Guardo mi dinero en el asiento trasero, pensando en cómo gastármelo, cuando Alicia toca mi hombro angustiada.
—mira
Alzo la vista y veo dos camionetas negras derrapando en la entrada de la bodega de Carl. Dejando atrás a hombres heridos. Corro adentro. Y lo encuentro en el piso, sangrando. Me acuclillo a su lado. Se toca el pecho inhalando con dificultad. Los demás se arrastran para levantarse. No están graves.
—¿Quiénes eran ellos? —pregunto airado —¿¡y cómo es posible que hayan burlado a tus hombres!?—volteo alrededor. Bola de incompetentes.
—exacto. ¿¡Cómo es que los burlaron!? ¡si tú me proteges! ¿no? ¡tú maldito deber es protegerme y mira ahora! —se encoge con gesto de dolor.
Espera ¿qué? ¿¡me ha gritado!?
—los mandó Martí. Dijo que ya tenía los ojos sobre esos rubíes—contesta Iván levantándose, sangrado por la nariz.
Trata de desviar el tema.
—¿¡mi maldito deber!? ¿¡ahora me exiges!?—ruedo los ojos. —pues para que conste que les he dejado una serie de indicaciones pero que no las hayan cumplido al pie de la letra solo demuestra lo inútiles que son y que tú mismo elegiste.
—supongo que ellos activaron la alarma—opina Alicia y todos asienten dándole la razón.
Siguen tratando de distraernos.
—los quiero muertos Alexander—me mira molesto. —y si es necesario contrata a otros.
—será lo mismo mientras te creas invencible y no los quieras cerca de ti.
—No los necesito pegados como una lapa.
—eres necio, joder
—mátalo. Haz lo que tengas que hacer.
—así será...pero este dramita—me levanto. —te costará.
(...)
Voy entrando a la habitación que siempre uso en el club con la caja en mis manos. Primero quiero ver que es.
—¿Dónde nos quedamos? —veo a Alicia en un precioso baby doll negro, acostada en la cama, con pose sexy. Se lame los labios, me mira...uff. Sonrío. Se ve apetecible. —¿Qué es eso? —ve la caja.
—no sé. No la he abierto, solo dice...—me siento en la cama con la caja entre mis piernas— ...la sangre de Belial— se mueve y de pronto la tengo pegada a mi espalda acariciando mi pecho.
—y hablando de la exposición, mira esto. — me giro a ver que es. Me muestra su puño y lo abre lentamente.
La esmeralda.
—tú la tomaste
—Sí. ¿no es preciosa? — la contempla fascinada. Sus ojos brillan avariciosos. —quisiera ponerla en un collar, pero es demasiado grande, aunque no me importaría...
—Alicia
Se calla y me mira.
Saco la plaquita de descripción de la caja. Me siento sofocado.
"Cuenta la leyenda que el primer hijo de lucifer fue asesinado a manos de su padre y este se hizo de una porción de la sangre de su hijo para poder controlarlo sin que estuviera vivo"
Un escalofrío recorre mi piel. Se me erizan los vellos.
Alicia me mira sorprendida y dudosa a la vez.
—no, no creo. —pero mi padre si es capaz. De eso y mucho más. El control y poder por miles de años a formado parte de su ser.
Me quedo absorto. Pensando en ello.
¿será capaz?
Miro el pequeño frasco. Lo destapo y el olor tan característico llega a mis fosas nasales. La toco con mi dedo y pruebo un poco. Me sorprendo a descubrir que si es mía.
Guardo todo rápidamente. Como si fuera a quemarme. Y la arrojo a la cama. Me pongo de pie.
—guarda eso. Guarda eso muy bien. ¿me oyes? Entiérralo lejos de todos y nadie debe saber de esto.
Alicia asiente repetidas veces.
—¡ahora!
Lo toma entre sus manos, toma su ropa de la silla frente a la cama y sale corriendo.
Doy vueltas por la habitación caminando de un lado a otro.
Esto es increíble.
¿Qué mierda hago ahora? Me siento confundido y....dolido. Pero a la vez la ira recorre mi sistema.
Maldito hijo de puta.
...
Giro la perilla de la puerta despacio. Los gritos son ensordecedores. Golpes de pared a pared y pasos corriendo por toda la habitación. Parece un animal herido y enjaulado y eso me revuelve el estómago. La culpa trepa por mi garganta y se forma un nudo en ella. No debería sentir eso, de hecho, no debería sentir nada pero...mierda. Que esta ves si ha sido por una estupidez.
Trago saliva fuerte. Debo enfrentar las consecuencias.
Abro la puerta despacio. Me recibe un fuerte olor a sangre y enseguida su mirada. Llena de odio. Se detiene a media habitación con postura de ataque. Hasta que sabe que soy yo y se relaja, un poco. Me recorre con la mirada. Hay charcos de sangre en el piso y salpicaduras por las paredes y parte del techo. Supongo que le dieron de comer y al ser novata no sabía cómo.
Me quedo sin palabras. Ojos de serpiente, piel pálida, labios morados y colmillos largos. Unas largas garras negras descansan a los lados de su cadera. Su figura me resulta desconocida. No parece ella.
No puedo. No.
Cierro la puerta de golpe quedándome afuera. Respirando agitado como si hubiera corriendo un maratón.
Mejor si continuo mi recorrido hasta Lucifer.
—soy un imbécil. —golpeo la pared. Me jalo el cabello hacia atrás. —debí haber actuado mal rápido. Debí imaginar sus pasos, hubiera adivinado sus intenciones. ¡joder! Ahora todo el mundo se me echará encima...
La puerta se abre de golpe y ella se asoma. Me detengo a medio pasillo.
—si eso es lo que te preocupa entonces di que fue mi culpa. No les caerá de sorpresa, siempre soy la niña inútil que se mete en problemas. —masculla, sin expresión.
—te ves tan...—me rasco la cabeza pensando cómo decírselo sin que suene tan mal —…diferente
—sí, eso también debería ser mi culpa. —desvía la vista a la ventana.
Suspiro.
—escucha —me recargo en la pared. —mi deber era protegerte. Y ahora no solo eres una de ellos, también es mi culpa que estés ligada al infierno. —trago saliva — parece que estoy fallando últimamente. Me tomo las distracciones muy a la ligera. —avanzo hasta ella—esta vez no te fallare. Diré la verdad y...