Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 23. La sangre de Belial

Alexander, hay trabajo.

Voy.

 

 

Dejo el celular al lado y me giro en la cama para salir.

—¿a dónde vas? —pregunta Alicia a mis espaldas

—no tardo— voy a la ducha y abro la llave. —hay trabajo

—voy contigo.

—¡convénceme! —grito entrando al agua.

La escucho venir.

...

—Llegue—anuncio entrando a al casino.

—ya lo...—alza la cabeza y clava los ojos detrás de mí. —vi... ¿Quién es ella? ¿Y por qué está aquí?

—es Alicia y no la puedo dejar sola—arrastro la silla y me siento. Alicia se deja caer sobre mis piernas ignorando por completo la otra silla.

— ¿Sabes que no puede estar aquí? — vuelve la vista a sus cartas. Agita la mano diciendo; "paso".

—prometió no entrometerse y me encargaré de que lo cumpla. ¿Cuál es el trabajo?

Se queda pensando unos segundos.

—Bueno, quizás si nos sirva. —frunce el ceño mirando sus cartas. Me da una discreta mirada y sé lo que tengo que hacer. Muevo los dedos lentamente y cambio algunas cartas por otras sin que los demás jugadores lo noten. Sonríe cuando termino y las baja con una sonrisa de oreja a oreja. Ha ganado. Los demás se quejan.

Busca en la cara interior de su saco y me tiende un pequeño papel con el nombre de un museo anotado: "Museo del arte del mundo" y la dirección — Esta noche llegarán más de mil artefactos a la cuidad para una exposición. Solo quiero los rubies que tiene la princesa en el ojo. —murmura, aunque sabe que los presentes en la mesa no dirán nada. Todos le temen, tiene fama de maldito y ahora que llegué yo prefieren bajar la cabeza o desviar la mirada y charlar entre ellos mientras hablamos de negocios.

—De acuerdo—me guardo el papel en el pantalón— ¿Iván irá conmigo? —sonríe

—Sí.

—¿para cuándo? —hago que Alicia se levante de mis piernas.

—ya están preparando lo que se llevarán. Ya sabes el plan, fuera cámaras y no llamar la atención.

—¿Qué hay de comerme alguno?

Se ríe y niega sonriendo. De todos modos, siempre me hago banquete en los trabajos.

—no en público.

La puerta se abre y una melena rubia bastante conocida entra a paso glamoroso quitándose el extravagante abrigo de piel de tigre.

Creo que ya sé por qué requirieron la ayuda del demonio ojos de serpiente. Y esto lo confirma. Lujos, y Carl pidió un casino para cubrir los rastros de sus "trabajos". O ¿fue al revés? ¿Trabajos para cubrirlos con el casino?

Me falta descubrir esa parte.

— ¿Tienes un minuto? — se acerca Margaret hablándole a Carl.

—date prisa— Carl le hace señas que se apure.

Vuelven a repartir cartas. Que horrible suerte tiene Carl.

Margaret me guiña el ojo descaradamente. Aprovechando que su marido no la ve. Carraspeo evitando que vean la sonrisa que se forma en mis labios. Podría repetir con ella. Tiene buen cuerpo.
Alicia voltea a verme y yo la tomo de la muñeca listo para salir por la puerta principal.

—te veo mañana—le digo a Carl.

—espero buenas noticias muchacho— y vamos a la salida.

Entramos a mi auto estacionado afuera. Es fácil de reconocer. Todos tienen camionetas Cadillac negras y enormes mientras que yo un camaro rojo. Me gusta el rojo...aunque también el negro. Y si... ¿me compro una camioneta igual? Me gusta también.

— ¿Te acostaste con ella? —por fin suelta la pregunta. Ya se me hacía raro que no hablara en todo el camino.

—Si—repondo alzandome de hombros.

— ¿Entonces podemos acostarnos con otras personas? —frunzo el ceño.

—Tu no

— ¿Por qué no? —se muerde el labio

—Tú eres mía

— ¿Perséfone también? Porque tiene un cuento muy fantasioso de ustedes dos.

Me separo de ella. Perséfone...quiero ir a verla, pero a la vez no quiero verla convertida en esas escorias.

—sí, ella también es mía, pero ¿eso qué tiene que ver?

—que te acuestas con Perséfone y con esa rubia y yo no puedo más que contigo, eso es ser machista ¿sabes?

—me da igual esos términos. Tú eres mía al igual que Perséfone que, aunque no tengo porque darte explicaciones, pero para que te calles, no me he acostado con ella. —me detengo en un semáforo rojo.

— ¿Enserio? —

—Si—afirmo

— ¿sólo te acuestas conmigo?

—a....— como decirle que con cualquier mujer que me pase enfrente y tenga buen culo.

—¿y....?

—ya cierra la boca—continuo una vez que cambia el color del semáforo.

— ¿Entonces estás de mal humor por la transformaron o por qué no te has acostado con ella? —la acuchillo con la mirada

—hablas mucho. Creo que tendré que cortarte la lengua

—pero...ya no podrás disfrutar de ella— aunque no esté de humor, eso me hace reír.

...

—¿Estás seguro dónde es? —vuelve a preguntar Alicia

—Si. Solo cállate y agáchate—empujo su cabeza abajo y subo los binoculares. Los trabajadores siguen bajando cosas antiguas del camión y metiéndolas por detrás del museo.

Escucho una pequeña risa y la miro confundido con una ceja arriba. Y entiendo por qué. Abre mi cinturón y baja la bragueta.

—Debemos esperar a que acaben—murmura Alzó la mirada, traviesa.

—Quieta—la detengo

—hmm—mete la otra mano y saca mi polla. Se la mete a la boca antes que detenga su otra mano. Bajo la cabeza para evitar que nos vean. Murmura algo con ella todavía dentro y yo solo gimo tomándola del cabello y empujándola más. Me muerdo los labios. Esa boquita es...maravillosa. Caliente y húmeda como mi lugar favorito.

Veo un pequeño destello rojo hacia nosotros así que vuelvo a alzar la cabeza. Es el reflejo de un par de cristales. Siguen sin notarnos.

Sigue chupando y masajeando mientras yo veo por los binoculares y aprieto los labios para evitar jadear. Da lengüetazos a los testículos, sube y baja por toda mi longitud. Echo la cabeza atrás alzando un poco la cadera. Su suave boca me está haciendo llegar al orgasmo...pero alguien toca la ventana de la puerta de atrás del auto y ella se detiene.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.