—¿¡cómo mierda es que la perdiste de vista!?— reclamo a Alicia alejando el vaso de sangre que me ofrece.
—deja a esa niña—cruza los brazos. Alzando más sus senos. Importándole poco estar desnuda.
—no puedo dejarla sola en hades, Alicia. Vístete, hay que buscarla— y salgo en busca de la Diosa que tanto me llamaba la atención.
Las almas reciben sus castigos como siempre. Las súcubos retozan desnudas sobre las cuevas. Los demonios menores toman nota para planear que castigo podría ser el siguiente.
Todo seguía igual.
¿Dónde mierda se metió Perséfone?
—Hey— desplego mis alas y vuelo hasta las cuevas. —¿alguien ha visto a Perséfone? — una extravagante rubia de grandes curvas me sonríe.
—no, mi príncipe—se levanta y me hice una reverencia. Toma mi muñeca transmitiéndome su frio tacto y su lujuria. Trata de acercarse, pero rechazo la oferta.
Si se me antoja, pero no voy a sucumbir. Primero veré que esté bien Perséfone.
—¿la de cabello blanco? —preguntó una pelinegra a la derecha.
—si
—se fue por allá—señala al final del lugar de los castigos.
—de acuerdo—me suelto de la rubia y vuelo sobre las almas.
El olor a quemado, el olor de la sangre y el solo ver las torturas tanto físicas como emocionales me punen duro. Se me antoja bajar y comerme algún alma dispuesta a dejar de sufrir.
Quizás luego traiga a Alicia y me la folle en medio de este caos.
Mi vista ubica a Perséfone siendo rodeada de Sigzz. Demonios serpiente con la mitad del cuerpo humano.
—¿Qué pasa? —bajeo y plego mis alas. —fuera de aquí, déjenla.
—pasa que...—y el demonio ojos de serpiente aparece de un momento a otro frente a mí. Con gesto de superioridad. —...es hora de pagar.
Aprieto las manos en puños. La sangre me hierve.
Perséfone no hace nada por defenderse y eso me enfurece más. Busco su mirada, pero mantiene la vista abajo. Con el rostro decaído, triste.
—déjala, ordena que la suelten— le exijo.
—Am am— niega caminando hasta ponerse detrás de ella. Y le rodea el cuello con un brazo.
Como él está rodeado de Sigzz entonces llamo a mi pequeño ejército y estos surgen de mis brazos siendo sombras. Se ponen a mis lados, en posición de ataque. Solo necesito que ella se mueva un poco y atacaremos.
Vamos, Perséfone.
—sabía que ella te dolería—clavo los ojos en él, acuchillándolo en mi mente.
—cierra la boca idiota, no debí dejarte escapar. —le dejo ver mis dientes en una fina sonrisa. —suéltala y te dejare ir.
—no— dice con burla. Me ofusco más. Las manos me tiemblan. Lo voy a matar.
—Perséfone. —la llamo— vamos, voltea. —sigue en la misma posición — ¿¡qué mierda le hiciste!?
—yo nada. —se alza de hombros el demonio. —pero si eso quieres...—la jala del cabello y acaricia el cuello con una daga.
—¡nooo! —rugo furioso. Que impotencia, joder.
—me quitaste mi hogar y mi puesto de trabajo. —responde con los ojos inyectados de odio. —me toca quitarte algo. —alza la mano que sujeta la daga y la apunta directo al corazón de Perséfone.
—maldito hijo de ¡puta! — estoy que exploto. No lo pienso más. Me lanzo por el pero sus acompañantes se me echan encima. Mi ejercito me los quita y salto sobre él para tomarlo del cuello y lanzarlo por las nubes. Alcanzo a ver a Perséfone caer rendida al suelo.
Mi ejercito lucha contra ellos mientras yo extiendo mis alas y voy tras el ojos de serpiente que salta de nube en nube.
Bato mis alas más rápido. Extiendo las manos para lograr alcanzarlo y cuando lo hago lo tomo del cuello y lo dirijo al suelo mientras nos dejo caer a gran velocidad. Me pega un puñetazo, patalea, araña mis brazos, sigue tirando golpes a diestra y siniestra y no lo suelto. Entonces clava sus dedos en mis ojos y me logra desestabilizar. Me tallo los ojos con una mano y aprovecha para alcanzar una de mis alas, le entierra las garras y baja desgarrándola. Haciéndome caer de inmediato.
El estruendo es estrepitoso. Salta polvo y brasas por todos lados. Nublando la vista. Me levanto exaltado. Demone no está a mi lado. Manoteo el polvo y ahí lo veo. Sonriendo con malicia, tiene de nuevo entre sus brazos a Perséfone y está a caído inconsciente. Me enseña los colmillos y corro a él. La muerde con saña.
—¡hijo de perra! — salto y le doy un puñetazo que lo separa de ella. Perséfone vuelve a caer al piso y él toma forma de serpiente y se escabulle de prisa. Corro a él tratando de pisarlo o agarrarlo sin éxito. Así que solo le apunto con la palma de mi mano y le lanzo una bola de fuego que le alcanza a quemar una parte de su cabeza, pero sigue huyendo.
—¡síganlo! — ordeno. Sus acompañantes salen corriendo y mi ejercito va detrás de ellos.
Los veo desaparecer de mi vista. Cargo a Perséfone.
...
En cuanto cruzamos el portal. Llamo a Alicia y aparece entrando por un portal. la tendemos en mi cama.
—ve y busca Sabrim. Es una hechicera. Te abrirte el portal —dejo de verla para ponerle atención a Alicia.
Rueda los ojos y se cruza de brazos.
—¿es enserio?
—sí, ve ahora. —agito la mano y abro el portal. Entra en el no muy contenta y se cierra tras ella.
Verla ahí, retorciéndose de dolor y gimoteando me hacía un nudo en el estómago. Seguramente cuando se encuentre bien me va a odiar por esto. Todo esto es mi culpa. Pero... ¿desde cuándo le te cariño? ¿deseé cuando le permití acercarse más de la cuenta? ¿Cuándo atravesó mi muro y entro en el círculo de personas que me importa?
No puedo permitir que algo le pase, no la quiero lejos, quiero tenerla cerca para que me calme en momentos de angustia con palabras cálidas, me aconseje hacer cosas buenas (aunque eso me lo pase por el culo), quiero que me enseñe a ver la vida humana desde su perspectiva, su cálida perspectiva.
Me sumerjo en los recuerdos de meses atrás cuando la visitaba diario. Cuando me jactaba al verla sufrir y ahora no me hace ni pizca de gracia.