Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 20. Última oportunidad (Maratón 4/4)

 

—¡Hazlo! — le extiendo la pistola una vez más. Niega y retrocede. Dejo el arma en la mesa y la tomo del cabello. —maldita seas Alicia. —acaso ¿siempre me darás problemas? ¿Cuándo obedecerás? ¿¡cuando!?— la jaloneo del cabello, logro arrancarle algunos mechones rubios. Es que entrando a las habitaciones rojas debemos ocultar nuestros rostros, esto es solo por si ella quiere ser famosa y a mí me conviene por que así nadie nos reconocería en la calle. Yo simplemente me mantengo con la máscara. Por eso la he obligado a ponerse peluca y tomar otra apariencia. Ha optado por una rubia de ojos marrones.

—¡suéltame! —cae al piso, se sienta. Araña mi brazo.

Escucho al sacerdote balbucear a mis espaldas. Le he puesto una cinta en la boca. Iván pone todas las armas que consiguió sobre la mesa frente al anciano mientras dos hombres más que no se sus nombres, pero trabajan para Carl, tapan las cámaras y las mueven a la esquina.

— Sigues así y no volverás a salir de mi habitación. —La empujo.

Solloza. Me hierve la sangre. Le doy dos golpes en la cara y se revuelve.

Ivory, ojalá estuvieras aquí.

La tomo del brazo y la obligo a ponerse de pie. Le pongo la pistola en la mano.

—apuntale. Esta es tu ultima oportunidad. — me separo y la veo alzar la mano, temblosa. Le apunta —eso es. —miro al sacerdote — ahora tú, empieza a dibujar, quiero símbolos angelicales con su significado, todos los que te sepas. —le doy el lápiz y le acerco la hoja. Niega. —ya estoy de mal humor. Coopera un poco. Vuelve a negar. Cruell va entrando desde el portal en la oscuridad de la cortina que divide la sala de las cámaras. Suspiro aliviado. Lo miro y este se pone detrás del sacerdote. Le pone las manos en la cara y en su piel se empieza a marcar las venas. Gimotea adolorido. Se revuelve.

—el mundo se ha vuelto loco por el secuestro de un sacerdote. No creí que estuvieras tan loco. —le doy un leve vistazo. Es Carl. Viene entrando —¿Qué harás?

—necesito algo que contrarreste armas creadas por un ángel para encerrar demonios. Yo creo que si debilito al ángel puedo debilitar las armas.

—¿encerrar demonios? — alza las cejas.

—Si

Se queda en silencio.

—asegúrate que no miente. —suelta la cara del anciano y le da el lápiz. Este lo toma y nos observa con gesto lastimero. Las marcas se van desvaneciendo de su piel.

—por eso necesitas a Azazel ¿cierto? — vuelve a hablar Carl.

—exacto

—pero no contesta

—lo buscaré

Si han logrado entrar al infierno es que son ángeles o demonios o alguna criaturilla cualquiera, pero eso ultimo lo dudo, los chismes corren rápido. Los símbolos irán marcados en las armas y balas. Con esto tendré armas contra ángeles y contra demonios tengo las armas que me dio Carl. Ya por ultimo lo llevaré a que lo bendiga un padre, alguien de la orden. El humano, bueno, la ahora humana que tomará la sortija ya está.

Todo quedará listo en cuestión de unas cuantas horas o tal vez días, pero mejor tarde que desprevenido. De todos modos, las Diosas siguen ayudando. Mi ejercito custodia las puertas. Esos cazadores no volverán a entrar.

—haz que escriba todos los que sabe en especial contra ellos. —Cruell asiente sonriente. Sabe que tiene permiso para atacarlo y eso le divierte, igual que a mí. —tu, ven conmigo— tomo a Alicia del cabello y la jaloneo por el corredor. Llegamos a las habitaciones azules y pateo la puerta. No hay nadie, es temprano. La empujo dentro. Se tropieza y cae al piso. Pongo las piernas a los lados de su cintura y le doy una bofetada.

—un día obedeces y otro no ¿tengo que darte otro escarmiento? Creo que te estoy dando demasiada libertad. —abre los ojos con pánico— no volverás a tu vida humana de eso me aseguro.

—no, no, no— se arrodilla. Estruja mi playera suplicándome con la mirada. Le arranco la peluca y me siento en la cama. La pateo, estoy de malas.

Ira ya tardó con mi comida. Tengo hambre.

—haré...lo que sea

—ya había escuchado eso

Se mete entre mis piernas. Me acaricia el torso y baja para desabrochar mi pantalón.

—esta vez lo haré. Lo prometo. Ultima oportunidad ¿sí?

—no

—por favor...amo— alza mi playera y lame mi abdomen. Me estremezco.

—gánatelo— sonríe. Mete la mano saca mi polla. Se la mete a la boca y succiona. Oh, joder. La tomo de la cabeza para guiarla. Me saca suspiros cada que se la mete y saca.

—Alexander...—me tenso. ¿Qué mierda hace aquí?

Alzo la vista. Perséfone está de pie fuera de la puerta que está entreabierta. Me observa más pálida que una hoja. Pero ve el cuarto completo y se cubre la boca con sorpresa y miedo.

—Perséfone

Y sale corriendo. Me debato entre ir con ella o quedarme y disfrutar. Frunzo el ceño. Hago a un lado a Alicia y me meto la polla, me acomodo la ropa. Salgo de prisa siguiendo su aroma.

Donde estas, donde estas...

Se borra su olor al llegar al bar. No hay mucha gente y la poca que hay, ninguna es ella. Voy a los baños. Abro un portal. Nunca había intentado llegar hasta una persona solo por hechizo de rastreo. Espero funcione.

Murmuro el hechizo y cierro los ojos, poniendo todo mi empeño en él. Entro al portal y cuando salgo escucho pájaros cantar. El aire fresco me recibe.

sonrío. Es el lugar donde abrí el portal para llevármela a casa cuando se iba a casar.

La veo sentada en una roca frente al lago. Mirando su reflejo.

Me lamo los labios. ¿A qué sabrá su sangre?

—Perséfone—alza la vista. Su mirada ha cambiado. Se ve...decepcionada. —¿Cómo llegaste aquí tan rápido?

Abre la mano y trae una pequeña piedra rosa. Eso lo explica. Esa piedra desprende poder.

—tú y.…ella...

—ya te dije que solo es mi convertida. Solo eso nos une. Además, ahora que no está mi demonio personal ella debe darme de comer.

—entonces tu y yo...anoche...




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