Alexander. Crónicas Del Soldado Del Infierno (completa)

Capitulo 28. Destrucción


Estamos en casa, la entrada a la sala de los tronos. No hay nadie aquí. Todos entran en la batalla excepto demonios de mi ejército que quedaron como guardias.

Unos sigilosos pasos me alertan cuando corren de un lado a otro a mis espaldas.

Giro rápidamente con la daga en alto y solo veo una mujer de largo cabello blanco y ojos violetas caminar hasta estar frente a mí. Me acaricia la mejilla y luego me planta una gran cachetada que arde.

Me quedo estupefacto.

— ¿¡que mierda te pasa!?—gruño enfadado, mostrándole mis colmillos y mis ojos totalmente negros.

— ¡Mira en lo que me convertiste! — grita en mi cara

— ¡no se ni quien putas eres!

Y solo grita: ¡cielo!

Entonces la observo confuso. Hasta que su cara me empieza a resultar familiar.

Lara

La angelita que me follé la última vez que fui con mi madre, no, Gloria simplemente.

Huele tan bien. Sé que es ella, Azazel es el otro ángel, pero su olor ya no es tan fuerte. Me distraía a su conveniencia.

—Huy—sonreí—suéltame y lo arreglamos—digo con diversión

Entrecierra los ojos y vuelve a abofetearme.

—Eres un maldito imbécil—dice entreabriendo la boca — ¡Lilith!

Me quedo en silencio. ¿Qué ha dicho? ¿escuche mal?

Y no.

La mencionada aparece por la puerta con su típico porte de superioridad.

Saco otra arma de la funda en mi cadera. Aprieto entre los dedos de mi otra mano mi espada.

Me sonríe.

—que mierda, ¿qué hacen aquí?

— ¿que no es obvio? —sube los peldaños a la plataforma donde se encuentran los tronos. —tomo lo que quiero.

—estas tonta si crees eso, baja de ahí. —voy a ella, pero a medio camino se atraviesa el mismo Sátiro que me encontré entra a la escena dejando atrás su apariencia humana, distrayéndome con sus largos cuernos y espesa barba negra. Sé que es el mismo porque aún conserva los golpes que le atine hace minutos.

—No entiendes nada.

Le apunto en la cien con el arma y le pongo la espada en el cuello.

—Un paso más y terminas aquí—le amenazo

—un paso más y serás mi esclavo. —sonríe y veo como alza la mano y la sortija está en su dedo índice.

Tenso la mandíbula. Jaque mate.

—no me obligues a usarla. Te quiero de nuestro lado, pero no dudare ni un segundo si la tocas.

Volteo hacia Lilith. Sonríe orgullosa alzando la barbilla.

—lo engatusaste. —afirmo. El Sátiro me gruñe.

Se ubica en el lugar de Lucifer y al sentarse una corona de espinas negras adorna su cabeza.

—disfrútalo mientras te dure. Porque no reinaras los submundos. —digo encolerizado.

Se cruza de pierna y se recarga en el respaldo mirándome retadora.

Veo a mis espaldas, esperando que aparezcan mis hombres. Pero ninguno se asoma. No hay ni ruidos.

—sin tus soldados no eres nadie. —dice burlón el Sátiro.

— ¿quieres ver? — en un rápido movimiento bajo la espada y corto su mano. Esta sale volando. Me hago a un lado y le apuntó con el arma. Le atino una patada en la cara y el Sátiro cae al piso presionándose el brazo que escurre sangre, con gesto de dolor. Guardo mi espada de prisa y troto para tomar la mano, cuidando no tocar la sortija. Le apunto con el arma. Estoy a punto de jalar el gatillo.

Y ahora la angelita se cruza en mi camino. No me importa. Preparo la pistola.

— ¡no! — me pone la palma de la mano enfrente. — ¡espera! —se toca el vientre con la otra mano. — ¡escucha!

— ¡quítate!

—tú también puedes ser rey, Alexander. —asegura Lilith. —únete a mí.

— ¿¡que!?—voltea a ella la angelita con expresión de confusión. — ¡ese no era el plan! ¡el me las pagara muy caro!

— ¿por qué? ¿tu también querías ser reina? —me cruzo de brazos

— ¡te aprovechaste de mí!

—Oh no, tú estabas bien dejada

—Que yo recuerde no estabas tan disgustada cuando te deje descansando entre las sabanas —alce y baje las cejas varias veces mirándola con un brillo de diversión.

—imbécil.

Me quede pensando...entonces.

—Entonces tu ayudaste a esos cazadores a retener seres...— se quedó quieta y callada viéndome fijamente.

—sabía que si causaba alboroto te mandarían a liquidar al culpable—masculla

—pues aquí estoy... ¿y ahora qué?

—Te mataré—sonríe y unos grandes cuernos salen de su frente, su mirada cambia. Ahora es un ángel caído.

—No me importa nada—me alzo de hombros. Poco me importa su apariencia estoy más que acostumbrado a los demonios de apariencia malvada.

—yo te puedo dar hijos, Belial. Pequeños y carnudos como te gustan. —habla Lilith extendiendo una mano hacia mí. El Sátiro la observa sorprendido. Parece que ya se salió completamente de lo que parecía su plan. —solo ven a mí.

Sonrío de lado. Camino hacia ella. Subo los peldaños sin dejar de ponerles atención. Tomo su mano la hago levantarse del trono. El abrazo por la cintura y le planto un beso. Para que crea que me he unido a ella.

—juntos, derrotaremos a Lucifer—rodea mi cuello con sus brazos. —serás el rey de los inframundos y los demonios de esa sortija serán nuestros súbditos. Crearemos nuevos y pondremos mejores castigos.

¿Ese era el plan? Vuh.

Buenos, es cierto que sus castigos son anticuados. Yo podría crear mejores. Tanto castigos como demonios. Los de ahorita parecen niños en busca de dulces. Sé que sí podría ser mejor rey que mi padre...

—Belial, ¿qué está pasando aquí? — entra Lucifer con mis soldados pisándole los talones. Parecen desorientados. Traen golpes y otros no traen ojos, en donde deberían estar no hay más que humo negro y sangre brotando.

Les quemaron los ojos. Solo se guían por el ruido. Perséfone pasa por mi mente. Busco su energía y no la encuentro. Me altero un poco. Ojalá Abrahel la haya escondido bien.

—pasa que Belial será el nuevo rey. —dice orgullosa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.