la razón. Me enseña fotos en su celular. Son armas como cualquiera.
—tráelas
—dame dos días y las tendrás. Tengo que importarlas de Canadá
—hazlo. Aquí las prepararemos.
Asiente y camina al lado contrario. Alzándose el celular en el bolsillo y volteando a los lados para asegurar que no hay nadie. Nadie más debe saber o se correrán los chismes.
Sigo mi camino. Estoy a punto de llegar a la salida cuando una puerta se abre muy despacio.
—hola Margaret. —escucho su respiración y sus zapatillas ir a discreción.
—aww, quería sorprenderte. — volteo atrás. Viene sonriendo hacia mí.
Tampoco caería mal una comida rápida. Ahora tengo que alimentarme solo. Porque primero debo enseñar a Alicia a alimentarse antes de enviarla por el mío. Una de tantas cosas que debo hacerle saber. Siento un extraño nudo en la garganta al recordar a Ivory.
— ¿Tú no trabajas aquí? — le pregunto sonriendo de lado.
—No—responde con los ojos brillantes
—Deberías— hablo con voz seductora y ella me acaricia el pecho.
Se ríe— conozco a los tipos como tú, solo quieren sexo— se alza de hombros— no te lo voy a negar, me pareces agradable a la vista, pero tengo planes esta noche con otro— y vuelve a dar vuelta dejando que su cabello rubio diera contra mi cara.
—oh venga, cancélalo, te divertirás más conmigo— continuamos caminando
— ¿Qué me ofreces? —llegamos a la puerta que da hacia las habitaciones. Alicia se asoma y me miraba recriminándome.
—hmm sexo, mucho sexo— la acorralo contra la puerta, vuelvo a clavar mi mirada en ella.
— ¿Salvaje? — acaricia desde mi cuello hasta la hebilla de mi cinturón con su larga uña pintada de rojo con matices dorados.
—oh si— me acerco a sus labios
—Hecho— lame mis labios y me empuja.
...
—un poco más— abre más las piernas y sobo sus suaves nalgas. Me agarro la polla y la introduzco poco a poco. Ella voltea y hace como si me lamiera. Gime cuando me introduzco completamente. La tomo del cabello y embisto con fuerza. Palmeo su culo.
De pronto se hace adelante des uniéndonos y se tira bocarriba.
Veo de reojo a Alicia asomarse por la puerta. Salgo de mi deliciosa prisión y la veo recargada en la puerta viéndome. Sus ojos se inyectan de lujuria al ver lo que hago. Entra despacio, me deja ver como baja la mano hasta su entrepierna y se acaricia.
——Nunca te he enseñado a comer almas ¿verdad? — dejo de embestir a Margaret debajo de mí, la cual me mira sin entender.
Alicia niega sonriendo traviesa.
— ¿Me enseñaras ahora? —saca la mano de su entrepierna y se lame los dedos con una mueca obscena.
Le gusta provocarme en los ratos que no me odia.
—Ven aquí—le hago señas con el dedo índice y camina hasta mí, contoneando las caderas, a paso decidido. Se acerca a la cama, frente a mí y se inclina hasta posar sus manos sobre los senos de Margaret.
—Enséñame—susurra acercándose a mis labios y los lame.
—Quiero follarte—digo sin más
—¡no! —Margaret se revuelve incomoda al comprender lo que queremos hacer. Trata de levantarse.
—Follame papi—un pinchazo me atraviesa la polla cuando la oigo decir eso en un dulce tono. Embisto lento al sentir todavía una cavidad húmeda y caliente rodeándomela, imaginándomela a ella.
—Margaret vives rodeada de demonios ¿Qué te cuesta? Además, no dejaré que mueras solo necesitamos alimentarnos. —me detengo.
Se queda quieta. Respira agitada. Nos observa. Finalmente suspira.
—que no duela
—prometido— le giño un ojo a Alicia.
—Me vas a volver loco— sujeto las manos de Margaret sobre su abdomen.
—Ya lo estamos— muerde mis labios —demuéstrame como papi—pasa la lengua por sus dientes mirándome con lujuria.
Margaret iba a decir algo, pero Alicia le tapa la boca.
—Duérmela—susurro medio atontado viendo su provocativa imagen enmarcada en ese largo cabello y como se levanta el vestido y no trae nada abajo.
Sabe que me pone bestia verla desnuda y más lo hace.
Sin querer mi agarre aumenta. Margaret empieza a patalear y yo sonrío de oreja a oreja mostrando mis puntiagudos dientes. Giro su cabeza a un lado y ella clava sus dientes en su cuello. Margaret deja salir un alarido doloroso y yo eché la cabeza atrás.
Voy a llegar al maldito orgasmo...
Sangre, sexo y muerte, mi combinación favorita...
Cuando Margaret deja de moverse, Alicia levanta la cara y me mira con la boca llena de sangre. Sus ojos son negros y sonríe mostrando unos largos dientes idénticos a los míos.
—Ábrele la boca—me obedece—huele...acércate—y así lo hice —tranquilízate, siéntela y concéntrate en su alma...suave, dulce...aspírala—se queda unos segundos oliendo y mirándola fijamente, hasta que un casi imperceptible humo blanco sale de la boca Margaret y Alicia lo absorbe. sonrío orgulloso.