Me levanto titiritando de frio. Me siento adormilado y con el cuerpo pesado.
Se siento. Estoy en mi cama, en mi habitación, en el infierno. Bueno. Por lo menos no paso a mayores.
Cuando me levanto, me mareo. Me froto la cara. Mis garras están afuera. Me miro las manos y están rojizas...todo mi cuerpo está...en mi forma original. Los ojos, los dientes, los cuernos, la cola, las garras, todo. Intento volver a mi forma humana pero un escalofrió me recorrie la columna. Me es imposible cambiar mi forma.
Río. ¿Enserio este es el castigo? ¿No poder cambiar mi forma?
Me froto los brazos para darme calor, pero no sirve de nada.
Así que me pongo de pie y tengo que apretar los dientes al sentir el frio calarme los huesos.
— ¡de mi te acuerdas hijo de puta! —exclamo viendo hacia arriba.
Salgo buscando a Perséfone. Viendo como todo está en orden y en su lugar. Como si nada hubiera pasado.
Camino entre los demonios y empujando a quien se atraviese en mi camino. Llego a la oficina de Lucifer, seguramente él sabe dónde está. Él sabe todo.
Y en cuanto abro la puerta, me acuerdo de Gloria y lo que le había hecho. Porque ella está aquí. Tumbada en el sillón, dormida, demacrada y ensangrentada, con gasas cubriéndole el pecho. Lucifer le sujeta la mano y al sentirme deja de verla para girar a fulminarme con la mirada. Se levanta de prisa y me pega un puñetazo en el estómago, tan fuerte que me manda volando metros atrás. Cierra la puerta detrás de él y camina hasta donde me levanto para enfrentarlo.
—Fue sin querer, un accidente— jadeo recuperando el aire.
—Tú también lo fuiste—me pega otra patada en el estómago. —no debí haberte aceptado, solo causas problemas— algo dentro de mí se hace nudo.
Los demonios que pasan, bajan la cabeza y se apresuran a caminar.
Esquivo otro golpe. Lucifer está furioso. Su mirada lo dice todo. Vuelve a golpearme esta vez en el rostro. Y sigue golpeando varias veces más. Esquivo algunos, pero uno de mis ojos se está hinchando y duele.
No me dejare más. Alzo los brazos y tiro golpes a diestra y siniestra. Entonces dos de sus demonios más cercanos, incluyendo a Lía, su demonio personal, se ponen delante de él, cubriéndolo. Así que llamo a los míos y en cuanto aparecen la puerta se abre de golpe. Gloria sale apresurada. Sus grandes alas luminosas nos ciegan a todos.
— ¡Ya basta! —grita
—Entra a la oficina de nuevo—le ordena Lucifer viéndola de reojo
—No—le replica. Se pone entre nosotros y habla —no los quiero ver peleando de nuevo por que si no...
— ¿Dónde está Perséfone? — rechino los dientes. El frio se hace cada vez más intenso.
—donde crees tú...—response Lucifer con rostro serio.
Lo ignoro y sigo mi instinto.
— ¡Perséfone! — corro y me elevo por los aires gracias a mis alas, a buscarla.
Aterrizo en el último lugar donde la vi y no está, me vuelvo a elevar y vuelo a los alrededores, pregunto a todos, nada.
Entonces trato de abrir un portal, pero mis poderes no funcionan, así que abro una grieta y subo a la tierra. Todo ha vuelto a la normalidad, nada ha pasado aquí. Busco en mares y tierras, hasta debajo de piedras y nada.
Me niego a pensar que si la maté. Lucifer tiene que decirme donde está, que paso y como es que todos están aquí menos ella.
Sin embargo, la tierra se cierra de golpe y soy lanzado por los aires. —no, no, no ¡no! – corro de nuevo a ella, no puedo entrar. Algo está fallando o Lucifer me lo impide. Golpee la tierra. Apuesto por lo segundo.
¡Maldición!
— ¡quiero que la devuelvas! — exijo mirando al cielo. Mi cuerpo tiembla de frio, me empapo de sudor. El cielo se nubla y unos relámpagos destellan en él. Pronto comienza a llover con gran fuerza empapándome aún más. — ¡te lo exijo!
Ahora entiendo a los humanos. Me siento igual de decepcionado de él. Pero no solo decepción, siento resentimiento, amargura, odio. Lo detesto.
Mis piernas pierden fuerza y caigo de rodillas. Me sujeto con las manos delante sino hubiera caído bocabajo en la tierra, ahora que esta mojado, lodo. Clavo los dedos en él, con algo presionando mi pecho. Me siento desfallecer, pero no le quiero dar gusto. No me dejaré vencer.
Algo dentro de mi amenaza con explotar.
…
Ignoro a todos y camino sin rumbo fijo. Con la mirada perdida, ardiendo en fiebre y frio a la vez. Espero no le hagan daño. Seguramente sus padres tampoco dejaran que la dañen ¿o sí?
Suspiro
No quiero que me vean así.
El viejo me está castigando. De nuevo.
"Dios castiga con enfermedades"
Pero al ser inmortal supongo que no tuvo de otra más que atormentarme con no poder cambiar mi forma y mi cuerpo al querer cambiar saca a flote estos "males".
Muchas ideas pasan por mi cabeza mientras entro al pequeño público al sur.
Recorro las calles llenas de nieve de la cuidad. Es raro que nieve aquí.
Me froto las manos y me pongo la capucha de la chamarra. Las personas me atraviesan como si fuera un fantasma. Menos mal que no me ven. Veo los rostros de la gente y me imagino cómo reaccionarían si me vieran. ¿Por qué Lucifer nos tiene prohibido aparecernos ante la vista humana? Si a él le encanta hacerlos sufrir...
Me lamo los labios imaginando su miedo. Quiero hacerlo, pero también quiero hacer algo que fastidie al viejo. Pero ¿qué?
Y la respuesta pasa frente a mis ojos...
Un padre. De alguna iglesia o convento, no sé. Pero me agrada la idea que se forma en mi mente. No puedo evitar una sonrisa de oreja a oreja.
Volteo al cielo.
"No solo llamare tu atención. Te demostrare que tus humanos no son más que simples criaturas débiles, te hare pagar"